Me avergüenzo de ti

toro“En la tarde del 19 de Febrero de 2009 y al finalizar el discurso inaugural de la XI Feria Mundial del Toro en Sevilla, seis activistas de Igualdad Animal irrumpieron con pancartas pidiendo la abolición de la tauromaquia y el respeto hacia los animales con lemas como: “Abolición” o “Derechos ya para los animales”. Los seis activistas fueron desalojados entre las agresiones de los taurinos quienes lanzaron vasos, dieron patadas y golpes.”
Siempre es interesante (no necesariamente constructivo) leer los comentarios a las noticias en meneame y en compensación a mi ausencia de estos días le voy a hacer un pequeño resumen de los que se hicieron a propósito de este vídeo, querido lector: algunos meneadores dicen que aquello fue un delito por parte de los manifestantes (alteración del orden público, para ser más exactos), pero uno de los activistas sale en su propia defensa y dice que no son cuatro aficionados con ganas de llevar la contraria y que lo que hicieron estaba perfectamente estudiado; por eso nadie ha podido querellarse contra ellos.

En los comentarios también tenemos el clásico debate pro y anti taurino y lo que a mí me lleva a escribir esto que sigue es la defensa de los toros de uno de los meneadores alegando que intelectuales como Hemingway, Ortega y Gasset o Cela disfrutaron y defendieron a capa y espada el arte del toreo y eso, dice, es motivo suficiente para mantener esa tortura por los siglos de los siglos.

¿Sabían que los Estados Unidos de América están poblados de réplicas de la Estatua de la Libertad? También existen copias en ciudades de otros países (en Tokio, por ejemplo) y aunque el nombre de la imagen suena bien─ ¿quién no querría un homenaje a la libertad en su territorio?─ lo cierto es que los americanos se la pidieron primero y ya no hay nada que hacer: es una de sus señas de identidad y la utilizan para identificarse. También son el icono por excelencia de la comida basura y así se mueven, entre la cal y la arena de las etiquetas con las que los no americanos (que no necesariamente anti americanos) les vamos etiquetando.
Cada país tiene lo suyo, mal que nos pese o nos importe un rábano, eso es algo impepinable.

Hace unos días les hablaba a mis caracoles acerca de una exposición sobre España que hice en el orfanato alemán en el que trabajo gracias al programa de Voluntariado Europeo. A ellos no les conté que me resultó tremendamente difícil preparar esa exposición y no sólo por el hecho de que mis conocimientos de alemán sean más que básicos, es que me negaba a hablar de toros y flamenco. Me gusta el flamenco y me gusta tanto que soy capaz de contagiar mi pasión por esa música pero esta gente lo que quería era carnaza. Querían lunares, peinetas y sevillanas y, finalmente, decidí tomármelo con humor y, a pesar de mis reticencias iniciales, incluso les enseñé la primera lección: uno coge una manzana, la muerde y la tira. Y los Ecos del Rocío les resultaron divertidos, como a mí.

No sabría explicarle cómo me sentí presentando la otra etiqueta, la de los toros. Creo que es la primera vez que siento la totalidad de la expresión “vergüenza ajena”. Siempre que un no español me pregunta acerca de esa brutalidad que es la fiesta taurina, despotrico contra tamaños salvajes y tamaña salvajada y señalo que yo, al igual que otros muchísimos españoles, no he pisado una plaza de toros nada más que para ver un concierto y no creo que la pise nunca con otros fines. Pero esta vez era distinto, no sé si me entiende, esta vez nadie me había preguntado, era yo la que tenía que ofrecer una panorámica del país y realmente me dolió y me avergonzó tener que vincularme a algo como las corridas de toros.

Lo de que haya quien siga pensando que la mujeres en España salimos a la calle con la peineta es algo que incluso me hace gracia. No me identifico con todas las “estatuas de la libertad”de España ni con la mitad de los tópicos que se le suponen a los españoles. Me identifico con algunos, pero no con todos y ni una cosa ni la otra me quitan el sueño porque, afortunadamente, uno también es cosecha propia y es lo que aprende del vecino (sea éste ecuatoriano o noruego), lo que lee en un libro o lo que escucha en la radio.

El único contacto que tengo con las corridas de toros es el del más profundo rechazo. Esa brutalidad es algo que no va conmigo y, ya que con el sentido común no funciona, diré que si ellos se aferran a la tradición española para defenderlas, yo me agarro a mi ciudadanía, a mi DNI y digo que, como española, me niego a que se siga asociando esa brutalidad a mi país. Porque aunque no tiene nada que ver conmigo, me da vergüenza ajena.

http://unmundomejorparaloscaracoles.blogspot.com/

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