Multitudinaria y plenamente acogedora, como siempre ha sido, resultó ayer la romería que la localidad de Brazatortas celebró en torno al patrón de los trabajadores del campo, san Isidro, en una espléndida jornada celebrada en el exuberante paraje de Navalcaballo.
En el entorno de la pradera y de la ermita dedicada al santo desde los años 70 del pasado siglo, aunque la tradición data de la década anterior, volvió de nuevo a bullir el motivo de celebración y de feliz hermandad.
“Somos un pueblo vinculado a la ganadería y a la agricultura y san Isidro es el segundo patrón de nuestro municipio, algo que no es una cuestión baladí porque nuestra vida económica ha dependido del campo y por eso celebramos con júbilo a san Isidro”.
Así lo refería el alcalde, Pablo Toledano, congratulándose de retomar tras dos años, “que hemos sentido mucho”, una romería que “se ha recuperado con fuerza, con la mucha gente que nos ha acompañado, chiringuito y atracciones”, desde la noche del sábado.
También valoraba la jovialidad de las numerosas peñas que se reunían bajo entoldados y al pie de improvisadas cocinas campestres, a base de leña del entorno, para disfrutar en amistad y familiaridad una jornada tan señalada en el calendario festivo torteño.
“Aquí el visitante es acogido hasta tal punto de que quien no tenga conocidos, con tal de ir de peña en peña es invitado y agasajado para pasar de la mejor manera este día en la pradera de San Isidro”, apostillaba Toledano para glosar la hospitalidad torteña.
También por este motivo regresan a la localidad personas que en su día hubieron de dejar Brazatortas por diferentes motivos pero que “vienen en este día porque lo recuerdan desde su infancia”, en palabras de un alcalde ávido también de estos reencuentros.
A las diez de la mañana salía en procesión en andas y a pie, desde el templo parroquial de San Ildefonso, la imagen del patrón de los labradores para, tras el trasiego de distancia de kilómetro y medio, celebrar una hora después la misa de campaña que oficiaba el párroco.
Iván Bastante, que aunque ya lleva tiempo ejerciendo aquí su ministerio sacerdotal se estrenaba ayer en esta celebración, reconocía el “gozo y mucha alegría comprobando el entusiasmo que hay en este ambiente de amistad y de familia que hay”.
Y con él, un grupo de seminaristas que pasaban el fin de semana para conocer Valle de Alcudia y “también la gente buena que hay aquí y es tan acogedora que los está tratando como si fueran de aquí del pueblo”, valorando así la calidez humana de la comarca.
El párroco también aludía a la restauración de la talla durante la pandemia, pudiendo ser de nuevo contemplado en la procesión en la que se trajo el primer día de triduo, cuando se volcó la población como síntoma de la “fuerte devoción y la santificación por medio del trabajo que se agradece a Dios y los frutos que da el campo”, refería Bastante.
Con todo, el alcalde indicaba haberle dado gracias al santo porque, “después de salir de lo peor de la pandemia, nos ha dado una primavera lluviosa”, concretando que hay zonas de hierba para pastos animales que levantan incluso medio metro en el Valle de Alcudia.
“Después de muchos años, san Isidro se ha apiadado de nosotros, ha recuperado la lluvia y ha dicho, salimos de la pandemia y además de eso va a haber una buena primavera para el sustento de lo que es aquí la vida económica aquí que mayoritariamente es ganadería”, apostillaba Toledano.