‘Almodóvar en miniatura’, el inmersivo viaje al pasado que ha construido, a escala, Rodrigo Lara Acero

Inaugurada el día de san José y con una muy buena acogida durante aquellas fechas, la espléndida exposición ‘Almodóvar en miniatura’ vuelve a disponer durante esta época de Semana Santa en abril de una nueva oportunidad para admirar el pasado de la localidad.

Rodrigo Lara Acero está obsequiando al fin a propios y extraños con este proyecto tan personal que inició hace años para retratar a escala, pero con todo lujo de detalles, cómo y de qué se vivía en la Almodóvar del Campo hasta al menos mediados del pasado siglo.

En la inauguración, este entusiasta y minucioso vecino agradecía al alcalde, José Lozano la posibilidad de exponer al completo “esta preciosa colección de maquetas y miniaturas que tanto gusta a la gente de mi pueblo y de los alrededores”.

Aludía así a la puesta a su disposición de una sala del edificio de Francisco Laso en el 26 de la calle Corredera, que años ha ejerció la función de casa de la cultura y daba cobijo a la biblioteca municipal y que, así, se reabre a modo de museo etnográfico a escala.

“Era algo que nos hacía mucha falta después de tres años sin poder verlo, porque no había un local adecuado”, explicaba Rodrigo, quien venía haciendo las delicias de visitantes en diferentes ediciones de la Feria de Marzo. Luego, la pandemia también lo retrasó todo.

Muy posiblemente por eso pide “a Dios salud para disfrutarlo muchos años y seguir haciendo cosas mientras pueda”, con el deseo de que este pequeño gran museo etnográfico de la Almodóvar del Campo de antaño sirva para afianzar el rico acervo local.

Así se lo reconocía el propio alcalde, José Lozano, quien participaba en la inauguración junto a otras compañeras del equipo de Gobierno y daba las gracias a Rodrigo por este minucioso aliciente en torno a la cultura más popular de la población. 

“Me siento muy orgulloso de personas que buscan en la historia de Almodóvar del Campo y la recrean de esta manera, para que nuestras niñas y niños no se olviden, incluso algunos adultos y mayores no tampoco lo hagan. Así ha sido nuestra población, lo es y lo será”.

También felicitaba a su familia, a su esposa Ángela y a sus hijas Mercedes y Ángela, “porque me consta que también han puesto ese granito necesario para ayudar a su padre”, además de ser grandes entusiastas de las tradiciones más propias del lugar.

Lozano abundaba en que “evidentemente Almodóvar del Campo existirá mientras lo tengamos presente tal y como lo tienen personas como Rodrigo, con tantos espacios como ha puesto en esta exposición que, ciertamente, merece un espacio mayor”.

“Ésta es una formidable manera de que todos conozcamos lo que era nuestro pueblo y sus espacios más emblemáticos; muchos de ellos se conservan y hay otros que no tal y como están hoy en día y que hay que intentar recuperarlos”, apuntaba el primer edil.

Con todo, añadía el alcalde, “espero y deseo que Almodóvar en miniatura pueda ser visitada por mucha gente, primero por gente de nuestro pueblo, también de la comarca que me consta que en la Feria de Marzo mucha gente ya lo admiraba y del resto de la región y de nuestro país”.

Fidedignos reflejos de postales urbanas

La muestra propone un itinerario para recrearse, en torno a sitios y a hitos perdidos como la siembra, la elaboración de harina, aceite o vino, hoy muy mecanizados, pero cuyos usos y costumbres más tradicionales se mantienen en el ideario colectivo almodovareño.

El recorrido parte de la entrada al casco urbano llegando desde Puertollano, con una representación fidedigna, como las del resto de estampas reproducidas, del monumento a los encierros taurinos y el molino de don Quijote de La Mancha a sus espaldas.

Y la siguiente parada es también la puerta temporal desde la que asomarse, en primer lugar, a aquella antigua plaza de toros que, madera mediante, se ponía cada septiembre de la década de 1950, en la Plaza Mayor, cuya cuadratura hacía que el recinto tuviera esa forma tan característica.

“Estuvo colocándose ahí hasta el año 1959, que yo era pequeño y aquel último día de septiembre se saltó un toro y se escapó”, refería Rodrigo como anécdota desde la que indicar como al año siguiente el emplazamiento taurino se inició ya en ‘Las Eras de Marta’.

Y durante todos aquellos años, el entablado recinto taurino tenía la particularidad de que por las noches festivas daba paso a sala de cine al aire libre, “que por entonces era mudo y esa era la diversión que teníamos”, rememora el artífice de ‘Almodóvar en miniatura’.

El siguiente alto es, rodeado de varias de las altas torres fabriles propias del lugar, el emblemático Pilar de Abajo, uno de los que surtía a la población de líquido elemento en tanto no llegó a canalizarse el agua potable domiciliaria hasta medida la década de 1960, pero que todavía hoy sigue generoso para quienes se acercan hasta sus inmediaciones.

“Aquello se llenaba de gente y era una fiesta, todo el mundo allí con burros unos, con carros otros o con cántaros en la cadera y en la cabeza y era una fiesta porque le dábamos al chinchorreo como no había televisiones ni nada; allí se hablaba mucho”, dice jocoso.

Lo mismo que en el Pilar de Ladrón “que era más pequeño y que en vez de tener cuatro grifos como el de abajo, tenía dos”, con la particularidad de que se ubicaba rodeado de verjas en la isleta que hoy día regula sirve solo el tránsito rodado en la Glorieta del Carmen.

Labores de campo al uso de antaño

Esas estampas más urbanas dan paso a la zona que recrea la actividad agraria y de transformación más tradicional que de siempre caracterizó a la población en su faceta de actividad económica, fuera secano, regadío, viñedos u olivares.

Así, la primera parada deja contemplar mulas arando y sembrando trigo, “que con estos animales antes duraba mucho, entre octubre y noviembre y ahora con los tractores es otra cosa”, en alusión a esa evolución de los tiempos también en torno a labor sementera.

La describe Lara indicando que “primero va un hombre sembrando el trigo, las mulas por detrás enterrándolo, otro labrador iba tirando abono y detrás iba otro más con mulas tirando del rulo, rulando la tierra y ya a esperar el trigo”.

Era algo que llegaba en torno al mes de julio, cuando tenía lugar su “siega y se llevaba a las eras para trillarlo y cosechar el trigo, que todo eso hacíamos a mano porque entonces no había maquinaria y había que ablentarlo con una horca”, explica.

Y una vez separada la paja del grano, éste se llevaba en carros hasta el Silo, cuya majestuosa recreación también llama la atención, al igual que la de la Fábrica de Harinas ‘La Purísima’, una de las que compraba finalmente el grano para su transformación.

En este recorrido que se propone por el Almodóvar del Campo más añejo, tampoco podía faltar el típico plantío de viñas, “donde íbamos con las espuertas y aunque ya están muchos arrancados todavía quedan algunos”.

Cuando se recolectaban, las uvas se llevaban a las bodegas que antaño existían en la localidad, “como el jaraíz de ‘Malagón’ que aquí tenemos y donde se molían y el líquido iba a las tinajas, en este caso en la bodega del ‘Cacho’ que también la he puesto”.

En este caso el nivel de detalle es de nuevo sorprendente pues, refiere Rodrigo, “que es igualita, con diez tinajas y la escalera de caracol que tiene 22 escalones, porque fui a verla y conté sus escalones”.

Las huertas están representadas en la de ‘Pío’, “que está yendo a los ‘Ardales’ a la derecha y es una de las más antiguas”, señala el anfitrión. En ella vemos un borrico sacando agua de la noria, así como al hortelano que, “tras cavarla tierra, va al chozo a desayunar huevos y magras y la hortelana está lavando la ropa, con el niño puesto a la sombra”.

Y a continuación, “están los aceituneros cogiendo aceituna, que echan a la espuerta y de ella al saco y del saco a las mulas para llevarlas a la báscula, donde las pesaban y las echaban al suelo, mientras un hombre cargaba la tolva con la pala”, describe Rodrigo.

Era ésta, la labor almazarera, otra de las señas de la producción agraria local tal y como se aprecia en la muestra, donde no falta el rulado del molino del que mana “el aceite de oliva por un lado y el alpechín por otro. Y el aceite refinado lo echaban en jarros y se llevaba a las casas”.

Y así se completa un álbum en tres dimensiones, palpable, con elementos articulados para que la recreación sea una experiencia casi inmersiva y sirva para recrear de la mejor manera el movimiento que tenía la población, sus lugares urbanos y sus labores rústica.

Para poder disfrutarla aprovechando las vacaciones por Semana Santa, se abrirán las puertas este Jueves Santo, Viernes Santo, Sábado Santo y Domingo de Resurrección, en horario continuado de once de la mañana a una y media de la tarde, en grupos de un máximo de seis personas.

Casi tres lustros ya de dedicación

El origen de este proyecto tuvo forma de carro de la trilla del trigo en la era. Fue lo primero que Lara Acero hizo. 

Corría el año 2009 y Rodrigo quiso emplear su tiempo libre en casa, circunstancia a la que concurrió su imposibilidad de salir hasta no estar plenamente repuesto de una cirugía abdominal.

“Se me ocurrió entonces hacer el carro y como ya me jubilaron quise seguir haciendo estas cosas, también a ratos perdidos y aprovechando el tiempo que me sobra lo dedico a esto con mucho cariño, porque me encanta hacerlo”, explica.

Dice que le lleva mucho tiempo hacer cada una de estas estampas. Nada de extrañar a tenor del nivel de detalle y rigurosidad pretendido, además del gasto económico que le supone costear materiales que utiliza, algo que le resulta ‘peccata minuta’ con tal de ver representados sus recuerdos de antaño.

La guinda de los chascarrillos más castizos

Coronando las mesas donde descansan las diferentes escenas, Rodrigo ha querido mostrar fotografías antiguas y, sobre todo, transcribir dichos de la época, jocosos y con no poca ironía fina, muchos de los cuales dan forma a un refranero típicamente local.

Uno de los que más celebra es el cantar que se le decía a los quintos cuando se iban a la mili, mucho antes de que él mismo tuviera que hacer el servicio obligatorio: ‘Si te toca te jodes que te tienes que ir, que la Feria de Marzo no la pasas aquí’.

Las tareas del campo también tenían lo suyo, como en el caso de los aceituneros: ‘Tenemos un capataz que no nos lo merecemos, nos levanta con la estrella y nos mete con lucero’. O, con el mismo sarcasmo, ‘ya se está poniendo el sol y hacen sobra los terrones y el tuno del capataz qué mala cara nos pone’.

También se aludía a la calidad del fruto diciendo ‘En los molinos de aceite siempre hay que decir, si es menuda, que tó es hueso y si es gorda que tó alpechín’, o a la cantidad ‘Acetuneros del pío-pío, ¿cuánta aceituna habéis cogío? Fanega y media y el culo frío’.

Los viñedos también tenían lo suyo. ‘Cada cosa a su tiempo y uvas en habiendo’ y ‘Por Santiago y santa Ana tellan las uvas y por la Virgen del Carmen ya están maduras’. También la siega, al escucharse ‘Si oyes en marzo tronar, prepara la media y el costal’.

Lógicamente la climatología y el deseo de la lluvia eran otros argumentarios, alguno en intercambio dependiendo del sujeto que lo decía: ‘Agua, Dios, que venga mayo, que estoy ajustao por años’ y el amo podía replicar ‘Agua, Dios y mayo venga, que si no vas a arar irás a por leña’.

E incluso ripios de Carnaval como aquél que se pudo escuchar una vez y permaneció fresco mucho tiempo: ‘El agua de Ladroncito baja por la Corredera, pa que lave las sardinas Gregoria la calderera’. Y continuaba, ‘Señores de Ladroncito también tenemos que hablar, que han puesto unos caños nuevos y ahora no valen pa ná. Ha llegado un ganadero y le ha apretado al botón y viendo que no caía agua, le dio con el garrotón. Por ahí lo andan buscando y no lo podían encontrar, pa sarcarle las pesetas al pobre del mayoral. Al soldar la tubería ha venido un golpe de agua, se ha llevado la bodega la Bartola y hasta el ventorrillo del guarda’.

En definitiva, ‘Almodóvar en miniatura’ ofrece un viaje al pasado que destila amor y cariño para ofrecer al visitante la posibilidad de aprender de épocas ya extintas en el caso de los más jóvenes y para revivir con emoción aquello que quienes suman hoy años lo que sus recuerdos atesoraron en su día.

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