En otro orden de cosas yo también he soñado con mis pipas, cuando las he deseado y cuando las he poseído. Lo mejor es que en la mayoría de los casos los sueños se hacen realidad. También soñé, con mi primera experiencia, con aquella RB que por los años setenta le regalé a mi padre. No aguantaba el deseo, aunque tenía claro que debía esperar a mi mayoría de edad. No es bueno ser precoz, cada cosa requiere un orden.
En mi imaginación, quizás vencida por el sueño, recreé una disputa entre un cigarro y una pipa. Él era un robusto, no recuerdo la marca, tal vez Montecristo, por el color, y la pipa una Commodore de mi colección, de las que tiene mucha escuela, aquella picada de “masillazo” que siempre que pienso en pipas viene a mi retina. Pipa versus puro: una lucha alucinante. La pipa expuso sus motivos para cautivar mis atenciones, que no eran otros que disfrutar de su textura, su durabilidad y ese valor que siempre perdura. El robusto, cortó aquella exposición, y sólo adujo una razón: la relación que un puro tiene con su fumador es furtiva, no dura más tiempo del que el fumador quiere y además no quedan pruebas de tal encuentro. Aquel robusto aseveró que es la relación perfecta…
“Somos del mismo material del que se tejen los sueños, nuestra pequeña vida está rodeada de sueños”, eso dijo William Shakespeare, y sin ánimo de ponerme a su altura, en la profundidad de sus pensamientos, al menos confieso compartir éste. Cualquier pipa, de esas que conforman mi particular mundo de fumador, me ayudan también a ser un soñador. Sueño con lo que deseo y como siempre deseo ser feliz, despierto para que se hagan realidad mis sueños, al menos éste.