Plántale cara a la violencia de género

Ángela Sanroma.- Desde 1999, cuando la Organización de Naciones Unidas lo declaró oficial, venimos conmemorando el 25 de noviembre como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Se trata de una fecha muy especial, fijada en honor de las hermanas Mirabal, asesinadas en República Dominicana por la dictadura de Trujillo.

Esta fecha ha permanecido en el imaginario colectivo como símbolo de toda la violencia machista que aún se encuentra presente en nuestras sociedades; de la violencia dirigida contra las mujeres, por el hecho de ser mujeres, una violencia, por tanto, que parte de la desigualdad histórica que ha sufrido la población femenina.

Por eso, este 25 de noviembre de 2008, como cada año, debemos rendir nuestro homenaje, intensificar las actuaciones de sensibilización de la sociedad, y recordar, una vez más, a todas las mujeres que se han visto arrastradas por los efectos devastadores de la violencia de género.

{mosgoogle}Al recordarlas, estaremos reconociendo que, con cada golpe, con cada humillación, con cada insulto, con cada asesinato, todas nos sentimos agredidas. Se trata de agresiones que laceran y hieren a todas aquellas personas que, día a día, trabajamos y luchamos para conseguir un mundo más igualitario y donde las mujeres reciban la valoración social que en justicia les corresponde: la del respeto, la seguridad y la dignidad.

Decía la Federación Mundial de Asociaciones de las Naciones Unidas que la violencia contra las mujeres por parte de los hombres, “continúa causando más fatalidades que las guerras de hoy”. Son muchas las mujeres en todo el mundo que sufren los menosprecios, los golpes, las violaciones, las mutilaciones femeninas, la prostitución, la venta para el matrimonio y, en definitiva, el dolor físico y el dolor del alma como consecuencia de la desigualdad de género.

Además, ellas y sus menores son víctimas directas de otros de sus terribles efectos como son la pobreza, la exclusión, la enfermedad, el hambre y el analfabetismo.

Sin duda alguna, la consecuencia más trágica de esta desigualdad de género es el asesinato de mujeres, la prueba más ilustrativa del camino que nos queda hasta alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres. En España, en este año, ya son 57 las mujeres que han perdido la vida por el terrorismo machista, dos de ellas en Castilla-La Mancha. También son muchas las que sufren las secuelas del maltrato y muchos menores quienes interiorizan los comportamientos violentos a través de un aprendizaje de roles sexistas.

Es importante visibilizar toda esta barbarie que se acomete contra las mujeres, porque la violencia es el instrumento que los maltratadores emplean para amonestar y aleccionar a las mujeres cuando éstas defienden sus derechos, su libertad y su dignidad.

Porque, cuando hablamos de violencia sexista, estamos denunciando la desigualdad que pervive en nuestra sociedad y que condena a las mujeres a espacios y comportamientos restringidos, que las excluye de las posiciones de mayor poder y de toma de decisiones, y que castiga sus cuerpos y sus conductas, cuando tratan de traspasar el umbral de lo que, como mujeres, se les está asignado.

En días como el 25 de noviembre, es importante intensificar el llamamiento social y reivindicativo ante esta situación de injusticia. Pero, también es una fecha para recordar que cada vez es mayor la concienciación de la sociedad, para analizar y reflexionar sobre los avances normativos que se han conseguido en los últimos años, para felicitarnos porque hoy el maltrato a una mujer ya no es considerado un conflicto familiar, sino un problema de Estado.

Pero, además, es una fecha para recordar también a otras víctimas de la violencia de género, a aquéllas que han logrado salir de su círculo de violencia, que han plantado cara a quien las agredía, que se han armado de valentía y coraje para comenzar una nueva vida autónoma y normalizada donde no hay cabida para la humillación ni los menosprecios. Y no sin dificultad, lo han conseguido. A todas ellas también las rendimos un homenaje en Castilla-La Mancha, por su lucha, por su ánimo, por ser referente para otras mujeres.

En nuestra región existe un compromiso histórico en la lucha a favor de la igualdad y en la erradicación de la violencia de género. En esta comunidad, entendemos que el maltrato no es un problema de las mujeres, sino un problema que la sociedad patriarcal causa a las mujeres, por ello se solicita una respuesta global de la ciudadanía y de las administraciones para acabar con la misma.

Hoy contamos con herramientas jurídicas y legales y con una voluntad y un impulso político a favor de la igualdad para enfrentarnos a la violencia machista. Los siete años de aplicación de la Ley de Prevención de Malos Tratos y Protección a Mujeres Maltratadas, pionera en nuestro país, nos dice que si las mujeres encuentran garantías en los recursos y en las instituciones para romper la relación violenta en la que se encuentran y lo hacen, sanan sus lesiones, se recuperan de las secuelas y se ilusionan con un nuevo proyecto de vida.

Asimismo, y aunque el trabajo en la asistencia a las víctimas y reparación del daño es prioritario en nuestra región, la lucha efectiva contra la violencia de género pasa sin duda por una labor exhaustiva en el campo de la prevención y de la extensión de la igualdad, y así lo recoge nuestra normativa.

Por ello, el reto del Gobierno regional es avanzar con paso firme en el compromiso por la igualdad de oportunidades en todos los ámbitos y con el esfuerzo de todas sus consejerías y organismos.

Más allá del trabajo que las instituciones están realizando, tenemos que lograr que el compromiso ante la violencia contra las mujeres se traduzca a su vez en una conciencia de responsabilidad compartida, tanto a nivel individual como social, para el conjunto de la ciudadanía. Todas y todos tenemos una responsabilidad compartida: la de acabar con la tolerancia al maltratador, a los comportamientos machistas y a la situaciones de desigualdad que sufren las mujeres en todo el mundo.

Ante la violencia sexista, nuestra voz debe ser una, y debe oírse bien alto. Y lo que diga tiene que ser un llamamiento a la acción conjunta: plántale cara a la violencia de género.

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