Paco Doblas.- Después de algún tiempo de silencio, vuelvo a asomarme a esta atalaya con un nuevo texto al que podría calificar de emergencia. Y es que el pasado lunes 9 de agosto, nos levantamos con el sobresalto del nuevo gran informe encargado por la ONU al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).
Para estos expertos no hay dudas, en el nuevo informe se nos advierte una vez más que la acción humana sobre la biosfera terrestre está provocando cambios que son “irreversibles” que nos afectarán durante “siglos o milenios” y que ya están causando todo tipo de fenómenos extremos. No podemos seguir pensando que esto del colapso global es algo que vendrá en el futuro, todo lo contrario, es algo que estamos viviendo ya y se nos está contando en vivo y en directo, solo hay que asomarse a alguna pantalla y ver cualquier noticiero. La única duda que a estas alturas discuten los científicos del clima es si todavía estamos a tiempo de revertir los daños o ya hemos traspasado todos los límites y vamos inevitablemente a la catástrofe.
Y a pesar de todas estas advertencias la inmensa mayoría de la población parece que asistiéramos imperturbables, como sino fuera con nosotros, cuando no se me ocurre un tema más importante y que puede repercutir más en nuestras vidas. Es como si ya estuviéramos acostumbrados a este ruido de fondo y nos negáramos a oír y a ver o nos quedáramos en silencio y paralizados ante esta realidad incómoda. Y el problema es que cualquier cambio real en esta situación tiene que conllevar un enorme cambio cultural y civilizatorio, como reza una consigna ecologista, “El clima está cambiando, nosotros también deberíamos”
Curiosamente, justo el día antes de que la ONU hiciera público el documento y esta alerta roja para la humanidad yo había concluido un poema, que no estaba pensado en principio para estás crónicas, sino como parte de un futuro poemario que estoy elaborando con la temática precisamente de la crisis ecológica y social global. En él abordo un tema que se ha puesto de moda con la pandemia de la COVID 19, pero que en realidad es tan antiguo como la propia humanidad, los negacionismos, la tendencia a no asumir una realidad constatable cuando está es incómoda o va contra nuestros intereses o creencias previas. Como podréis leer hablo de diferentes negacionismos, para aterrizar en este negacionismo mayor que para mí supone la negación misma de la vida. Así que me ha parecido que tiene sentido publicarlo ahora como una nueva crónica de urgencia, aunque sea solamente como una necesidad terapéutica y expresiva mía de hacer lo que está en mi mano, aunque sólo sean un puñado de versos. Quien sabe con un poco de suerte a lo mejor alguien al que no le ha llegado este SOS desde la prosa y la razón a lo mejor le llega desde la poesía y la emoción.
NEGACIONISMOS
Negacionismo, capitalismo y límites biofísicos: este es el tema de nuestro tiempo. El problema viene de lejos. De hecho, los debates y las opciones decisivas tuvieron lugar sobre todo en los años 1970, con 1972 como fecha clave (Cumbre de Estocolmo e informe Los límites del Crecimiento). Desde entonces sabemos con certidumbre científica que la civilización que Europa
propuso al mundo entero a partir del siglo XVI (expansiva, colonial, patriarcal y capitalista) no tiene ningún futuro.
Jorge Riechmann Fernández
Profesor de Filosofía moral y política, Universidad Autónoma de Madrid I
Les da igual que ya lo supieran
los antiguos egipcios y el profeta Isaías,
que en la Grecia clásica
ya tuvieran evidencias claras
Tales de Mileto, Platón, Pitágoras, Aristóteles…
y que incluso Eratóstenes,
mirando la suave curva del horizonte marino
se molestara en medir su circunferencia
allá por el siglo III antes de Cristo.
Tampoco se convencieron cuando en el siglo XVI
Magallanes y El Cano
completaran la primera circunnavegación
saliendo hacia occidente
y volviendo por oriente
y que tras aquella primera vuelta épica
no hayamos parado de darles vueltas
por tierra, mar y aire.
Por supuesto les importo un bledo
que la ira inquisitorial de la iglesia
cayera como un rayo divino
para apagar las luces
de Giordano Bruno y Galileo Galilei
Y tampoco les hizo bajarse del burro
que el 23 de agosto de 1966
a las 16:35 GMT,
desde la nave espacial estadounidense
Lunar Orbiter I
se hiciera la llamada Fotografía del siglo
y toda la humanidad
pudiéramos ver maravillados
aquel mundo sutil, ingrávido y gentil
que diría Machado
aquella bellísima pompa de jabón frágil y azul
surcando la negrura infinita.
II
Pero esto de los negacionismos
va mucho más allá de estos clásicos terraplanistas
que hoy siguen cotizando al alza,
los hay de todo tipo y pelaje
son los donpacontrarias de toda la vida.
Los hay famosos eclesiásticos
como el mismísimo San Pedro
que negó hasta tres veces a Jesús
antes de que cantara el gallo
y los hay decimonónicos trasnochados
que todavía a esta altura de la película
siguen aullando como monos
contra la evolución de las especies.
Y también los tenemos más bien frikys
Divertidos, inocuos, estrafalarios
como aquellos que dicen que el hombre
nunca ha pisado la Luna
o que Elvis sigue vivo.
Y luego están los más peligrosos
todos los serviles e indolentes
que niegan la sangre y el horror
del holocausto nazi
del genocidio armenio
de la represión estalinista
de las víctimas del franquismo
o de la violencia de género …
Y también están, ¡mucho cuidado!
los camaleónicos con todo tipo de disfraces
por ejemplo, los que se visten de científicos
para negar la evidencia empírica
de la emergencia climática
o de profetas hippies paciflores
que armados de charlatanería
quieren convencer a los desesperados
para dejar las vacunas o la quimio
y así venderles crecepelos, legías
u otros remedios milagrosos.
O aquellos que con batas blancas de doctores
niegan incluso la propia existencia
de enfermedades terribles
como el HVI/SIDA o el Évola.
Y cuando ya nos creíamos
curados de espanto llegó la COVID 19
y es que en esto de los negacionismos
en nuestro mundo actual
tan moderno y civilizado, tan racional y científico
pasa algo así como las meigas para los gallegos
que dicen no creer en ellas pero haberlas haylas.
Y ya creo que los hay
en estos tiempos de pandemia
salen como las setas después de la lluvia
charlatanes, iluminados, conspiranoicos
salvadores del mundo profesionales.
Son demasiados y demasiado ruidosos
no son mayoría, al menos por ahora
por mucho que se crean portadores
de La Verdad Universal
así en mayúscula y singular
inefables en sus dogmas revelados
se creen con la misión mesiánica
de trasmitir su credo inmutable
al resto de los ignorantes e impíos.
III
Pero el gran negacionismo
de nuestro tiempo es otro
que no va de tormenta
es mucho más sigiloso
es más bien como una lluvia calabobos
que nos ha ido empapando poco a poco
sin que nos demos cuenta
calándonos hasta los huesos del alma.
Es ese negacionismo sutil
que gana por abrumadora mayoría absoluta
en la cultura dominante de hoy
ese que niega la mayor
ese que rechaza nuestra propia animalidad
nuestros límites de seres biológicos
y los límites de nuestro planeta.
Ese que nos ha encerrado a vivir
dentro de una burbuja, de falso confort
una burbuja de negación
que nos separa de la vida misma.
Los homos sapiens de las naciones ricas,
nos creemos cada vez más
que hemos trascendido el mundo material.
Tanto es así que hasta nos hemos creado
nuestra propia realidad paralela
esa que llamamos realidad virtual
y que la sentimos más real incluso
de la realidad real.
Negamos la realidad de nuestra naturaleza,
que somos organismos
unos más dentro de la familia de los seres vivos
que habitamos esta bellísima biosfera
donde todo está conectado con todo.
Hemos dejado de comprender hace ya tiempo
que nuestros hermanos y hermanas
no son sólo los que tienen piernas
sino también los que tienen patas
y los que tienen alas o raíces.
Este negacionismo dominante
no es ni mucho menos nuevo
ya lo advirtió a la ONU el Club de Roma
en los años setenta del siglo pasado
con aquel informe de Los límites del crecimiento,
si se mantenía el crecimiento demográfico.
la industrialización, el uso masivo de combustibles fósiles
la contaminación, la explotación de los recursos,…
la Tierra colapsaría en el siglo XXI
y aquí seguimos cincuenta años después
inmutables, sin cambiar el paradigma
seguimos en nuestras burbujas negacionistas
depredando el mundo
con nuestra egoísta voracidad extractiva
consumiendo sin control
traspasando todos los límites biofísicos
tanto del planeta y los nuestros propios
como especie e individuos
IV
Y ahora ¿de que nos extraña esta pandemia?
la COVID 19 puede ser
tan sólo es el prólogo
de la novela de la sexta gran extinción
tan sólo un anticipo de lo que nos espera
si no reaccionamos en serio
frente a la emergencia ecosocial .
“La tentación, cuando esta pandemia haya pasado,
será encontrar otra burbuja”
Nos dice con razón George Monbiot1
Y eso es un lujo que no podemos permitirnos
se nos acaba el tiempo
ya ha empezando la cuenta atrás
clima extremo, pérdida de especies,
escasez de agua, deshielo de los polos
aumento del nivel del mar,
crisis de producción de alimentos,…
se está creando una tormenta perfecta
que amenaza con hundir a la humanidad
si no cambiamos ya nuestro negacionismo suicida
1 George Joshua Richard Monbiot es un escritor británico conocido por su activismo
ambiental y político
sistémico, voraz y silencioso
egoísta, capitalista y ecocida
si no volvemos a entendernos
en la radicalidad de lo que somos,
una especie más de mamíferos
unos monos que bajamos de los árboles
y que ahora engreídos nos pensamos
que somos dioses, todopoderosos y eternos,
pero somos tododébiles
tan sólo somos unos animalitos más
corporales, vulnerables, finitos y mortales
ecodependientes e interdependientes
Entendámoslo ya, estamos en las manos
del resto de la vida y su belleza.
Muy bueno.
Los negacionistas nos ponen en peligro a todos. Lo único que les une es la irracionalidad…..
Cuántos negaron en enero, febrero y marzo hasta el 9 de marzo de 2020 que aquí teníamos que prevenir lo que se venía.
Cuántos niegan la palabra a los científicos que discrepan.
Cuántos niegan las continuas contradicciones de los expertos.
Cuántos niegan que las vacunas se desaconsejaban a los que luego se acabó vacunando por miedo.
Cuántos negaban el reconocimiento a tantos ancianos y personas que sufrieron desde la muerte a la soledad más absoluta en su funeral, los aplausos no eran para ellos.
Cuántos niegan la responsabilidad de quienes declararon un estado de alarma inconstitucional que se ha llevado por delante a tantos negocios y trabajos por delante.
Cuántos niegan y siguen tragando y no admiten una versión distinta, una solución distinta, un diagnóstico y análisis distinto.
O comulgas con ruedas de molino o eres negacionista. Menos de un 1 por ciento de mortalidad y la humanidad se demostraba aplaudiendo a unos sanitarios que debían hacer su trabajo con medios irrisorios. Nadie asume su responsabilidad.
Me meo yo en el negacionismo pero el de quienes por miedo o por imbecilidad se niegan a ver las cosas como fueron, como son y como probablemente serán.
La pandemia es pretexto hacia un Estado autoritario.
Jamás negaré mi derecho a discrepar desde la racionalidad del homo Sapiens, en ella reside nuestra dignidad y humanidad.
No a los cambios sin contar conmigo y a mi costa y de mi vida normal, donde yo solo soy el absoluto responsable de la vida que quiero vivir, con ética y con libertad.
Tú vida no implica que pongas la mia en peligro.
Que parece que no te has enterado todavia.
Y viceversa. Los vacunados también contagian.
Un saludo a todos los que habéis aportado vuestra opinión, incluso desde la discrepancia. Solo que pensemos en lo que le está ocurriendo al mundo, en vez de ponernos una venda en los ojos ya es un avance. Como dicen las comunidades indígenas en México, La tierra no se vende, se ama y se defiende. Hasta la próxima
Quizá el cambio sea para mejor…mejor no para nosotros, mejor para el resto de seres vivos del planeta. Es hora de comprender que somos incapaces de no exterminar nuestro entorno, modificamos nuestro mundo para evolucionar y desarrollarnos. Sin comprender que lo hacemos de modo insostenible, irreversible y sin importarnos las consecuencias. La tierra también se adapta, cambiará las condiciones para no desaparecer, pero por contra ella estará aquí mientras nosotros creo que no. Mientras tanto intentaremos seguir evitando este cambio, enfrentándonos con aquello que nos destruye, para poder morir en paz y no sentirnos culpables de ser una especie insostenible. Animo a todos los que evitan el cambio del clima.