El señor Kafka murió joven y con ello se libró, según los historiadores y exegetas de su obra, del destino que el Tercer Reich deparó a los judíos de Checoslovaquia. Al parecer, sus hermanas, las de Kafka, perecieron en los campos nazis, mientras que nuestro hombre, Kafka, yacía en su tumba consumido por el tiempo, por los gusanos y por el olvido.
En esto último, el propio Kafka se equivocó, pues su amigo Max Brod nunca obedeció sus instrucciones de destruir las obras de uno de los escritores más grandes del Siglo XX. Admirado por Borges y adelantado a su tiempo, Franz Kafka expresó con una prosa austera las pesadillas del mundo occidental incluso antes de que estas tomaran forma. Así definió el propio Kafka el arte de Picasso: según Kafka, el pintor español era capaz de detectar las deformidades de su época mucho antes de que las excrecencias de la sociedad occidental se mostraran para otros.
Al parecer, y según la ciencia psiquiátrica, el señor Kafka padecía algún tipo de dolencia mental: tal vez una psicosis, quizá una esquizofrenia o, seguramente, un exceso de lucidez. Sea como fuere, su extraña visión del mundo que le tocó en suerte al nacer ha llegado hasta el siglo XXI para recordarnos las pesadillas de nuestro propio tiempo: la despersonalización de la burocracia (extrapolable, hoy, al sector público, las multinacionales y las grandes corporaciones), el trato distante entre los ciudadanos, la desconfianza hacia el prójimo… Los tormentos de la soledad y del aislamiento, que muchos otros escritores trataron antes y después de él, fueron para Kafka una obsesión, como así se desprende de la lectura de sus tres novelas, una de las cuales traemos aquí. El desparecido, La metamorfosis y El proceso son el aviso de que las cosas se pueden poner muy mal a poco que uno se descuide. Tal vez, para los amantes de lo trascendente, Kafka fuera una especie de profeta que avisaba a los europeos del mogollón que iban a liar unos y otros: nazis, comunistas, socialistas, anarquistas y, también, demócratas, monárquicos, imperialistas, racistas, colonialistas, liberales, conservadores. Sin olvidar a los enteraos. Todos juntos, en comandita, crearon el escenario propicio para que Kafka resultara ser, se ha dicho, un pseudo profeta del Apocalipsis, un heraldo de la alienación. El absurdo de la vida en este valle de lágrimas retratado en El proceso como la historia de un hombre que, de la noche a la mañana, pasa a convertirse en presa de una maquinaria administrativa impía que le hunde en el mayor de los terrores: ser atacado por un enemigo invisible, casi inexistente, desconocido. Y por ello, letal. Absténganse los amigos de los finales felices, los desenlaces con boda y los descubridores de misterios pseudomedievales y gilipollescos.
El lobo solitario.
19 palabras:
«Jemand musste Josef K. verleumdet haben, denn ohne dass er etwas Böses getan hätte, wurde er eines morgens verhaftet.»
(Alguien debió haber calumniado a Josef K., porque sin haber hecho nada malo, una mañana fue detenido.)
De las obras literarias universales habría que conocer las primeras palabras en la lengua original.
«En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…»
«El Proceso», de Kafka, se inicia con esas diecinueve palabras. Y comienza, de hecho, un thriller angustioso.
Para mí hay tres palabras, de esas diecinueve, que me podrían inquietar como lector al iniciar la lectura: Jemand (alguien) y etwas Böses (algo malo). Ese «alguien» indeterminado (¿con cuentas pendientes que ajustar, sin motivo…?) y ese «algo malo» que permite a nuestra imaginación adentrarnos en la turbiedad, la malignidad…que forman el decorado de la obra
También llama la atención el nombre del acusado: Josef K. (JK), iniciales del Judío Jesús (Christus, fonéticamente Kristus en el original alemán), de una edad aproximada a la de Josef K.
O quiere leerse como una tragicomedia de época, que refleja el ambiente corrupto y pequeño burgués del imperio austrohúngaro en tiempos del emperador Francisco José (Josef).
Mucho se ha escrito, y aunque en la era digital se escriba y lea menos, mucho menos, no esta mal la recomendación del articulista de adentrarse en su lectura. Y dan que pensar sus posibles derivadas referidas al tiempo actual.
Bueno, de difícil y dura lectura. Solo recomendable para los fans de lo ‘kafkiano’……