Pero en esta ocasión, a través de estas líneas y como cofrade que también soy, quiero rendir un homenaje a todos esos hombres y mujeres que a lo largo de la historia reciente de Ciudad Real, desde la fundación de las hermandades y cofradías más antiguas a las más nuevas, han contribuido a que nuestra Semana Santa haya alcanzando la importancia que tiene actualmente. Y también, como no podía ser de otra manera, a todos los hombres y mujeres que continúan a día de hoy haciendo posible que la Pasión Cofrade siga creciendo en los corazones de los ciudadrealeños y ciudadrealeñas y que continúe arraigando en las generaciones futuras.
Miles de ciudadrealeños y ciudadrealeñas, de todas las edades y de todas las condiciones están ya preparados para salir a las calles, para vivir estos días intensamente: penitentes, costaleros, capataces… cofrades en general sin los que, sin duda, la Semana Santa de Ciudad Real no sería lo que es.
Miles de personas que, movidas por la fe y la tradición hacen posible que, a pesar de la crisis de valores que muchas veces azota a nuestra sociedad, la Semana Santa lejos de ir a menos haya ido a más, año tras año, gracias a la inmensa labor y al arduo trabajo de las hermandades y cofradías de nuestra ciudad que se esfuerzan durante estos días y a lo largo de todo el resto del año no sólo para que sus estaciones de penitencia recorran las calles con la dignidad, el respeto y el recogimiento que merecen sus Titulares, sino también para que los valores cristianos afloren día a día en nuestros quehaceres cotidianos y en nuestras vidas.
Porque pertenecer a una hermandad o a una cofradía es mucho más que ponerse la túnica o el costal en la estación de penitencia, es una forma de vida, es vivir día a día poniendo en práctica los valores cristianos: el amor, la caridad, el respeto al prójimo, el sacrificio, el perdón, la esperanza…, unos valores que son, al fin y al cabo, nuestros valores fundamentados en el Humanismo Cristiano y que son unos valores universales.
Esos valores son los que representan las imágenes y las escenas de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo que, una vez más -y esperemos que el tiempo no lo impida como ha hecho en los últimos años-, sacarán nuestras hermandades y cofradías para recordárnoslos y también para disfrutar de la riqueza y la belleza patrimonial de la imaginería, de los pasos y de los ornamentos, que poco a poco ha ido atesorando nuestra Semana Santa.
Dispongámonos, pues, a vivir la Semana Grande de Ciudad Real, a compartir el respetuoso discurrir de nuestras hermandades y cofradías, a recordar los valores que deben presidir nuestras vidas y a disfrutar de las bellas imágenes que nos dejan nuestros Titulares a su paso por la Plaza Mayor, la Catedral, el Callejón de la Merced, San Pedro, la Plaza de las Terreras o la Plaza de Santiago, rincones emblemáticos donde la Semana Santa alcanza su máximo esplendor.