Carlos Sanz.-La historia de la provincia de Ciudad Real no puede entenderse sin el papel que jugaron las órdenes militares de monjes-soldados creadas durante los siglos XII y XIII para conquistar los territorios bajo dominio musulmán. Tras el triunfo cristiano en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212), las órdenes militares serán las encargadas de repoblar y administrar buena parte del territorio ciudadrealeño. Nuestra actual provincia, estuvo repartida entre las órdenes de Calatrava, Santiago y San Juan del hospital.
Sin duda, la orden militar de mayor relevancia en nuestro territorio fue la de Calatrava, vinculada en su origen al monasterio de Fitero, la primera fundación cisterciense en España. Aparecieron en la provincia cuando Raimundo, abad de Fitero, y Fray Diego Velázquez, solicitaron la defensa de Calatrava La Vieja. Una petición que fue respaldada el 25 de septiembre de 1164 por el Papa Alejandro III. La orden permaneció en Calatrava La Vieja hasta 1195, fecha de la batalla de Alarcos donde fueron derrotados por los almohades. Después, con la victoria en Las Navas de Tolosa, regresa la orden de Calatrava, aunque su estancia será breve. El desplazamiento de la frontera al sur y el hambre provocada por la sequía de un terreno estéril, determinaron la elección de un nuevo emplazamiento.
Surge así el Sacro Convento Fortaleza de Calatrava La Nueva que constituye el más imponente conjunto fortificado levantado por la orden en nuestro territorio tanto por su ubicación como por el derroche de medios defensivos desplegados. Los estudios lo comparan a los levantados por los cruzados en Oriente próximo, tales como la fortaleza de San Juan de Acre (Israel) o la del Krac (Siria).
El mastodóntico conjunto se yergue sobre el cerro Alacranejo, a casi 1000 metros de altura. Un estratégico emplazamiento para dominar los pasos de Sierra Morena y la ruta de Andalucía. Se compone de un triple recinto defensivo realizado en mampostería. Hay que destacar el empleo de la roca volcánica, una singularidad existente en el Campo de Calatrava debido a la actividad geológica asociada al vulcanismo. Contó con iglesia, claustro, sala capitular, refectorio y otras dependencias conventuales, junto a dos plazas de armas y la torre del homenaje. Finalmente, un tercer bloque constituyó el último reducto fortificado o castillo propiamente dicho donde hubo almacenes, aljibes, caballerizas, etc.
De todos los edificios conservados es la iglesia la que mejor se mantiene y ofrece un mayor interés estético. Tiene planta de tres naves, la central es más ancha y alta que las laterales. Sus tres ábsides paralelos se abren al crucero mediante soportales prismáticos en las capillas laterales y cilíndricos con columnas adosadas en el central. En el ábside central, al lado de la epístola, aún se conservan restos de pintura mural donde se perciben, entre otros temas, lacerías de ocho en rojo y azul. El cuerpo de la iglesia se estructura mediante soportes cilíndricos con columnas adosadas sobre pedestal, rematadas por capitel cúbico y cimacio, sin decoración alguna (acorde a la austeridad que propugna la orden del Císter). Sobre ellos descansa una cubierta abovedada con nervios de piedra y plementería de ladrillo, organizado en elipses de aspecto cupuliforme. Una solución original y que no tuvo parangón en la época, que se conozca, en toda la península.
A destacar también las portadas. La conocida como Puerta de la Estrella, se compone de una portada ejecutada con piedra volcánica, formando un recuadramiento en el que se abre un vano apuntado con dos arquivoltas y una exterior polilobulada. En eje con ella se encuentra el espectacular rosetón circular cuya original labor de tracería no se conserva. Como curiosidad en el siglo XVI se describía de la siguiente manera: “repártase en forma de estrella en doce divisiones o rayos que separan doce columnas en círculo que se juntan en otro menor, y de columna a columna están los cristales y en ellos, pintados, doce misterios de la vida de Nuestra Señora y en el cristal del círculo de en medio, su coronación en el cielo”.
La huella cisterciense no solo afectó a la concepción estructural de la iglesia con la consiguiente austeridad ornamental, sino a otras dependencias. El refectorio, construido sobre el claustro al lado opuesto de la iglesia, se levantó siguiendo las normas cistercienses reflejando la presencia de la orden tanto en sus concepciones formales, constructivas como decorativas.
Almagro, sede definitiva de la orden de Calatrava
Poco después de la elección del emplazamiento de Calatrava La Nueva, se supone que la orden escogió un lugar menos abrupto y más alejado de contactos bélicos para edificar su casa maestral. En este contexto se sitúa la elección de Almagro, tras su concesión como fuero de población en 1213. En 1273, Alfonso X celebró cortes en la Casa de los Maestres lo que hace presuponer que el núcleo urbano de Almagro estaba configurado y delimitado por murallas perimetrales.
Todos conocemos la riqueza patrimonial que atesora Almagro, declarado Conjunto Histórico Artístico y una de las localidades manchegas donde mejor se representa el renacimiento y barroco español. Sin embargo, la impronta medieval, el verdadero origen de la población como núcleo urbano sigue siendo poco conocida. No hay muchas referencias históricas acerca del recinto amurallado. Las que hay están fechadas en el siglo XIV, como así documentó el historiador Corchado Soriano. Las murallas de Almagro se edificaron con materiales pobres, tanto por la ausencia de canteras lo que propició un arraigo de las técnicas mudéjares, uso de ladrillo y tapial, como por lo innecesario de una fortificación inexpugnable. Su centro de poder giraba en torno a la plaza Mayor cuyo lado oeste quedaba cerrado por la iglesia de San Bartolomé.
En sus proximidades se construyeron los Palacios Maestrales, símbolo del poder político. En ellos residía habitualmente el Maestre de la orden de Calatrava, que era la cabeza máxima de esta organización. En este lugar se celebraron actos tan relevantes como la convocatoria por parte de Alfonso X de los Maestres de las 3 órdenes militares o los Capítulos Generales de Calatrava.
A tenor de los estudios realizados por el profesor de historia del arte de la UCLM, Enrique Herrera Maldonado, del conjunto de edificaciones y huertos que componían los palacios solo se conserva un patio de tipología mudéjar rodeado con galerías y algunas dependencias. Se compone la planta baja de arcos de herradura con una luz muy grande, sostenidos por columnas circulares y bastante bajas y capiteles decorados. Las galerías conformadas en torno al patio van cubiertas por un alfarje con restos de policromía, escritura cúfica y los escudos de Gonzalo Núñez de Guzmán, lo que refuerza esa influencia mudéjar en la construcción del patio. La planta superior está formada por una galería con balaustrada. El edificio sí conserva su torre, que fue expresión de poder en el núcleo urbano cuya ubicación en un ángulo, es similar a la de otras casas de las distintas órdenes.
Actualmente, es la sede del Museo Nacional de Teatro y uno de los espacios escénicos donde se celebra el Festival Internacional de Teatro Clásico. Fue en 1994 cuando se cedieron los Palacios Maestrales para su transformación en lo que hoy en día es el Museo de Teatro y donde podemos disfrutar de un recorrido por la historia de las artes escénicas en España: desde el teatro griego y romano, las muestras de teatro en el medievo, los corrales de comedias durante el Siglo de Oro, el romanticismo y finalmente el siglo XX y la actualidad.
Por último, otro edificio relacionado con la orden de Calatrava es el ilustre Palacio del Conde de Valdeparaíso, que tiene gran solera por su historia. Desde 1992 es titularidad de la Diputación Provincial de Ciudad y en el edificio se llevan a cabo numerosas actividades culturales y docentes. El título de Conde de Valdeparaíso se crea en 1705 y fue concedido a Juan Francisco Ruiz de Gaona y Portocarrero, caballero de la orden de Calatrava y Ministro de Despacho Universal de Fernando VI, Regidor Perpetuo de Almagro y el mayor propietario de tierras de su término municipal.
El palacio fue construido en el siglo XVII, es de tipología barroca, compuesto por cuerpo central y dos torres a los lados. En su exterior destaca la portada, dividida en dos cuerpos, el primero sobre la puerta, adintelada, flanqueada por columnas gruesas y un florón en la parte superior. El segundo cuerpo corresponde al balcón, también adintelado, a cuyos lados aparecen los escudos heráldicos, sostenidos por ángeles, a ambos lados dos jarrones. El interior del palacio se abre mediante un zaguán que da acceso al patio de dos plantas, porticado en la inferior. De él parte una escalera que accede a la planta superior. Desde este patio, y mediante un arco de medio punto, se llega a otro secundario, donde estarían ubicadas las zonas menos nobles del palacio y las viviendas de los criados.
El edificio ocupa una gran superficie y está ubicado en una zona que rodea a la Plaza Mayor, donde se concentraron los palacios de la alta alcurnia almagreña. Fue a partir del siglo XVI cuando Almagro se transforma en una villa de corte renacentista y barroca con fachadas blasonadas que rivalizan en la demostración del poder económico y social de las respectivas familias de nobles y aristócratas que se asentaron. Es el Almagro que hoy conocemos, sede del prestigioso Festival Internacional de Teatro Clásico y una de las localidades más bellas de nuestra provincia que tuvo su origen gracias a la orden militar de Calatrava.
Carlos Sanz.– Durante más de 12 años me he dedicado al oficio de contar las cosas. En la universidad me convertí en historiador del arte, me metí en el proceloso mundo del turismo formándome como informador turístico y trabajando como técnico. De todo ese batiburrillo sale una devoción, la de comunicar, una pasión por el patrimonio, lo cultural y el arte. De eso va esto.