José Manuel Pérez Ortiz, miembro de ADICIPEC (Asociación de Divulgación Científica y Pensamiento Crítico de Ciudad Real).- Nos topamos con ‘posts’ en distintas redes sociales y leemos noticias en diferentes medios que a la postre resultan ser verdaderas o falsas. La pseudociencia está cobrando su precio y, como resultado, algunas personas plantean amenazas para la salud y el medio ambiente en todo el mundo.
Observo con preocupación como la desinformación «se pega» incluso cuando se corrige. Pero, ¿cuál debería ser mi papel como científico en este contexto? Como investigador, estoy muy interesado en conocer cómo los ciudadanos definen el papel de un científico y cuáles son las expectativas que tiene la sociedad sobre las tareas que debemos cumplir hoy en día los científicos en esta era de la ‘infoxicación’.
En primer lugar, y de forma generalizada, todos tenemos claro que la misión que debe guiar el trabajo de los científicos es la búsqueda de la verdad y el desarrollo de la ciencia con los más elevados estándares éticos. Deberíamos verificar lo que es verdadero y falso de manera racional y objetiva, asegurándonos como científicos que nuestro colectivo no se vea «mancillado» por algún comportamiento poco ético. Debido a la existencia de ejemplos de mala praxis de investigación en trabajos sesgados, los ciudadanos son muy sensibles a la cuestión de quién financia el trabajo de investigación. Ser transparente al respecto es una necesidad para ser percibido como creíble, ya que el científico ideal en el que se confía sería una persona imparcial cuyo único objetivo es promover la ciencia en sí misma.
Pero lo importante es que los científicos no tendríamos que esperar a que se nos pida una opinión, sino que debemos adoptar una postura activa y reaccionar de inmediato ante cualquier brecha en el status quo del conocimiento. Deberíamos iniciar discusiones proactivas y así avanzar en el conocimiento y en el debate.
En segundo lugar, es una realidad palpable que los hallazgos científicos necesitan una mejor difusión. Hay muchas grandes investigaciones, pero a menudo nos llega muy poco sobre ellas. ¿El problema radica en el modo de operar de los científicos? ¿de los medios de comunicación? ¿O tal vez sea la falta de colaboración entre los medios de comunicación y los investigadores? ¿Se necesitaría más atención, esfuerzo, apoyo y estructura para facilitar el proceso de popularización de la ciencia?
Puede ser difícil para los científicos hacer oír nuestra voz porque en términos de números somos pocos respecto a la población general. Puede que la clave esté en usar más a menudo los medios de comunicación, o hacerlo a través de periodistas profesionales, con el objeto de difundir los resultados de nuestros hallazgos y de hacer llegar nuestras opiniones y conocimientos sobre temas de salud (si fuese el caso). Lo que sería potenciar la simbiosis en esta relación. Sin duda, la colaboración más estrecha entre periodistas y científicos constituye una práctica muy necesaria que debe desarrollarse y promoverse.
Parece que hoy en día los científicos tenemos nuestro ‘hype’ porque en la era de la desinformación se puede apreciar nuestro valor más que nunca. Nos hemos convertido en participantes activos de los debates y conversaciones cotidianas, aparecemos como oradores invitados en programas de televisión variados en los que pretendemos hacer llegar los hallazgos científicos a millones de legos, propagando la verdad. Pero para aumentar nuestro servicio al bien público, también sería fundamental participar más en el asesoramiento de los partidos políticos, de los medios de comunicación y de las instituciones.
Y la curiosidad, la creatividad y el deseo de cambiar el mundo que cada científico puede proporcionar -y que nos viene de fábrica por nuestra naturaleza de seres humanos- debe ser el combustible emocional que acompañe a los hechos que transmitimos para ganar el interés, la atención y la adherencia de los ciudadanos. Los científicos comprometidos que nos preocupamos profundamente por lo que hacemos y por el impacto de nuestro trabajo estamos en una posición única para llenar este nicho. Con nuestras marcas personales y la afiliación de las instituciones para las que trabajamos podemos convertirnos en socios fuertes y confiables que la sociedad puede considerar como fuente de información fidedigna y creíble.
En tercer lugar, la difusión y el impacto son las partes del proceso de investigación que necesitan mayor atención y esfuerzo por parte de los científicos y de las instituciones para las que trabajamos. La comunicación de las conclusiones requiere una mayor determinación, compromiso y creatividad para que la verdad se pueda popularizar eficazmente entre diversos públicos. La difusión de las conclusiones científicas requiere también la masa crítica para formar un contrapeso significativo a la desinformación generalizada.
Y como conclusión, una última reflexión: nuestro papel como científicos debe evolucionar, y lo tiene que hacer rápidamente, es el ‘sino’ de nuestro tiempo. Si no lo hacemos con urgencia, la ciencia seguirá perdiendo batallas ante la pseudociencia y el negacionismo. Porque ciencia es cultura.
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Asociación de Divulgación Científica y Pensamiento Crítico de Ciudad Real
Ciencia Real
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