El viaje como conocimiento interior era ya un precepto del mundo antiguo, recogido por los autores románticos en su mixtificación entre el paisaje y el sentimiento. Castilla-La Mancha se ha erigido como ruta sentimental, mágica, histórica, épica y cultural desde Cervantes en incluso más atrás, desde los cantares de gesta, el Cid o la Celestina hasta su extensión contemporánea en cumbres literarias como la de Camilo José Cela.
La tierra del Quijote es ya una referencia secular para el viaje, entendida como mapa para el ocio o incluso como recorrido sentimental para la introspección. La riqueza patrimonial y natural de la región se ha visto respaldada en las últimas décadas con un desarrollo del sector hostelero que convierte a Castilla-La Mancha en un destino turístico de primer orden, imprescindible, desconocido, cercano y único.
Alonso Quijano enloqueció de tanto leer novelas de caballería y creerse caballero andante. Abandonó sus quehaceres de hidalgo manchego para lanzarse a protagonizar la gesta más hermosa y alocada de la historia de la literatura universal. Hoy, ese loco tan cuerdo podría llamarse Jorge y regentar una casa rural en los Montes de Toledo. Dulcinea bien podría llamarse Julia o Irene y ser ganadera o artesana en un pueblo de la Sierra del Segura o de la extensa llanura manchega.
Castilla-La Mancha presume de impresionantes atardeceres, una tierra que parece en sí un lienzo pintado de intensos colores, salpicada por pueblos de blanco y añil, de piedra y pizarra, poblados por hombres y mujeres de carácter afable y cercano, que encarnan la vuelta al origen, a lo auténtico, al espíritu quijotesco que el visitante encontrará en cada rincón de esta tierra de gente soñadora. Empecinada en mantener viva la esencia de lo rural, Castilla- La Mancha ofrece a quien llega la calidez de los pueblos y parajes naturales que envuelven y seducen.
Pero Castilla-La mancha exige también huir del tópico, y el verano es una época tan buena como cualquier otra para aventurarse en el diverso mundo interior de los castellano-manchegos y sus pueblos alejados del ruido y de las prisas, remansos de paz para desconectar. Estos son los lugares que no puedes dejar de visitar.
De norte a sur y de este a oeste, la provincia de Guadalajara ofrece al turista rincones rurales por excelencia. Desde la monumental Sigüenza, con su catedral románica y su castillo del siglo VIII, hoy Parador de Turismo, hasta los Pueblos de la Arquitectura Negra, conectados por carreteras serpenteantes que dejan a la vista un espectáculo único. La ruta atraviesa literalmente la frontera del silencio y despoja al visitante del ruido y el sentido del tiempo, en plena conexión con la naturaleza, la arquitectura popular y el marcado carácter hogareño de sus gentes. Una escapada muy recomendable para olvidar las ataduras del día a día.
También es visita obligada el municipio de Molina de Aragón, al nordeste de la provincia, con su impresionante casco urbano medieval, o Torija, a las puertas de la Alcarria que tan sumamente bien describió Camilo José Cela en su viaje literario; pasando por Pastrana, donde residió la princesa de Éboli y Trillo, a orillas del Tajo, municipio en el que disfrutarás de la naturaleza en estado puro y podrás relajarte en aguas termales.
Saltamos en el mapa a la provincia de Cuenca, de pintorescos paisajes y gran riqueza patrimonial. Empezamos la ruta por Belmonte, un tranquilo pueblecito con colegiata a los pies de su ingente castillo, uno de los más hermosos y mejor conservados de España, en la carretera nacional que une Cuenca con Alcázar de San Juan (Ciudad Real).
Al viajero se le abren otras opciones en los pueblos de la serranía conquense donde encontrará parajes de incalculable valor, como Uña, Huélamo, Tragacete, Cañete o Huerta del Marquesado. En esta provincia de recursos ilimitados, el visitante no puede dejar de lado Uclés y su monasterio; la plaza Mayor renacentista de San Clemente o Huete, una pequeña población en plena alcarria conquense salpicada de casas señoriales. Y ello sin olvidarse de Alarcón, Iniesta y Villanueva de la Jara, en La Manchuela conquense.
El viaje por el mundo interior de Castilla-La Mancha continúa por una provincia de contrastes. Con uno de los territorios más extensos del país, Ciudad Real ofrece al turista verdaderas joyas a través de las que conocer el carácter manchego y el patrimonio que tan magistralmente describió Cervantes con su pluma. La ruta bien pudiera comenzar en Almagro, con sus calles empedradas y palacios nobles, a escasos 24 kilómetros de Ciudad Real. Su plaza mayor está llena de vida a las horas en las que el sol da un respiro, y si se decide visitar este pueblo en julio no hay que dejar de acudir a la cita con el Festival Internacional de Teatro Clásico en sus bellos espacios escénicos. Clásicos del teatro del Siglo de Oro a la luz de la luna, inolvidable.
Desde Almagro y la comarca del Campo de Calatrava a la señorial e imponente Villanueva de los Infantes, en el Campo de Montiel, repleta de tesoros arquitectónicos de una cautivadora identidad. Tampoco pueden faltar en la ruta por Ciudad Real Torre de Juan Abad (patria de Quevedo), Viso del Marqués y su palacio del Marqués de Santa Cruz, o los pueblos de Campo de Criptana y Herencia, con sus gigantes de grandes aspas en lo alto de sierras desde las que contemplar la inmensidad de la llanura manchega.
De los molinos de Ciudad Real a los de la localidad toledana de Consuegra, en plena comarca de La Mancha y acompañados de su imponente castillo. La provincia de Toledo contiene enclaves rurales de ensueño, ubicados muy cerca de la capital. De Tembleque, a 56 kilómetros de Toledo, impresiona su plaza mayor del siglo XVII, declarada Bien de Interés Cultural, lugar de descanso y de alto en el camino para reponer fuerzas.
Destacan también Ocaña y su monumental plaza de corte barroco, Oropesa y Escalona, ambas con sus majestuosos castillos o El Toboso, una tranquila población de la comarca de La Mancha, conocida internacionalmente por ser cuna de Dulcinea, amada de Don Quijote. Los pueblos de las comarcas de la Jara y de la Sierra de San Vicente son también un destino rural especialmente ideal.
Por último, en la provincia de Albacete la ruta lleva a Alcaraz, uno de los Conjuntos Histórico Artístico más bellos de esta parte de la región. Sin pasar por alto Chinchilla de Montearagón, Hellín o Almansa y la Sierra del Segura, donde se encontrará el decisivo descanso que buscas en pequeños pueblos como Yeste, Liétor, Letur o Riópar, Ayna, Molinicos, Nerpio… justo en el entorno del nacimiento del río Mundo, o no muy lejos de él. En el otro extremo de la provincia: Alcalá del Júcar y Jorquera, ofrecen imágenes panorámicas que subirás directamente a tus perfiles de redes sociales.
Castilla-La Mancha es el destino por excelencia para hacer turismo rural, por sus diversos atractivos patrimoniales, oferta cultural y su rica gastronomía. Un dulce sueño que huele a campo y trigo, que sabe a origen y a tradición, que suena a dichos de antaño, y que no hay que dejar de conocer si se busca sosiego, autenticidad, belleza y desconexión, en definitiva, si el viajero aspira a un retorno a su mundo interior.
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