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No puedo dejar que pasen los quince días de prueba sin confesarle algo, querido lector. No es que se lo haya ocultado a conciencia, sencillamente, aún no se ha dado el caso pero, si está de dios que siga por aquí, usted debe saber que yo a veces me pongo tonta. Tonta, ñoña, sensiblona. Me esfuerzo por no caer en la cursilería y, también a veces, lo consigo. Sin embargo, como le digo, tiendo a ponerme tonta.
{mosgoogle}Le confieso también que no fue sólo la confirmación de que un Observatorio de Antidifamación Religiosa existía el motivo que me condujo a plantarme en www.miciudadreal.es como redactor ciudadano, fue el reto de escribir sobre Ciudad Real sin caer en la melancolía. Y, para que se haga una idea de la dimensión del asunto, voy a escribir «reto» con mayúsculas: fue el Reto de escribir sobre Ciudad Real sin caer en la melancolía.
Podría haber sido Granada, Alicante o Madrid pero fue Ciudad Real. La circunstancialidad de la existencia es tan inescrutable como los senderos divinos. Quizá usted es culipardo de origen o quizá, como yo, lo es por decisión propia y a posteriori. Y uno es culipardo como podría ser salmantino o burgalés, insisto.
Hace tiempo que le vengo dando vueltas a eso de ser o sentirse español; a lo de ser o sentirse manchego, ciudadrealeño o socuellamino. No acabo de identificar esa identidad que, ciertamente, nos identifica; a lo sumo llego a decir que soy y me siento española por haber compartido una circunstancia ─un contexto─ con el resto de ciudadanos españoles. Un contexto que no comparto con los turcos, por ejemplo. Me digo que eso no es ni malo ni bueno, ni bonito ni feo. Eso, esa identidad, es. Sin más.
Y a veces me hierve la sangre cuando soy testigo de las barbaridades que se llegan a hacer en nombre de esa circunstancial identidad y a veces, ya dije, me pongo tonta pensando en las siestecitas de primavera en el Gasset que compartí con esos otros que paseaban a sus perros, en el calimocho en el INEM, en el ambiente casi clandestino del Teatro de la Sensación o en el Rincón de luna, mi bar de todos los días. El Rincón de luna, una de mis primeras paradas cada vez que voy a Ciudad Real. No, mejor, una de mis primeras paradas cada vez que vuelvo a Ciudad Real porque, a pesar del empeño que le pongo al asunto, casi nunca puedo ir a Ciudad Real, siempre vuelvo.
Y ayer me encontré esta propuesta en el foro de Mi Ciudad Real y di palmas de alegría: ¡Fotógrafos ciudadanos, échense sus cámaras en bolsos o bolsillos y apunten a todo aquello que les llame la atención de la ciudad! Porque compartimos un contexto y un lugar pero cada uno aporta su perspectiva y ahí caben muchas cosas. Y me encanta.
Porque el concepto de identidad es ancho y eso me gusta mucho más.