Es la mujer la que cumple un papel social impagable, la que mantiene la familia, la economista doméstica, la que suple la falta de guarderías, de residencias para mayores; la que sufre la llegada real de la Ley de Dependencia, cuadrando el círculo para que no falten ingresos y no falte de nada en casa. El ahorro que tiene el Estado por servicios que hace la mujer, hoy por hoy, no está compensado con medidas concretas y eficaces que acaben con la desigualdad y que impulse un proceso de transformación social que redistribuya también el trabajo productivo y el doméstico y acabe con la violencia de género.
Ahora que necesitamos de buenos gestores, las mujeres, que son las que saben cómo gestionar un presupuesto, lo que es hacer equilibrios en una casa para llegar a fin de mes, hacer realidad cada día el milagro de “los panes y los peces”, son pieza clave ante un escenario como el que estamos viviendo, en el que se ha negado la crisis pese a que todos los índices apuntaban hacia ella y en el que pocas medidas que se han tomado han sido tarde e improvisadas. Ahora, digo, sois vosotras las que, en muchos casos, habéis tenido que tirar del carro.
Por eso, todo lo que la mujer ha ido conquistando: cotas de libertad y derechos, no se puede ver alterado ni experimentar un retroceso porque sean las mujeres quienes sufren en primera persona el azote de esta crisis económica; hay que evitar que la dinámica innovadora de la que se caracteriza este colectivo se vea reducida por las exigencias de la situación y no se pueda avanzar en políticas de igualdad.
Aún falta por recorrer mucho camino para erradicar la discriminación basada en el sexo, que padecen todavía muchas mujeres, especialmente en el tercer mundo, y la violencia y el maltrato, y la igualdad laboral plena, que se produce en el primer mundo, pues no debemos olvidar la altísima cifra de mujeres que mueren a manos de sus maridos o compañeros y que en el ámbito laboral, la tasa de desempleo es mayor en el colectivo femenino.
Precisamente por este panorama, la lucha de las mujeres tiene que continuar hasta conseguir la plena igualdad; algo que no es un sueño ni una quimera, algo que, a través de la educación de las futuras generaciones, es posible conseguir.
Estoy convencida que con la mejora de la situación de la mujer se beneficia toda la sociedad y que esta mejora pasa, sin duda alguna, por políticas que tiendan a conciliar la vida laboral y familiar pues no debemos olvidar y sí reivindicar en voz alta que las mujeres somos a la vez madres, esposas, enfermeras, cocineras, trabajadoras… y que por lo tanto nuestra contribución a la sociedad es impagable.
Mi reconocimiento en este día a todas las mujeres, muy en especial a las que sufren esta brutal crisis.