El verdor de la siembre ignora las peleas políticas

Natividad Cepeda.- Voces alzadas en medios informáticos nos inundan estos días que anuncian nuevas elecciones en Madrid. Los escribas al servicio de quienes pagan la noticia difunden toda maquinación, a veces repetida, de tanta verborrea que nos tienen cansados.

Desde cualquier portal digital y de antena hay hordas de escribanos que pulsan los teclados anunciando peleas para alzarse con el poder perdido. Y otros, más adentro de la impotencia por describir las alianzas rotas, se han adelantado a la sucia maniobra y esperan conseguir ganar en el tablero del país la batalla emprendida.

Las parcelas, dentro del panorama del día a día, son muchas y entrelazadas por aquello de que hay que comer y vivir escuchamos con escepticismo tanto mensaje hueco. Pero estamos cansados y nos falta esperanza en medio de esta “peste de siglo XXI” bautizada con el nombre de Covid19. Los muertos se  suman a diario, sin nombre alguno; son números  para llenar las frías estadísticas, sólo eso  porque los escribas no los conocen. Tampoco los que navegamos por los mares de periódicos y pantallas grandes y pequeñas buceando a ver si de una vez nos informan de que las vacunas son maravillosas y esta locura de muerte y prohibiciones cesa y nos deja regresar a nuestra rutina sin miedo alguno.

Los escribas, creo, que la mayoría no han visto el verdor de las siembras tapizando los campos de alfombras  en su cromático cuadro del azul del cielo, las casas y los árboles con jirones rosados que nos dejan al verlos paz y armonía en la tristeza acumulada del año que se fue y, también de este que llevamos arrastrando penuria de mala economía y encierros para protegernos y escapar del hospital y de la muerte.

Los poetas y las poetas, escriben, escribimos, versos en poemas que pugnan por salir del laberinto del alma y tímidamente se empiezan a presentar libros nuevos en librerías y algún círculo cultural con escaso número de asistentes. Se compran pocos libros y menos de poesía. Aunque los hay que venden libros y son agasajados porque tienen ese lugar sagrado donde todo es bueno, literariamente hablando. Lo he dicho y lo he escrito demasiadas veces, los poetas nos leemos los unos a los otros: nos conocemos y hasta nos amamos, no todos, pero si muchos. Y por eso celebramos como gran noticia el nacimiento de un nuevo libro a pesar de que el autor o autora, no recoja jamás beneficio alguno.

En campo abierto verdean trigos y cebadas al lado mismo de almendros de rosadas flores y tallos emergentes en árboles y vides. Pero los precios de los productos del campo no suben y el sector agrario hace equilibrios para subsistir sin rapiña alguna para que los pueblos no se queden vacíos. Y si empezara a nombrar por orden alfabético todos los sectores que se han arruinado y se arruinan me faltaría espacio. Son muchos, demasiados…

Para no morirme de tristeza y desamparo social salgo a respirar la soledad del campo escuchando el sonido del viento que susurra y canta levemente en mis oídos devolviendo la paz a mi corazón cansado.

No denuncio tanta verdad que asola la cruda realidad de mi pequeña ciudad y mi país, de Europa y del mundo global que sólo conocemos por los escribas aventureros que van y vienen contando historias, jugándose la vida en ocasiones y pocos haciendo fortuna: No, para qué denunciar nombres de muchos conocidos, para qué, si ya lo hacen ellos y los pobres siguen siendo pobres y los ricos más ricos también ahora que pedimos limosnas en los países ricos.  No otra cosa es acudir a comedores sociales.  

Sin duda alguna que yo seguiré apostando por la vida frente al verdor de las siembras de marzo sin dejarme derribar por este concierto, tan desconcertado, sin gloria alguna, y sí plagado de demasiada incertidumbre en los que habitamos y somos huéspedes del mundo conocido.

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