David García Rodríguez escribirá otra página de su biografía personal con la Mención a la Cultura 2021 que recibe este año

David García Rodríguez bien podría retomar su diario para escribir hoy, varias décadas después, una de esas páginas con que de niño dejaba constancia de sus sensaciones e el día a día. La ocasión lo merece. Rubricar con mayúsculas el reconocimiento de Argamasilla de Calatrava a su creatividad literaria que recibe este año.

Porque la página del 10 de septiembre de 2021 bien vale ese relato interior con que dejar testimonio del sentimiento que le reporta recibir la Mención a la Cultura de 2021, según ha estimado el jurado encargado de dictaminar estas distinciones que cada mes de septiembre se otorgan en fechas de Fiestas patronales.

El muchos años después técnico de prevención de riesgos laborales para la empresa Fertiberia en el Complejo de Puertollano, casado y con un niño, ha pasado buena parte de sus 44 años cultivando esa querencia por la cultura que le antecede y que recibió el respaldo académicamente cuando dio el salto a la universidad.

“Yo recuerdo de pequeño tener mucha afición por la lectura”, apunta. “Por entonces la mayoría de los niños leía; ahora leen, pero enseguida pierden esa afición porque hoy hay muchísimas distracciones que antes no había tantas y por eso los niños leíamos y lo hacíamos hasta mucho más tarde”, alude a la realidad del actual contexto tecnológico.

Pero en su caso particular, además, como se refería arriba, escribía un diario que le gustaba mucho hacer y cuyos ejemplares conserva, cual tesoro inalterado, para releer los pensamientos de un David mucho más inocente. “Los tengo ahí todos, desde que tenía diez años, desde septiembre de 1987”.

Aquella práctica “hace que vayas traduciendo de alguna manera los sentimientos a un papel, aunque sea de una manera tosca”, refleja con humildad, pero es el germen para lo que luego llegaría en el instituto y sobre todo en la universidad, donde “ya me decanto por las letras, concretamente por la Filología Inglesa y ahí ya sigues la trayectoria de los grandes”.

Toda una oportunidad para navegar a través de literaturas tan diversas como la inglesa, la norteamericana, la francesa, la sudamericana, la alemana… “literaturas menos centrales” pero que también amplían el abanico como lector e inspiraciones a creaciones propias.

La pasión era tan desbordante entre este veinteañero por entonces que “al final estás con gente a la que le gusta lo mismo y la literatura se convierte en algo diario y obligado y querido, buscado”. Tanto que no olvida que “nos sacamos el carné de la biblioteca de Ciudad Real y encontrarnos allí los de la universidad para sacar libros, muchísimos”.

El asalto a la poesía

Y paralelamente “sigues escribiendo, pero ya de otro tipo de cosas”. Primero, la poesía, que sirvió para canalizar “toda esa marabunta de emociones que tiene uno cuando es adolescente” y rememora como “yo iba regando con poemas a todo el mundo y sobre todo chicas [sonríe con cierta timidez], pero a los amigos también”. Tantas que “hace poco me dijeron algunos que tenían un montón de poesías mías que yo les regalaba”.

Pero al final se decantó por la escritura y el relato. “La poesía y ser un buen poeta es muy complejo”, reconoce, aunque no desdeña aquellas experiencias literarias entre versos pues, “a mí me gusta tener una prosa con ciertos tonos poéticos; dejo que la poesía también al menos impregne un poquito la prosa”.

E insiste en lo complicado que entraña un arte de tan profundas sensaciones. “Es muy fácil escribir palabras que suenan muy bien y que riman y que encajan, pero otra cosa muy distinta es que eso pueda llegar a tocar en lo más hondo. Casi todo el mundo sabe hacer lo primero, pero luego lo segundo ya son palabras mayores que yo veo muy difícil”.

Y así fue como empezó también a darle al relato y se vio capaz de pergeñar argumentos válidos. “Pasado un tiempo los releía y me gustaba comprobar que no sufrían un desgaste como sí sucede con el diario de hace 30 años, salvo por que en él rememoras anécdotas o cosas vividas cuando tenía diez años. Pero al final, no es lo mismo”.

Infinidad de composiciones

Preguntado por el número de composiciones de todo género que tiene en su haber, David reconoce la dificultad de precisarlo. “De poesía no sí tendré varios cientos y en cuanto a relatos sí pueden ser 30 o 40, más otros tantos que están sin terminar y que puntualmente puede ir retomando”.

Habla de retomarlos, en ciertas épocas, porque “al final escribir un relato, al menos para mí, me lleva muchísimo tiempo, quitando los recesos obligados por otras cuestiones, pero si incluso te vuelcas en su elaboración requieres de muchos meses y cuando me hablan de novela, cuidado que eso son ya palabras mayores”.

Desde su experiencia o perfección narrativa, este rabanero entiende que “un relato bien documentado no es ponerte a escribir y ya está. Hay gente que tiene esa capacidad, pero un relato hay luego que pulirlo, hay que revisarlo muchísimas veces y eso cuesta mucho tiempo”.

Y sobre sus temáticas predilectas, dice que tiene muchas, aunque “hay una que sale prácticamente sin que te des cuenta. El amor siempre está, incluso en aquellos relatos que, en principio, no tenías intención de incluirlo y está ahí siempre. No sé por qué. pero es así. Por algo debe de ser y eso está bien”.

Y eso sin desdeñar que a David le gusta mucho jugar con el reverso de la realidad. “Es decir, a mí en la universidad me gustaba mucho el ‘realismo mágico’ y cómo se normalizaban en un relato cosas que no eran reales”, indica, para aludir a ese juego dialéctico de “desdoblar un poco la realidad sin que parezca que sea algo extraordinario”.

Por eso, tiene en los sueños el recurso en este sentido más recurrente, al permitirle “entremezclar la realidad, abriendo una puerta entre la vigilia y el sueño que los comunica, como si fueran uno a veces”.

Sus títulos propios preferidos

Entre los relatos que han emanado de su mente, dice que hay muchos por los que se decanta, “pero cuando me preguntan digo que los últimos, porque es la evolución de todo lo de atrás, donde había un trabajo más experimental”.

Sí guarda particular cariño a ‘Los colores del Tassili’, porque lo disfruté mucho visualizando una historia en la que me metí desde el principio, pero era muy experimental más descriptiva, se centraba menos en la trama.

Éste, precisamente, forma parte del título del libro recopilatorio que junto a otros anteriores y muchos otros también inéditos, han quedado recogidos en una obra publicada por el Grupo Oretania y que era presentado en julio ante paisanos para felicidad de toda Argamasilla de Calatrava porque reúne la mayoría de sus relatos.

De tal forma que ahí se pueden leer también esos otros “relatos con una trama algo más elaborada y aunque la descripción está presente está más en un segundo plano”. Entre esos otros por los que se decanta cita también ‘Trashumantias’ o ‘Café en el Érebo’. “Hay otros muchos, alguno más cortito, pero esos que cito es la línea que me gustaría seguir”.

Otro bagaje muy valorado es el de los premios que ha recabado en estos años de certámenes en los que ha participado. Los de Argamasilla de Calatrava que promueve Librería Delfos son motivo de orgullo en particular, donde ha obtenido título en siete u ocho ocasiones.

También ha concurrido en certámenes propios de celebraciones patronales en distintas localidades, a los que concurría exitosamente y con asiduidad hasta hace alrededor de una década. E incluso en el de poesía del Ayuntamiento de Ciudad Real y meses atrás le concedieron un premio también en Albacete por parte de la Asociación Española de Geriatría por un argumento en el que alude al alzhéimer.

Y también tiene David en el norte peninsular efecto “donde hay muchísimos certámenes sobre todo en otoño e invierno”. E incluso le gusta participar de los concursos de microrrelatos de la Cadena Ser, “que como entrenamiento está muy chulo porque recoger otras historias mayores en cien palabras me divierte mucho”.

Musas nocturnas y silvestres

Sobre su mejor momento del día para dedicarse a las letras, lo tiene muy claro. “Por la noche, sin duda”. Es cuando el ruido y trajín familiar diurnos dan paso a la inspiración creativa.

“Sin lugar a dudas que el silencio trae muchas cosas que no te trae el resto del día, sencillamente porque hay ruido de todo tipo y su ausencia genera un halo de misterio que hace encontrarte con una persona que sale de ti”. Ese escritor, en definitiva, “con quien tienes una conversación pendiente y es ahí como se desboca toda la imaginación del todo”.

Pero musas también le gustan las que emanan del campo, en ese entorno que le ofrece su vivienda, prácticamente donde el casco urbano se desvanece ante lo más silvestre de la naturaleza. “El campo me trae de día lo que dispongo en ese trocito de noche”, confiesa.

Y como lector adulto dice no tener predilección por un único o unos pocos escritores. “Son muchos, al igual que géneros. Entre mis lecturas, quitando alguna excepción rara, están siempre los clásicos, experimento poco con algún contemporáneo y si lo hago es porque me lo han recomendado hasta la saciedad”.

Éste sería el caso del norteamericano Paul Auster, “del que ha leído toda su obra y me gusta muchísimo”. Pero si sus preferencias pasan casi en exclusiva por los clásicos es porque “se nota su erudición, que como en la de los grandes músicos, no tenían otras distracciones por lo que su dedicación a la literatura o a la música era total y el resultado no podía ser otro”.

Grades escritores que, en defecto de un internet que sirve las cosas en bandeja, se dedicaban a viajar. “Tenían que ser grandes aventureros, grandes viajeros, grandes conversadores, personas tremendamente extrovertidas. Grandes personajes que hoy podrían estar mal vistos por aquello de decirles ‘éste a qué se dedica que está todo el día viajando sin oficio ni beneficio y se ríe”.

“Pero luego ves lo que escriben y es increíble. Darle forma a un sentimiento es súper complicado. Y que te siga sugiriendo una imagen o un momento y que lo lean los demás y tengan esa misma sensación que es de lo que se trata, pues es muy difícil”, señala David desde esa dualidad de lector y relatador.

Sobre la salud cultural rabanera

David ve con “buena la salud e inquietudes culturales” a su pueblo, donde percibe “una constante búsqueda para mejorarla todavía más”. Lo dice quien desde bambalinas ven todo cuanto se mueve y “me parece que la salud es muy buena en todas las facetas”, entre ellas y en particular la actividad teatral local.

Como tantos, espera anhelante la reactivación de la programación cultural de la Caseta Municipal o promover acciones en torno a la Casa de la Inquisición, valorando toda novedad que contribuya al común denominador cultural, como el Club de la Lectura. “No me cabe duda de que hay muchos proyectos”, sentencia.

En cuanto a su Mención a la Cultura 2021, dice que la recibe “con un orgullo gigantesco y cuando me llamó Estela [Céspedes, concejala de Cultura] y me lo comunica, no dejé de darle las gracias con una alegría y emoción muy grandes, porque es totalmente inesperado”.

Además, apostilla, “que tu pueblo te otorgue algo así, será algo que recordaré toda mi vida”, y en una reciprocidad de gratitud, “en el momento que yo me descargue si lo consigo de todos esos hobbies y aficiones que tengo no descarto participar y colaborar en todos los proyectos de mi pueblo”.

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