Teniendo en cuenta que el escritor Michel Houellebecq no se corta un pelo a la hora de exponer lo que él considera reseñable de la sociedad francesa, resulta chocante que en esta novela se haya moderado tanto.
La moderación literaria no es, gracias a Dios, una virtud de Houellebecq. El notas arrasa allí donde pisa, como el caballo de uno de por aquí. El caballo. Se ve que Houellebecq estaba de buen humor cuando se puso a pergeñar el borrador de esta novela de mérito terciado. Lo decimos porque en novelas anteriores (Plataforma y Las partículas elementales, sobre todo) el señor Houellebecq repartía estopa a diestro y siniestro. En esas obras anteriores, el señor Houellebecq tocaba la cojonera cosa mala a, nada menos, el movimiento feminista, se choteaba de la industria del turismo francesa y —como quien no quiere la cosa y eso es lo sorprendente al examinar el libro que aquí traemos— despotricaba lo justo contra el islam. Debe de ser que el señor Houellebecq apreciaba su pescuezo como así apreció el suyo propio el señor Salman Rushdie. Puede que sea el instinto de supervivencia el que ha cercenado, por una vez, el talento provocador de un novelista que no se anda por las ramas, de tal manera que lo que promete ser un retrato de una sociedad fragmentada hasta la violencia extrema concluya, más bien, en el relato de las tibias emociones de un francés de clase media ante los cambios producidos en su país.
Los cambios vienen dados por un hecho que el escritor retrata como creíble. Más que creíble, pues Sumisión es el relato de cómo el islam llega a tomar el poder en la republica vecina. En efecto, pequeños ignaros, un partido islámico francés —del que se descubren ciertos manejos políticos que lo acercan, por su vulgaridad, ojo, a los partidos tradicionales franceses— pacta con la izquierda gabacha para arrebatarles el sillón de prebostes a los líderes y allegados del Frente Nacional. Es este un partido que fundó el señor Lepen y que, en determinados años electorales, consiguió ser la segunda fuerza política de Francia, hasta el extremo de que hace algo menos de una década, los partidos de un lado y de otro se aliaron en la segunda vuelta de las elecciones francesas para, mamoneos mediante, impedir que la extrema derecha tomara el poder en el país de aquí al lado. De allende los Pirineos, vaya.
Como era de suponer, los millones de votantes del Frente Nacional ven con indignación y hasta con odio la alianza entre socialistas y musulmanes. Ello, por supuesto, llevaría, en caso de producirse, a algún tipo de conflicto civil. Houellebecq, consciente del potencial de su idea para convertirla en una narración cercana a la distopía totalitaria, demuestra su gran oficio eludiendo el camino fácil (el de la novela de disparos en los cataplines y garrotazos en el cielo de la boca). Michel Houellebecq tira más bien por la descripción de las emociones íntimas del protagonista. Así queda Sumisión, una novela que promete mucho a los amantes del morbo político pero que, para alegría de los que aprecian más el fondo que la forma, deja para otra ocasión el asunto de los tiros, los asesinatos y los enfrentamientos entre los dos grandes sectores de la sociedad francesa.
Habrá que esperar y, mientras tanto, Houellebecq, en su retiro en España, quizá se dedique a observar nuestra sociedad para, si le dejan, que esa es otra, novelar qué es lo que a nosotros, españoles, nos diferencia de los vecinos de arriba. Buen provecho.
Emilio Morote Esquivel.
Un libro maravilloso pero que refleja la triste realidad de Francia y de Europa… y su decadencia.
Aquí todo llega más tarde, pero ya vemos como el presidente y el tesorero de la comisión islamica en España, presuntamente, financian al terrorismo.
Sin duda, el gran aliado de la islamización es el anticatolicismo, lo hemos visto como la Constitución érrela negó lo obvio para no ofende: el origen judeocristiano de nuestra sociedad.
Drama? Confundir la defensa de nuestra identidad y valores con racismo cuando el islam es incompatible con nuestra esencia
Es así.
Lo mejor que se puede leer hoy en día. Sin florituras, ácido, directo, que admite el rechazo pero que es adictivo.
Bueno, tal vez la novela más floja de Houellebecq…..
Qie te lo digan a ti que te has leído todas , ademas en francés , su texto original … no te jode!!
Ce n’est pas mon livre préféré…..
Houellebecq, el mayor exponente de la decadencia de las letras francesas. La vecina Francia, faro que alumbró los movimientos literarios de la vieja Europa durante al menos dos siglos, degenerando en los últimos cincuenta años hasta llegar a ese engendro que es la narrativa de monsieur Houellebecq.
Voy a discrepar: la grandeza de este autor, de novela cortita, efectivamente no es la lírica o el cuidado del lenguaje, la metáfora o cualquier tipo de simbolismo.
Lo suyo es la crudeza de la ucronia y sobretodo , lo que más molesta aquí: la crítica a esta izquierda desnortada de todo tipo de ética, que pacta con lo que sea con tal de tocar poder.
Esta novela vale para España, con bildu en navarra o en el resto de España, o con el nacionalismo excluyente de Cataluña. Es el poder por el poder.
Gran novela y ojalá en España influyera lo que influyó en Francia.
Solo he leído de este señor El mapa y el territorio y no me quedaron ganas de leer nada más del menda. Un auténtico bodrio, en lo formal y en el contenido. El enfant terrible de las letras francesas, ni enfant ni terrible. Tampoco provocador ni original. En Les sauvages, miniserie de factura impecable y que trata muchos de los temas de don Michel, hay más talento que en su novela.
Por lo demás, y dado que alguien en esta página habla de ideologías, recordarle que , en Francia, este escritor ha conseguido poner de acuerdo a la derecha e izquierda en todas sus versiones: no gusta a nadie. Otro mérito indiscutible es el haber conseguido que abran una novela que no sabía como hacerlo.
Gente que no sabía como se abría un libro, perdón.
Las reflexiones de este autor son muy lúcidas y ácidas. Occidente está en profunda decadencia. Oriente manda.