Isabel Redondo Salazar.– Son tiempos difíciles para todos. Vivimos un día a día lleno de sobresaltos e incluso miedo por la dura pandemia que nos afecta. Pero, me gustaría que hiciéramos una reflexión respecto a la situación de los asistidos, dependientes o no, de las residencias de mayores.
Actualmente la ciudadanía hace una vida relativamente normal, salimos a la calle con todas las medidas de protección para hacer nuestras gestiones, compramos, vamos al banco, paseamos, llevamos a nuestros hijos y nietos al colegio, podemos respirar el aire puro del campo… Pero nuestros mayores que están en residencias están privados de todos estos privilegios.
Muchos dirán que es por el bien de ellos, posiblemente lleven razón en algún aspecto, pero también hemos de reconocer que están pagando un precio muy caro para mantenerse vivos. Toda una vida luchando por una vejez tranquila, deseosos de sentir el cariño de los suyos y cuando más nos necesitan los aislamos e incluso en muchas ocasiones por protegerlos les quitamos el derecho a disfrutar de los suyos.
Yo me pregunto:
¿No sería más fácil dotar a las residencias de material sanitario suficiente para que todos los trabajadores pudieran ejercer su labor bien protegidos? ¿Que atendieran a nuestros mayores con las mejores garantías y medios?
Les privamos de una libertad mientras el resto hacemos nuestra vida. ¿Por qué? Estamos de acuerdo que ante algún caso de contagio se aísle a la persona que lo padece, pero el resto ¿por qué?
Se nos llena la boca de la preocupación por las residencias, pero ¿cuántos políticos las visitan?
Están subsistiendo muchas veces por el trabajo incansable del personal pero ¿dónde están los medios económicos y sanitarios de los que tanto alardeamos?
¡No nos engañemos! Están solos ante la administración muchas veces y encima los aislamos con el consiguiente perjuicio mental que les estamos ocasionando. Muchos quedarán en el camino no por causa del Covid sino por la tristeza y la soledad.
Desde aquí queremos hacer un llamamiento a las autoridades competentes para que revisen ésta situación. Doten a las residencias de tests y material de protección adecuados y dejémosles disfrutar con todas las garantías de una vejez digna.
Las familias cumplimos con todas las medidas de protección cuando vamos a visitarlos, las residencias ponen todo lo humanamente posible para que se cumpla el protocolo… ¿Dónde está el problema?
Cuidemos más del estado de salud mental de nuestros mayores y no caigamos en la utopía de lo que es mejor para ellos, cuando lo que se decide se adopta detrás de una mesa de despacho, sin conocer «in situ» su situación y menos decidiendo por ellos la vida que han de llevar sin poner todos los medios adecuados.
Lo cierto es que la pandemia ha evidenciado las múltiples fragilidades del modelo de la dependencia, que el sector al completo urge reformular…..
Pues si urge, Charles, propónselo a tu amo. ¿o te van a temblar las canillas?