Manuel Valero.- Cualquier persona que ostente la dignísima responsabilidad de gobernar su ciudad quiere para ella y sus habitantes, lo mejor. Las campañas electorales se nutren de proyectos rutilantes y a veces se olvidan de las pequeñas cosas.
La ciudad ideal es una ciudad animosa, de personas empleadas y empleadoras, educadas, próspera, comercialmente activa, de servicios impecables, limpia, bien iluminada, humanizada en el corazón de lo urbano, culturalmente atractiva, con una vigorosa participación ciudadana y unos funcionarios públicos diligentes. Una Arcadia sin más infelicidad que los contratiempos de la vida. Como tal ciudad solo existe en el legendario virgiliano, el afán más pegado a la realidad de las cosas es gestionarla de modo que satisfaga las necesidades de sus naturales y haga perceptible el confort social. También en las pequeñas cosas. Que de eso va, también, una alcaldía, siquiera para verificar que la municipal es la administración más cercana a los ciudadanos.
El alcalde de Puertollano, Adolfo Muñiz, ha logrado, de momento, apaciguar a los trabajadores del Ayuntamiento con una propuesta que queda ahora en manos de sus representantes. Es un gran paso tener paz en la propia casa. Sobre la mesa tendrá los proyectos de futuro que reanimen la ciudad desmayada y más de una iniciativa con que justificar estos dos años que quedan para llegar al final de su demediado mandato con el deber cumplido.
Pero como queda dicho, también están las pequeñas cosas, los detalles, las deficiencias que las herramientas digitales que utilizan los ciudadanos reflejan públicamente en sus perfiles. Existen contingencias menudas que pueden resolverse de manera ágil sin necesidad de farragosos informes o visitas a despachos importantes: Un árbol reseco, una pintura vial deficiente, una banco estropeado, una maleza silvestre… Y por supuesto, la proximidad de los gestores a los administrados bien con efectivos pateos de calle, bien con reuniones vecinales.
Lo que más obsesiona a los alcaldes/alcaldesas es el empleo y la salud económica de una ciudad. Y es lógico. Con eso se tiene mucho campo abonado. Si los ciudadanos escapan de las listas de parados y se emplean en una ocupación dignamente remunerada, si, como en el caso de Puertollano, se logra dar un espaldarazo que lo resitúe en el contexto industrial donde siempre ha estado, no habrá sino que esperar el fruto. Incluso una presión fiscal acorde con el pulso económico para mejorar servicios es siempre mejor asumida que en tiempos de penuria.
Pero suele ocurrir que el obcecamiento en dar el golpe de efecto hace olvidar esas pequeñas cosas que también son un reflejo del interés o la desidia de quienes tienen el cometido de trabajar para evitar la sensación de abandono que producen las pequeñas cosas deterioradas y olvidadas.
La municipal, es cierto, es la parte del castillo kafkiano, a la que se puede tener acceso. El señor K, o sea usted o yo, puede pedir cita con el alcalde, puede reunirse con él en su asociación de vecinos, puede verlo por la calle, bien como un ciudadano más, bien por un prurito de inspección. Y también se le puede detectar si esas pequeñas cosas, como las que aparecen en las redes con mayor o menor acento ácido, persisten en su dejadez o , por el contrario, se ha solucionado en lo que dura una jornada: se ha talado el árbol podrido, se ha arreglado la baldosa bailona o reparado una farola ciega sin esperar a una acción de más calado como un remozado general del acerado o una iluminación integral más potente que acerque la ciudad nocturna más a la luz que a la penumbra.
Y ya puestos, una vez que el alcalde Muñiz ha conseguido una tregua necesaria con los trabajadores de la casa, no estaría de más que sellara su bienio con una buena pasada por los barrios, una limpieza visiblemente mejorada -la otra parte, la primera, la básica, corre a cargo, ay, de los ciudadanos- y si es posible con una ciudad reluciente. Al tiempo, claro, que sigue con la gestión de los asuntos heredados y acentúa el celo en las pequeñas cosas. Que esto también es gobierno, es más, reflejo de un buen gobierno.
Estimado Sr. Valero, su artículo parece ir dirigido a la localidad de Puertollano.
Ni que decir tiene que el Alcalde de una entidad local, como cualquier otra, de la importancia que tiene Puertollano, tiene sus competencia limitadas en determinados aspectos.
Aparte de las competencias que tiene atribuidas por Ley, se puede ocupar por atraer el incremento económico de su localidad, facilitando la promoción del asentamiento en su ciudad de empresas sostenibles que generen empleo para sus ciudadanos.
En cualquier caso, habrá que darle al nuevo Primer Edil los 100 días de cortesía.
Y es que es la atención al detalle lo que hace la diferencia entre promedio y sorprendente……
Y es que, la verdad, haces que sienta vergüenza ajena. Si bebes no conduzcas.