Así pues sería posible que nuestros infantes estudiaran en las aulas la fenomenología de nuestras tradiciones más arcanas, sus fundamentos teóricos, su contextualización histórica, la taxonomía en que cabe clasificarlas, y, quizás, algún trabajo de campo, a pie de calle, para interiorizar los ritos que las configuran. Alternando descripciones etics y emics, de acuerdo con la hermenéutica de las Ciencias sociales a las que tal asignatura estaría adscrita. La Hermandad de Pandorgos sabe que el ciudadrealeño es un
ser consuetudinario, que atiende única y exclusivamente, al calendario tradicionalista que impera en la ciudad. Y, así como otros seres vivos rigen sus biorritmos por los ciclos solares o lunares, el ciudadrealeño vive sólo por y para la tradición, para la fiesta y para la costumbre (aunque desconozca el significado de todo ello), de modo que en los períodos interfestivos, el ciudadrealeño no es persona, y deambula por la ciudad como enajenado. De ahí que la inclusión de las tradiciones locales en el sistema educativo sea una propuesta pedagógica, pero sobre todo, incalificable.La idea es bárbara pues ya podemos imaginar a nuestros más jóvenes asistiendo en masa a recibir para sus mascotas las bendiciones de San Antón; o las de San Blas, para sus párvulas gargantas y anginas; sin olvidar las de Santa Gema Galgani para las enfermedades infantiles, tales como el escorbuto, la tosferina o los piojos. Pero también podrían acudir con sus xilófonos y flautas dulces a conmemorar la festividad de Santa Cecilia de gran fervor en nuestra ciudad. Y participar en la elaboración de innumerables Cruces de Mayo, una festividad llamada a ser la más sostenible de todas, por su profusión de elementos ecológicos, además de tener un perfil transversal dentro del programa formativo. Semejantes cualidades y virtudes tendría, por tanto, participar en el adorno estético de la ciudad con motivo del Corpus; confeccionando tapices de pétalos naturales y no como ahora se hace, por falta de participantes y ciertas economías, con plebeyo serrín policromado. Alfombrar con romero y otras hierbas aromáticas el tránsito de la Sagrada Hipóstasis sería una oportunidad para adentrarse en los insolubles misterios que la rodean, así como para perfeccionar los conocimientos fitológicos y botánicos; y más aún, para comprender por qué esta fiesta es movible.Desde luego, esfuerzo aparte requiere adentrarse en tradiciones locales más complejas, como el Carnaval y la Semana Santa, que adquieren en nuestra ciudad caracteres únicos. En ambos casos habría que acceder a algún grado de expertizaje para aprehender las características que hacen exclusivas a ambas manifestaciones antagónicas, y llegar a poder diferenciarlas, viendo una simple estampa, de las que se celebran en el resto del país. Con mayor gusto y facilidad se disfrutaría de la festividad en honor al popular patrón de nuestra ciudad, San Urbano, que tiene enorme predicamento en todos los hogares ciudadrealeños y cuya celebración, al señalar la fecha del aparecimiento milagroso de la Virgen del Prado, goza de la asistencia de decenas de miles de vecinos y circunvecinos. No otro podía ser el patrón de una ciudad en la que su planificación urbana es un auténtico, pero agradable, desastre. A él se encomienda nuestro consistorio, año tras año, sin éxito aparente. Los alumnos podrían averiguar qué ocurre con este santo tan poco eficaz. Asimismo deberían asistir y renovar personalmente el voto a la Inmaculada Concepción para preservar nuestra ciudad de todo tipo de enfermedades y epidemias, lo que daría motivos para que los jóvenes fomentaran sus hábitos higiénicos. La propuesta de asignatura triunfaría a la hora de explicar la Romería de Alarcos, ésa gran desconocida, lo que sin duda se conseguiría obligando a los jóvenes alumnos a ceñirse alguna indumentaria localista y a hacer el trecho, voceando por doquier su condición de romero; haciendo y sintiendo con pálpitos verdaderos todo aquello que se les indicara para satisfacer la rigurosa disciplina y asentada tradición en honor de la Virgen de Alarcos.
Si algún mozuelo o mozuela suspendiere la asignatura, podría convalidarla asistiendo, durante el verano a las verbenas de Santiago, San Pedro, del Carmen, de la Virgen de los Ángeles. Todas ellas incrementarían la presencia de jóvenes imberbes, quienes disfrutarían, no sólo sensitivamente, sino intelectualmente gracias a los rigurosos conocimientos recibidos en las clases tradicionalistas. Así, sabrían por qué, por ejemplo, se venden churros en las verbenas, o por qué todas las fiestas religiosas tienen un origen pagano. El trabajo estival se reforzaría con su obligada presencia en la Pandorga y en las Fiestas patronales en honor de la Virgen del Prado. La asistencia a la bajada de la Virgen, a la puesta del sol, podría puntuar doble; alumbrar en la Octava, triple; elaborar una zurra en su punto, cuádruple; y ser capaz de engullir un puñado de garbanzos sin pestañear ni hacer aspavientos, podría convalidarse por las Matemáticas. Nuestros jóvenes, en plena euforia etílica, comprenderían intelectual y racionalmente los fundamentos tradicionalistas de lo que experimentan, con lo que su adhesión al terruño, su fervor religioso, y su exaltación localista, serían totales e inamovibles.
El convenio no debiera ser sólo con las escuelas locales, sino con la propia Universidad. Pronto los estudiantes universitarios dejarían sus prácticas desordenadas para asistir a romerías y verbenas, para prosternarse ante cualquier icono religioso que le indicaran, y para cantar seguidillas, procesionar, vestirse de máscara, reír, llorar, vitorear, dar “vivas” y hacer bulto allí donde fuere menester, a cambio de un crédito de libre elección. En vista del amplio contenido que ofrecería esta disciplina es fácil comprender que la propuesta de la Hermandad se queda corta, pues la misma daría para crear, no ya una asignatura, sino una Escuela consuetudinaria, donde se aprendiera en diversos y ordenados ciclos formativos todo lo relativo a las costumbres, tradiciones, hábitos, usos y modos del hábitat ciudadrealeño. Con ello daríamos a muchos jóvenes una alternativa diferente a la Universidad. Nos permitiría en poco tiempo tener promociones de titulados en Ciencias Tradicionalistas de Ciudad Real, que podrían hacer estancias en los anejos y pedanías de la comarca (creando para ello las Becas Pandorgus o Azorinus, competidoras de las Erasmus universitarias), y que sin más miras que el propio término municipal, ni más aspiración que perpetuar una vida local iterativa, estancada y añeja, quedarían habilitadísimos para ocupar los más altos, medios y bajos puestos de la vida pública local, así como las más exigentes y comprometidas responsabilidades políticas que hoy demanda la sociedad ciudadrealeña. Ciudadanos ejemplares, preparados para la vida en comunidad, que afrontarían con más solidez y responsabilidad los altos retos cívicos y democráticos que hoy se hacen imprescindibles para vivir en nuestra amable, tranquilla, bella y agradable ciudad.
Continuará…