Verde que te quiero verde

Manuel Valero.- Es obvio que Puertollano se encuentra en un momento histórico y a las puertas de un cambio energético, que el empleo, la economía local y todos los parabienes que ello trae aparejado es una de las principales preocupaciones de los naturales y un importante reto para nuestro gobierno local. Pero no todo queda en eso.

Llevar las riendas de una ciudad implica lo macro y lo micro. Dice casi tanto de una Corporación que gestione bien y en las medidas de sus competencias y de su posibilidades la atracción de empresas que generen trabajo, como el cuidado de la última baldosa de la ultima calle. En este sentido se enmarca el Plan Edusi que, según la comunicación oficial del Ayuntamiento embellecerá, cuidará, renovará y reformará los puntos neurálgicos verdes de la ciudad como son el Parque Norte, Las Pocitas, los Patos, el Recinto Ferial o Cañamares. Todo ello con el magro aporte de los fondos europeos. Una buena noticia. Una ciudad son muchas cosas: sus ciudadanos, los primeros, pero también sus zonas verdes y sobre todo el buen uso y el aspecto de las mismas. Y aquí es donde viene el hueso de melocotón. Por un lado, los ciudadanos de Puertollano, nos pongamos como nos pongamos no ganaríamos la Liga de las Ciudades Limpias, ni por asomo. Se puede achacar el déficit de lustre que padecemos a la deficiencia de la empresa lustradora, a la escasez de medios y personal…  pero el primer eslabón de la cadena en asunto tal, ya lo he dicho muchas veces, somos usted y yo. Otro sí que los buenos servicios son caros y los servicios caros no son gratis. Los impopulares impuestos siempre nos miran de oblicuo pero no hay otra.

Ahora que está de moda en la brega política lo de los impuestos,  tan impresentable puede ser un ansia incontenida de hacer caja esquilmando los bolsillos de los contribuyentes y luego derivar la caja a carteras ajenas, como reaccionar de manera refleja, paulovianamente, a cualquier reajuste fiscal para mantener precisamente la calidad de esos servicios. Los impuestos, en este caso, las tasas y precios municipales deben ser justos y progresivos y bien destinados y gestionados. Un Ayuntamiento saneado que no esté al tanto del detalle de la última baldosa de la última calle porque está embelesado en lo grandilocuente es merecedor de toda crítica. Pero sinceramente. ¿Quién no se apunta a disfrutar de servicios nivel sueco sin pagar un duro?

Siendo justos hay que reconocer que nuestras perlas verdes no están tan pulcras como los parques londineses, entre otras cosas, porque no somos ingleses. La maleza lo toma todo, los bancos andan más podridos que una pera olvidada en el frigo y algunos lugares emblemáticos y entrañables como las Pocitas más se parecen al famoso parque de Pripiat después del accidente de Chernovil. Por eso el anunciado plan verde reconforta, saber que van ser destinados cuatro millones de euros a límpiarle la cara a nuestros pulmones urbanos, al menos alivia de los terribles nubarrones que nos han visitado estos días. Será, un proyecto serio y no fallido, como el cinturón verde puesto en plano por anteriores Corporaciones y que acabó como el rosario de la Aurora por el justiprecio de los terrenos expropiados frente al cementerio y que absurdamente la Justicia dio la razón a los propietarios, como si en esos terrenos fueran a celebrarse orgías de especulación. Se expropiaron para urbanizarlos, sí, pero en plan verde y por iniciativa pública. El resto ya lo saben: por una razón o por otra, incluidos algunos despistes burocráticos, el contencioso cayó por la parte buena a engrosar la fortuna de particulares y por la otra, a endosar al ayuntamiento indemnizaciones estratosféricas. No será así en este caso y veremos al final de la legislatura en qué queda todo. Imaginar los parques lustrosos, cuidados, reparado el mobiliario urbano, cuidada su flora y jardinería, construidas estructuras para eventos, dándole a todo un aspecto de ciudad verde y civilizada es muy reconfortante.

¿He dicho civilizada? Aquí viene la otra pata del banco. La necesidad, el deber de mantener lo público como una patena es obligación cívica y moral de cada vecino y vecina. Y como he dicho al principio, no es rasgo de nuestra identidad puertollanera ese celo por que lo público luzca pulido como el pasillo de nuestra casa. Es por lo tanto necesaria, en mi opinión, una campaña total e integral de mentalización y persuasión que enderezca nuestra laxitud. Con aporte de las asociaciones culturales, vecinales, de sectores como el de la hostelería, de los colegios, una buena ordenanza y mejor vigilancia con la policía dispuesta a desenfundar la libretilla multera. No hay más, si el pueblo no responde a mimar lo que es de todos, que es todo apenas ponemos un pie en la calle. Decía Woody Allen: “No quiero vivir en una ciudad cuya única ventaja cultural sea girar a la derecha con el semáforo en rojo”.  Y eso que vivía en Nueva York, ciudad a la que se parece Puertollano si observamos la impagable vista del Paseo de San Gregorio desde la terraza de cualquier edificio que lo circunda. Yo añado, otra vez, que una ciudad es sus ciudadanos y acercándome a la utopía: libres, críticos, no vocingleros, civilizados y con una envidiable mentalización por el cuidado casi religioso por lo público. Soñar es gratis. Y si es en un Parque de aspecto impecable, un lujo.