El consumo era poco porque el atraso consume poca agua. Pero entonces vivíamos la estrechez con insolencia infantil. Las mujeres esperando turno en la fuente para llenar el cántaro previa presentación del obligado cartón de cupones, era una escena tan real como las piedras que nos lanzábamos en las guerras callejeras.
En el trayecto de Puertollano a Ciudad Real no era difícil contemplar el Jabalón con cierto vigor en su acopio otoñal o en su adolescencia primaveral regada de aguas abrileñas. La laguna de Almodóvar, con su breve oleaje de mar diminuto era cita obligada en cuanto llegaba el buen tiempo. Y la de Caracuel con sus puestos de patos, tan visible desde la AISA, nos parecía majestuosa. El Bullaque era nuestro Amazonas. Territorios lacustres allende la comarca nos quedaban remotos pero sabíamos de su existencia. En Daimiel había barcas planas sin quilla y las Lagunas de Ruidera eran como los grandes lagos norteamericanos. El agua estaba en todas partes. El riego de calles, patios, corrales, cines de verano, paseos y terrazas formaba parte del ciclo.
La huerta de Argamasilla era la despensa de la ciudad minera y en sus albercas chapoteaban chiquillos en cueros. Estábamos tan adiestrados al agua que incluso éramos capaces de jugar al fútbol en el campo de arena de los Salesianos cuando después de un chaparrón se convertía en una viruela de charcos. Cuando había tormenta bajaba la reguera casi de parte a parte de la calle y en la calma, desinfectado el arroyo por la nube, jugábamos a barcos con trozos de palo.
El agua nos rodeaba, éramos islas. Cuando llegó el primer anuncio de agua embotellada que vimos en blanco y negro en la casa del practicante, nos echamos a reír por la tontería de embotellar agua para venderla y lo que es peor, la de comprarla. Hoy la charca no da abasto y el consumo ha crecido exponencialmente porque el bienestar es insaciable.
Ayer fue el Día Mundial del Agua… Dulce. La minoritaria agua dulce en el parlamento oceánico del Planeta. Hemos avanzado. Además de las políticas necesarias para una buena gestión, está el compromiso personal, anónimo, doméstico, que convierta en una irresponsabilidad un grifo tontamente abierto…