Esta tarde leía en 233grados que la Federación de Sindicatos de Periodistas (FESP) «ha expresado su rechazo a las ruedas de prensa en las que no se admiten preguntas y ha pedido a los profesionales de la comunicación y a los responsables de los medios que no cubran este tipo de eventos». Al parecer, la gota que ha colmado el caso ha sido la comparecencia de Francisco Camps en una rueda de prensa después de la cual no ha permitido a los periodistas hacer ningún tipo de consulta.
Esta historia no es nueva y cada vez son más los medios de comunicación que aúnan esfuerzos para evitar estas prácticas. En abril de 2008, los directores de La Vanguardia, El País, El Periódico de Catalunya, El Mundo, La Razón, 20minutos, Qué!, ADN y Público, junto al Col.legi de Periodistes de Catanlunya, la APM y la FAPE presentaron un manifiesto contra las ruedas de prensa sin preguntas. Los medios argumentan, con más razón que un santo, que acudir a cubrir una rueda de prensa en la que no se permiten preguntas es una total y absoluta pérdida de tiempo, aparte de poco jugoso e interesante periodísticamente hablando.
En primer lugar habría que decir que un político nunca debería negarse a responder preguntas en una rueda de prensa, ya que los periodistas somos los intermediarios entre ellos y los ciudadanos, y cuando los políticos nos niegan una respuesta a los periodistas se la están negando a los ciudadanos. En cualquier caso, y atendiendo al legítimo (aunque cuestionable) derecho de un político a no admitir preguntas en una rueda de prensa, los firmantes de este tipo de manifiestos piden que si el político va a actuar de ese modo no convoque una rueda de prensa, sino que remita su comunicado por correo electrónico. Y así nos ahorramos ir para nada.
Ay, pero todos sabemos que a los políticos les encanta inundarnos las agendas de comparecencias y demás sandeces sin valor alguno (tercer consejo) con tal de tenernos ocupados y entrenidos, no sea que tengamos demasiado tiempo libre y nos dé por investigar temas que les puedan perjudicar. También es cierto que este tipo de prácticas obedecen en algunos casos a un exceso de ego que no permite a un político hablar sin esa sensación de saber que todos los que te rodean están pendientes de lo que tú les vayas a decir. Incluso aunque sepas que lo que ellos te quieren preguntar no tiene nada que ver con lo que a ti te gustaría que te preguntasen. Pero no pasa nada; para eso están las ruedas de prensa sin preguntas.
Servidor aún recuerda la noche del 9 de marzo, día de elecciones generales. Cerca de la medianoche, cuando ya se conocían los resultados, los medios de Ciudad Real fuimos a la sala de prensa de la delegación de la Junta en Ciudad Real, ya que el presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda, haría allí el balance de los resultados electorales. Servidor estaba deseoso de saber la opinión de Barreda al respecto de que el PSOE se derrumbara una vez más y arrastrase sus peores resultados en Castilla-La Mancha.
Pero Barreda lo tenía todo muy bien preparado. Con la sala de prensa abarrotada, el presidente de Castilla-La Mancha apareció escudado por no menos de siete u ocho personas y fue parco en palabras. Hizo las declaraciones de pie (curioso eso de dar una rueda de prensa de pie) y no en un plano central, sino más a la izquierda, cerca de la puerta de salida. Demasiado cerca de la puerta de salida. Barreda terminó pronto unas escuetas declaraciones y las terminó de forma apresurada, sin que los demás pensásemos que ya iba a acabar. A la voz de «muchas gracias, buenas noches», Barreda salió escopeteado hacia la salida y flanqueado por esas siete u ocho personas, que no dejaron que los periodistas nos acercásemos a él, y se lo llevaron corriendo.
Si hubiésemos podido pegarle una voz preguntándole su opinión acerca de la debacle socialista en Castilla-La Mancha, en caso de que no hubiese contestado, al menos podríamos haber dicho «el presidente Barreda fue preguntado por los resultados electores del PSOE en la región, pero no respondió».
No obstante, Barreda demostró ser un profesional del escaqueo y se fue echando ostias sin darnos tiempo a los demás ni siquiera para darnos cuenta de que se iba. Así se hace.