Después de estos eventos electorales algunos de nuestros representantes -sobre todo los que han recibido un mayor varapalo, por más reacios que sean a reconocerlo- suelen decir que hay que abrir un serio proceso de reflexión y análisis a la vista de los resultados obtenidos y del alto índice de abstención alcanzado. Sinceramente, no creo que lo hagan. No, al menos, con la sinceridad, valentía y honestidad necesarias, escuchando otras voces que no sean las de los aduladores de turno y siendo capaces de llegar hasta las últimas consecuencias en el sentido de lo que tales análisis pudieran aconsejar: reconocimiento de la propia responsabilidad; planteamiento de políticas claramente diferentes a las sostenidas hasta ahora; incluso la posible dimisión (¡oh, Dios, horrenda palabra!) de aquéllos que se hubieran equivocado de forma más estrepitosa… En fin, cosas que deberían ser bastante habituales en política, pero que, hoy por hoy, son rarísimas.
Aunque, seamos justos. No son únicamente los políticos quienes deben reflexionar. El preocupante apoyo que han tenido en estas elecciones ciertos partidos europeos de extrema derecha, racistas y xenófobos sin disimulo; los resultados escandalosamente aceptables en Italia de “la cosa Berlusconi” (según terminología de Saramago), ese cavalieri siniestro, deplorable e inmoral donde los haya; el hecho de que en ciertas comunidades de nuestro estado –particularmente Valencia, Murcia y Madrid- políticos encausados judicialmente por posibles casos de corrupciones y escándalos de diversa índole hayan obtenido mayor respaldo popular que en elecciones precedentes.., son cuestiones muy serias que deberían hacernos pensar a todos. Y la base de esa reflexión, creo yo, debería ser ésta: ¿Qué sociedad de mierda estamos construyendo -o estamos permitiendo que se construya, en Europa y más allá- cuando apoyamos, aplaudimos, reímos las “gracias” o simplemente dejamos hacer a tantos “chorizos” y tantos mafiosos que, con ese respaldo (¿tal vez envidia o admiración en el fondo?), se sienten legitimados para seguir robando, para continuar trepando a costa de lo que sea y, en definitiva, para doblarse de risa impunemente ante nuestra monumental estupidez? ¿De verdad creemos que los que nos han metido en este berenjenal tienen la intención, la inteligencia y la fuerza moral suficientes para sacarnos de él?
Ciertamente la “crisis” es mucho más seria y de mayor calado que esa simple recesión económica con la que pretenden seguirnos distrayendo… ¡Qué no nos pase nada!