En nuestro país nos queda un largo camino por recorrer en cuanto a conciliación. Estamos a años luz de los países nórdicos, ejemplo siempre en todos los foros, con una larga tradición y un modelo social y empresarial consensuado por todas las fuerzas políticas como el camino idóneo para conseguir, en un corto período de tiempo, la plena conciliación entre la vida familiar y el trabajo. En un día tan significativo como el de la Mujer Trabajadora, cuya celebración debe servir para reflexionar en torno a un grave problema que afecta a la inmensa mayoría de las mujeres en nuestro país, e incluso veta el acceso al mercado laboral a otras que no pueden compatibilizar –ellas mismas o sus maridos– el cuidado de sus hogares. Ésta es una inmensa lacra que afecta a la economía del país, negando el derecho al trabajo que la misma Constitución reconoce para todos los españoles.
A pesar de contar con una legislación que respalda la conciliación, compatibilizando las responsabilidades familiares y laborales –la Ley de Conciliación de la Vida Familiar y Laboral de las Personas Trabajadoras es un buen ejemplo– o con un Plan Estratégico de Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres (2008-2011), que incluye entre sus objetivos un modelo de convivencia social y familiar más igualitario o un modelo de relaciones laborales y empleo de calidad que facilite la corresponsabilidad para la conciliación de la vida familiar y laboral, equilibrando el esfuerzo que deben realizar tanto mujeres como hombres. Cuesta la imposición de un cambio social, con roles del pasado, en una sociedad cerrada durante demasiadas décadas en un tiempo todavía reciente. Sin embargo, las nuevas costumbres y usos sociales europeos impregnan como lluvia fina todo el espectro de nuestra sociedad, modificando viejos tabúes e incorporando, en todos los niveles de la economía, a la mujer.
En cuanto a la profesión enfermera, un colectivo específico en el que las mujeres representan más del 80 por ciento de sus profesionales, viene arrastrando desde siempre su propia problemática, muy específica dentro del sector sanitario, que incide de una forma negativa en su derecho a la conciliación. Sólo hay que analizar una encuesta, realizada por el Sindicato de Enfermería en su página web, para darnos cuenta del recorte de este derecho en las enfermeras: un 93 por ciento de ellas piensa que la legislación actual no garantiza la conciliación, mientras que casi un 6 por ciento opina lo contrario. Las enfermeras se encuentran marginadas en la obtención de este derecho, sufriendo las consecuencias –como personas y profesionales– de una mala organización del trabajo en el sector sanitario. Sólo hay que remitirse a las recomendaciones de la OIT o a la OMS para darse cuenta de la presión asistencial que sufren nuestros profesionales en el sistema sanitario.
La escasez de plantilla, el trabajo por turnos, la imposibilidad de librar la mayoría de los fines de semana o tener que elegir entre familia y profesión es algo a lo que la gran mayoría de las enfermeras están más que habituadas. El Sindicato de Enfermería considera que la conciliación de la vida familiar y laboral tiene que ser un derecho de la mujer trabajadora, tal como aparece en la legislación actual; no, como ocurre en la actualidad, una dádiva de las distintas gerencias.
La conciliación en el mundo sanitario es el gran reto que tiene el Gobierno y la sociedad en general. Sus profesionales, con horarios espartanos, son los grandes perdedores en cuanto a conciliación familiar y laboral. Ya es hora de que se ponga fin a la merma de un derecho tan básico como éste.