La mayor parte de los desastres financieros de Caja Castilla-La Mancha tienen su origen en el mismo sitio: Aeropuerto de Ciudad Real. No sólo porque la Caja invirtiese cerca de 400 millones de euros en el Aeropuerto, sino porque algunos de los empresarios antes nombrados (a los que se les prestó un dinero que ya nunca volverá) son precisamente accionistas del mismo.
No voy a cebarme y sólo pondré algunos ejemplos concretos, pero todo hemos visto a cerca de una veintena de nuestros políticos hablar de los infinitos beneficios económicos y sociales que traería consigo el Aeropuerto de Ciudad Real. Recuerdo especialmente las declaraciones de Julián Sánchez Pingarrón, que resumió en apenas una frase todas esas patrañas que nos vendieron: «El Aeropuerto de Ciudad Real generará mucho empleo y riqueza para la región». Ya lo estamos viendo, ya. En cuanto al empleo, el Aeropuerto comenzó con 300 trabajadores (entre directos e indirectos), y ahora, seis meses después, despedirá a entre un 10 y un 20%. Juan Antonio León Triviño colocó en su momento a estos 300 empleados como escudo para que se abriese el Aeropuerto a pesar de no cumplir con la Declaración de Impacto Ambiental e insinuó que los despediría si el Aeropuerto no abría. Ahora, con el Aeropuerto abierto, parece que los trabajadores ya no importan tanto, con lo que el argumento del empleo cae por sí solo.
En cuanto a la riqueza… en fin, qué decir. Los ciudadanos de a pie aún no hemos visto llegar esa riqueza. En todo caso la verán los empresarios que se beneficien de la modificación de la Lotau y comiencen a abrir negocio en torno al Aeropuerto. Al resto de ciudadanos, las únicas noticias económicas del Aeropuerto que nos llegan es que gracias a él, el Banco de España ha tenido que intervenir Caja Castilla-La Mancha. Otro argumento por los suelos.
Así las cosas, resulta que el Aeropuerto de Ciudad Real, un proyecto llamado a crear empleo y riqueza, al final está consiguiendo precisamente el efecto contrario.
Lo cierto es que servidor está deseando ver qué declaraciones hacen los políticos de Castilla-La Mancha ante esta intervención. Sobre todo estoy deseando oír al presidente, José María Barreda, que ayer permaneció totalmente mudo. Pero no se preocupen, que Barreda es especialista en darle la vuelta a la tortilla y echarle cara a todo: cuando el Ministerio de Fomento negó al Aeropuerto las licencias de vuelo, Barreda, lejos de reconocer culpas, dijo que si el Aeropuerto no había abierto antes no era por negativa de Fomento, sino por el «exceso de celo» de los dirigentes del Aeropuerto. Y tan ancho que se quedó. Con el tema de CCM también se le ha visto desenvuelto, cantando las alabanzas y el alegre porvenir que nos esperaba con que la absorbiese Unicaja y ‘pidiendo’ a los medios de comunicación que evitasen las palabras «absorción» o «intervención», y que usasen mejor «fusión», que es bastante más bonita.
Sinceramente, estoy deseando ver qué dice al hilo de esta definitiva intervención. Por lo pronto, en la web de la Junta ya se ha colgado una nota de prensa en la que el gobierno regional afirma valorar positivamente «las garantías ofrecidas por el Banco de España a CCM». Atención porque en un situación tremendamente tensa Barreda ya le ha echado humor a la cosa. ¿Qué hará dentro de unos días, cuando la presión haya bajado y su intelecto le permita idear excepcionales argumentos positivos? ¿Dirá que esta intervención es positiva para todos los castellano-manchegos? ¿Dirá que CCM no ha sido intervenida, sino que su «exceso de celo» le ha hecho acudir al Banco de España por si hubiese alguna cosilla suelta? ¿Dirá que el hecho de que tantos bancos se interesen por CCM es síntoma de la buena gestión que se ha hecho?
Y, sobre todo, ¿cuánto tardará Hernández Moltó en conseguir un buen empleo? ¿Cuánto tardará la Junta de Castilla-La Mancha en favorecer de nuevo los negocios privados de los empresarios amigos de Barreda?
Pero no pasa nada, no se preocupen. No culpen a Barreda, ni a Hernández Moltó, ni a Domingo Díaz de Mera, ni a Ignacio barco, ni a Román Sanahuja, ni a Pedro Román, ni a nadie cuyo patrimonio sea mayor de 20.000 euros. Ya dijo Nemesio de Lara que la culpa de que los proyectos vayan mal la tenemos los que los criticamos. Así que a partir de ahora queda impuesto el talante optimista ante todos los proyectos que se les ocurran a nuestros políticos o empresarios, aunque sepamos que sólo servirán para enriquecer a unos pocos y empobrecer a la mayoría.
Y al que critique, demanda al canto.