El abrazo del oso

Ahora que Rusia ha decidido continuar con la ocupación de Ucrania que inició en 2014, conviene tomar cierta perspectiva para conocer por qué se ha producido esta situación en la que el Presidente ruso, lo primero que ha hecho ha sido negar la soberanía ucraniana.

Este país eslavo fue colonia de Grecia, de Roma y del imperio Bizantino. Su origen está en la Rus de Kiev a finales del siglo IX que llegó a ser el país más poderoso de Europa hasta que, en el siglo XIII, fue invadido por los mongoles. Luego formó parte del Gran Ducado de Lituania y de la república de las Dos Naciones. En algún momento, parte de su territorio lo invadió el imperio austriaco y el otomano. Pero sobre todo, ha estado sometida por Rusia, parcial o totalmente, durante siglos.

Pero más allá de estos antecedentes, hay que saber que este territorio se convierte en Estado al finalizar la Primera guerra mundial. En aquel conflicto los ucranianos estaban divididos. Unos pertenecían al luego derrotado y desaparecido imperio austrohúngaro y, otros al imperio ruso.

Como ganadores de esa guerra y por el éxito de su revolución, la URSS —heredera del imperio ruso—, permitió la República de Ucrania, pero dentro de la Unión Soviética, con la idea de rusificar el país.  

En los años treinta, con Stalin, se produce la represión de gran parte del campesinado que se oponía a la colectivización, imponiéndoles la Ley de Espigas que condenaba, hasta con pena de muerte, a quienes sustrajeran los productos de las cosechas. Ello provocó hambrunas —conocidas como Holodomor— que causaron millones de muertos. Hubo desplazamientos masivos de población para diluirla en territorio ruso. Se deportó a los gulags siberianos o se recluyeron en presidios a muchos opositores, algunos de los cuales acabaron ajusticiados.

Tras la muerte de Stalin, Crimea fue cedida por la Federación Rusa a Ucrania. Y en 1964, nombraron Secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, al ucraniano Leónidas Brézhnev. Ninguno de estos gestos evitó que permaneciera en la memoria colectiva de los ucranianos, la represión y la masacre sufridas por su pueblo.

El estatus de República Soviética lo mantuvo hasta 1991 año en el que, tras un rocambolesco golpe de estado, se desintegra la Unión Soviética y Ucrania se convierte en república independiente. Se integra en la CEI —Comunidad de Estados Independientes—, ente político creado para mantener vínculos comerciales entre algunas de las repúblicas que formaban la extinta URSS, pero en 2014, decide abandonarla.  

La gran mayoría de la población ucraniana desea aproximarse a occidente, debido a la grave depresión económica que, durante más de diez años, ocasionó la descomunización del país y, por la emigración masiva de su población, después de la independencia. Tras largas negociaciones con la Unión Europea, se alcanzaron unos acuerdos de asociación que quedaron pendientes de firma.

 Pero el presidente del país, Viktor Yanukovich, se negó a hacerlo reforzando los lazos con Rusia, lo que generó una oleada de violentas protestas a finales de 2013, conocidas como Euromaidán, que concluyeron con centenares de muertos y convocando elecciones.

El presidente electo retomó los acuerdos con la Unión Europea, obviando los acuerdos con Moscú. Esta decisión provocó que Rusia, en 2014, invadiera la península de Crimea y que incitase la secesión de las repúblicas prorrusas del Donbás, —Donetsk y Lugansk— que ahora han sido reconocidas por Moscú.

La posible integración de Ucrania en la OTAN es estratégica para la Alianza Atlántica que le permite acceder al codiciado Mar Negro. Y para el país de los cosacos, por la seguridad que le ofrece frente a su vecino. En cuanto a los acuerdos comerciales, a la U.E. le interesa por ser un potencial socio de cuarenta millones de habitantes. Y a Ucrania, porque recibiría los deseados fondos europeos.

Pero Rusia ve un riesgo grave para su seguridad el tener tan cerca de sus fronteras a las fuerzas de la OTAN. Además, cree que su país perderá influencia y un mercado que, hasta ahora, había sido cautivo. El actual presidente de Ucrania, Volodimir Zalenski, tiene prevista la integración en ambas instituciones occidentales para 2024, algo que no se puede permitir Vladimir Putin, por lo que ataca a Ucrania.

Ahora que han empezado las hostilidades, el problema  va a ser difícil de resolver. Esta escalada bélica puede provocar el conflicto de mayor dimensión en Europa desde la segunda guerra mundial.

Pero debemos saber que, en la zona occidental, el 95% de la población es ucraniano parlante mientras que en la oriental, el 95% tiene el ruso como lengua materna. La diversidad histórica, religiosa y cultural del país hace complicada la convivencia con Rusia, pero cerca del 15% de su población mantiene una estrecha relación con el poderoso vecino.

El abrazo del oso ruso no lo desea Ucrania que, acostumbrada a estar sometida, ahora desea liberarse definitivamente de ese yugo. Esperemos que tenga suerte.

Manuel Fuentes Muñoz
En otoño