Carlos Sanz.-El Barroco penetra en la provincia de Ciudad Real al albur de las normas emitidas tras la Contrarreforma de Trento y el territorio será un mero receptor de estos nuevos lenguajes artísticos irradiados desde otros núcleos importantes como Madrid, Toledo o Sevilla.No puede afirmarse que la provincia fuera un foco innovador y relevante del estilo barroco. Lo singular radica en manifestaciones artísticas populares (ermitas, camarines, plazas de toros) aunque fue el movimiento artístico que más hondamente penetró en los pueblos de la provincia siendo el más representativo.
El verdadero protagonismo lo tuvo la arquitectura, quedando la escultura y pintura relegadas a la primera. La actividad arquitectónica en la provincia estará marcada e influida por la realizada desde Madrid, tras instalarse allí la capitalidad y convertirse en principal foco artístico. A ello se añadió el influjo de la imperial Toledo y la colaboración de sus arquitectos en el desarrollo arquitectónico provincial. También, serán notorias las influencias de Andalucía, sobre todo las provenientes de Granada, Córdoba y Sevilla, en el aspecto decorativo.
Será el factor socioeconómico el elemento decisivo para favorecer el desarrollo de la arquitectura barroca provincial. Una sociedad muy influida por los preceptos de la Contrarreforma precipitó que las principales construcciones fueran religiosas, llevadas a cabo por el clero regular siguiendo las pautas marcadas por Trento. Sobre todo, se construyen monasterios e iglesias, convirtiendo a nuestras poblaciones en ciudades-convento. Esto será posible gracias al peso de las órdenes militares y una pequeña nobleza poseedora de cierto poder económico. Ambos serán los promotores de las construcciones religiosas. Sin embargo, el desarrollo arquitectónico que se produce en la provincia durante los siglos XVII y XVIII no será igual en todas las localidades, sobresalen aquellos focos que fueron cabeceras de las órdenes militares siendo las principales Almagro, Ciudad Real, Villanueva de los Infantes, Alcázar de San Juan, Valdepeñas y Daimiel, ciudades que fueron testigo de una gran actividad constructiva.
La arquitectura religiosa será la principal construcción durante el barroco provincial, siendo el edificio principal el templo, que sigue la tipología peninsular sin tener apenas variaciones estilísticas. Para entender qué tipología de arquitectura se construye en la provincia, fueron cruciales los tratados de Serlio, Alberti, Palladio y Vignola así como tratados españoles, entre los que destaca el de Fray Lorenzo de San Nicolás con “Arte y uso de la arquitectura”. En las fachadas es donde mejor se observa la evolución estilística, será un elemento de interrelación entre el edificio religioso y el espacio urbano que lo circunda y gozará de gran prioridad, siendo el punto referencial de todo edificio religioso. Será un signo diferenciador de cada orden militar, no solo en lo económico sino en la aceptación de formas estéticas ligadas a lo religioso.
Todos estos preceptos artísticos cristalizan en Villanueva de los Infantes, capital del Campo de Montiel. Callejear por esta localidad supone retrotraerse al Siglo de Oro, un período convulso donde una profunda crisis socioeconómica se alternó con un florecimiento en el ámbito artístico y cultural. La localidad está considerada una de las más bellas de nuestra provincia, fue declarada Conjunto Histórico Artístico en 1974, está adherida a la red “Los pueblos más bonitos de España” y la presencia tanto del renacimiento como del barroco manchego se aprecia en cada una de sus calles, constituyendo todo un referente por el patrimonio cultural que atesora en este sentido.
El Siglo de Oro tuvo especial relevancia en Villanueva de los Infantes. Hubo presencia activa de destacados intelectuales como Jiménez Patón (1559-1640) quien regentó la cátedra de Humanidades en el Colegio Menor, el escultor Francisco Cano y el afamado escritor Francisco de Quevedo y Villegas, para muchos la mejor encarnación de la literatura de aquella época. Falleció en el convento de Santo Domingo (que sigue en pie y donde conserva la celda donde pasó sus últimos días) en 1645, a donde se retiró en 1643 al cumplir una condena de 5 años por sus críticas al conde-duque de Olivares. Los restos de Quevedo permanecen en la cripta de la familia Bustos de la iglesia parroquial de San Andrés.
El influjo del Barroco es patente en Villanueva de los Infantes, tanto en arquitectura religiosa como civil. Una de las partes más destacadas en los edificios será la portada, en constante evolución todo este período. En un primer momento, en los pueblos de la provincia, aparecen portadas manieristas para luego centrarse en el tipo de portada clasicista que tiene su modelo en El Escorial. Conforme el estilo evoluciona, aparecen las portadas-retablo más dinámicas y recargadas, donde se mezclan los órdenes con decoración vegetal, haciendo su aparición nuevos elementos decorativos como los estípites decorados con guirnaldas, cartelas, florones, etc.
Así se aprecia en la portada de la ermita-oratorio de Santo Tomasillo en Villanueva de los Infantes. Estamos ante uno de los pocos ejemplos del Barroco pleno y se trata de una pequeña edificación de sillares en la parte baja y mampostería y ladrillo en la superior con espadaña. Se decora con una portadilla de dos cuerpos, adintelado el inferior entre estípites con guirnaldas de frutas, que se reitera en el friso y alrededor de la cartela con la dedicación «Oratorio en casa de los Aguados Año 1713».
Otro ejemplo del barroco infanteño será la portada principal de la iglesia parroquial de San Andrés, diseñada bajo influencia directa del Escorial. La autoría es de Francisco Cano, escultor, arquitecto y vecino de Villanueva de los Infantes, cuya personalidad influye claramente en la arquitectura de la ciudad y todo el Campo de Montiel. Aunque se sabe poco de su vida, fue conocedor perfecto de los tratados de arquitectura del bajo renacimiento, sobre todo de Serlio, y poseedor de un gran rigor arquitectónico. La portada se inició en el 1611 bajo sus órdenes. Estuvo a cargo de las obras hasta los primeros días de marzo del 1614, fecha de su defunción, continuando al cargo el maestro cantero Juan Ruiz Hurtado.
La portada tiene una fuerte influencia serlio-vignolesca y es heredera directa de la arquitectura sobria y austera como fue la herreriana. Está construida en granito y se compone de un gran arco de medio punto rehundido que da acceso al templo. Está remarcado por dobles columnas toscanas sobre un pódium que sostiene un entablamento; sobre éste, un segundo cuerpo formado por una hornacina con la imagen de San Andrés, flanqueada por columnas jónicas, rematada por frontón partido sobre el que campea el escudo de los Austrias. Según los estudios consultados, la portada tiene un fuerte carácter simbólico, pues las partes más nobles se mandaron revestir de pintura dorada para así tener analogías con el templo de Salomón.
En cuanto a arquitectura civil y popular, lo más destacado fue la casa noble. Son casas de cierto pedigrí, se busca emparentar a esta pequeña nobleza provincial con la corte y en lo tipológico destacan por portada, zaguán y patio cuadrado, de dos pisos, el primero porticado con columnas, cuyo capitel puede estar decorado con el escudo de la familia y en el segundo, galerías formadas por pies derechos y zapatas con balaustradas de madera. Las estancias giran en torno a este patio. En cuanto a la fachada, es un signo diferenciador donde destaca la portada, generalmente en el centro, construida en piedra y en donde se conjuga arquitectura, escultura y heráldica. Esta tipología abunda por toda la provincia y sobresale Villanueva de los Infantes, donde la casa tiene la singularidad de tener la caja de la escalera cubierta por cúpula de media naranja sobre anillo.
Hay muchos ejemplos de casas nobles en el municipio, pero merece la pena destacar la Casa del Arco, con una fachada muy parecida a la portada principal de la iglesia de San Andrés. De mediados del XVII, su fachada de estilo neoclásico consta de dos cuerpos. El inferior adintelado, entre dobles columnas dóricas, y el superior también adintelado entre pilastras toscanas. La puerta se remata con conchas de bronce y enfrente de la misma hubo un corral de comedias. Según las fuentes consultadas, fue mandada construir por un pariente de Santo Tomás de Villanueva que llegó a ser virrey de México.
Los hospitales también destacaron en la época barroca provincial. El clero es el estamento privilegiado tanto en lo económico como en lo espiritual y en Villanueva de los Infantes se establecerán Dominicos, Franciscanos y Trinitarios, etc. Sus posesiones eran amplias, además de los conventos y de la iglesia de San Andrés, se construyen oratorios, ermitas, cruces penitenciales, colegios y los mencionados hospitales.
Destaca el hospital de Santiago, con fachada en piedra y anexo a él la capilla del Remedio. Un edificio de 1631 de sencilla fachada con los escudos de la ciudad, donde se atendía a pobres, viudas, enfermos y transeúntes, fundado por la Orden de Santiago. A nivel arquitectónico la portada se conforma con un gran arco de medio punto con los sillares almohadillados. En la parte superior, sobre una cornisa, se abre un vano enrejado y adintelado también almohadillado. A ambos lados encontramos la heráldica de la ciudad. El interior se abre por un zaguán empedrado que da paso a un patio central.
Para concluir este repaso sintético del barroco infanteño, no se puede desdeñar el magnífico valor arquitectónico y estético de la Plaza Mayor, donde se conjugan varios estilos que van desde el Barroco a la arquitectura popular de aquella época. Se trata de una plaza rectangular datada de principios del XVII. En la parte noroeste, está flanqueada por la iglesia de San Andrés. Al otro lado, un edificio de tres pisos y soportales con arcos de medio punto, donde está situada la casa consistorial. En el lado sur, la arquitectura popular manchega es notoria con los típicos balcones corridos de color almagre, sujetos con zapatas y sostenidos por columnas.
Sin duda, la huella del Siglo de Oro es más que notorio en las calles de Villanueva de los Infantes. Su excepcional patrimonio la aúpan como una de las localidades donde el visitante puede conocer de forma eficiente las tipologías del barroco manchego.
Carlos Sanz.– Durante más de 12 años me he dedicado al oficio de contar las cosas. En la universidad me convertí en historiador del arte, me metí en el proceloso mundo del turismo formándome como informador turístico y trabajando como técnico. De todo ese batiburrillo sale una devoción, la de comunicar, una pasión por el patrimonio, lo cultural y el arte. De eso va esto.