Cena envenenada

Imagine, querido lector, que Ud. junto con otros amigos decidieron organizar una gran cena; le dijeron que los gastos se pagarían a escote y la encargaron a un restaurante de confianza.

A la hora prevista el banquete fue servido y los comensales listos para degustarla. En ese momento apareció una persona inesperada; se dirigió al anfitrión, en concreto a su oído derecho; algo preocupante debió decirle; el susto de la expresión de su cara hablaba por sí solo.

-¡Por favor, no prueben bocado; la cena está envenenada! – dijo el anfitrión, repitiendo las sospechas de quien le acababa de susurrar al oído, un ayudante de cocina del restaurante.

La estupefacción fue general. Entre murmullos, sorpresa y desilusión por la celebración fallida, la gente saltó instintivamente de las sillas para alejarse de los alimentos tóxicos. El enorme salón se vació visto y no visto. El anfitrión despidió a todos en la puerta principal. Al rato, un grupo de personas comenzó a entrar por la puerta trasera; unos nuevos y otros del grupo saliente que retornaron tras la señal acordada. Siguieron las indicaciones del anfitrión tomando asiento en los lugares vacíos tras la estampida fruto del miedo a morir. Poco a poco, el gran comedor se llenó de comensales renovados dispuestos a disfrutar de unos manjares pagados por otros, ya se había encargado el anfitrión de que ni él mismo ni el cortejo de reincorporados apoquinaran una moneda chica.

Entre los recién llegados hubo una conciencia humana sabedora de lo allí acontecido, como todos los demás; sacó varias fotos con su móvil y las hizo llegar a un pequeño grupo de los invitados en primera instancia; entre ellos a Ud., querido lector. Permítame preguntarle qué sintió al recibirlas.

Ese sentimiento fue el mismo al de cualquier persona en su sano juicio: “Me han engañado. Es la última vez que confiaré en el organizador de la cena y en los asistentes y no pienso quedarme con los brazos cruzados ante el atropello”.

El banquete de la vida tenía unos ingredientes hasta que alguien subido en la cima de las instituciones mundiales gritó: ¡peligro de muerte! Desde entonces, la gente del común ya no sabe qué comer, ni cuánto, ni dónde, ni con quién.

El banquete de la vida nunca estuvo exento de riesgos. Hoy, es imposible disfrutarlo; ¿cómo hacerlo cuando los platos, los cubiertos y la ropa de mesa llevan grabados el rótulo de peligro de muerte?

Lo dicho hasta ahora es una alegoría sobre los últimos meses. Lo siguiente es absolutamente real.

De repente, surgió la llamada de un personaje del mundo periodístico –Pedro J. Ramírez-, y miembros del gobierno, PSOE, PP y Cs se reunieron a disfrutar del banquete de la vida a la antigua usanza, sin restricciones, excepto para quienes decidieran adoptarlas voluntariamente.

Descubrimos que el banquete de la vida de siempre estaba prohibido para el común de los españoles, salvo para los encargados de defendernos del peligro, que impusieron con su capacidad normativa y represora un banquete opresivo de nueva creación.

La reunión fue sin distancia social ni mascarilla; quienes optaron por el uso esporádico de la última, parecían más asistentes despistados a un baile de máscaras carnavalesco de pésimo gusto que gente preocupada por el riesgo de un envenenamiento contagioso.

No es que actuaran como integrantes de una casta de privilegiados; no es que fueran unos irresponsables. Se podría entender la irresponsabilidad y el ejercicio de privilegios de casta cuando no está en riesgo la salud. Es inasumible que 150 personas jugaran con su calidad de vida, incluso con la vida misma, cuando todas ellas deberían ser las personas mejor informadas de España sobre los riesgos de su proceder.

Cuando el máximo responsable de la salud pública, el Sr. Illa, aprobó con su presencia –al igual que Pablo Casado o la Sra. Arrimadas (*)- el banquete de la vida de siempre, ausente de restricciones molestas, sin recurrir a la Policía Nacional o a la Guardia Civil para evitarlo, es lógico pensar que la toxicidad de la que él mismo nos advierte o no existe o es tan leve que no produciría ni una diarrea infantil, de lo contrario el señor ministro y el resto de políticos relevantes asistentes al acto tendrían vocación de suicidas.

Si el riesgo existiera y actuaron como lo hicieron, todos los allí presentes deberían ser retirados inmediatamente de sus responsabilidades políticas. No pueden ostentar dignidades semejantes, enajenados mentales.

Luego se disculparon tras ser descubiertos; no sirve.

La gravedad del hecho no es tanto que se saltaran las normas, sino la duda razonable de pensar que el riesgo no es tal cual nos lo pintan, por no existir, o estar exagerado premeditadamente.

¿Por qué se comportaron con una ausencia de miedo tan distinta de la que nos insuflan día a día en los medios a su servicio?

¿Qué saben ellos que no sabemos nosotros?

Llevamos meses admitiendo una serie inacabable de incoherencias y disparates como si hubiéramos confinado la razón para no asumir la gravedad de lo que sucede y reaccionar.

_

Sin tapujos
Marcelino Lastra Muñiz
mlastramuniz@hotmail.com

(*) Lista de políticos asistentes más relevantes

Salvador Illa (M. Sanidad); Margarita Robles (M. Defensa); J.M. Rodríguez Uribes (M. Cultura); J.C. Campo (M. Justicia); Félix Bolaños (Secretario Gral Pdcia. Gobierno); Esperanza Casteleiro (Secretaria Estado de Defensa); Emiliano García Page (Pdte CLM); Dolores Delgado (Fiscal Gral. del Estado);  Pablo Casado (Pdte. PP); Isabel Díaz Ayuso (Pdta. CAM); Ana Pastor (PP); J.L. Martínez Almeida (Alcalde Madrid); Cuca Gamarra (Portavoz PP Congreso); Teodoro García Egea (Scrio Gral PP); Fdo. López Miras (Pdte. Murcia, PP); Inés Arrimadas (Pdta. Cs); Edmundo Bal (Cs); Begoña Villacís (Vicealcaldesa MAD, Cs).

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18 COMENTARIOS

  1. Illa ha pedido perdón.

    La Gaceta de Granada: Illa pide perdón por su asistencia a la gala de premios durante el estado de alarma. Salvador Illa: «Tienen razón. Es verdad que el evento cumplía con las reglas y las distancias, pero tienen razón»

    Otros siguen erre que erre con sus paranoias intentando que la gente esté acojonada pensando que hay un gobierno en la sombra que quiere acabar con ellos.

    Esa cena fue un absoluto despropósito.

    • Loa españoles somos muy dados, a «meter la pata hasta el corvejón», consciente o inconscientemente. Luego, cuando se reciben las críticas, con retirar las declaraciones o pedir perdón por los actos, asunto arreglado. Hoy se relatan estos hechos, pero es que la semana pasada fue la presidenta de Baleares. Y de tener memoria, podría relatar cientos y cientos de caso. «Calumnia, que algo queda».

        • Bajo mi forma de ver y según la gravedad del caso, es que no basta con pedir perdón. Y este, y el de Francina, mucho más, son suficientemente graves. Hay que tener la cara muy dura, para poner la excusa que puso la balear. Que menos que dimisión. Y me da lo mismo la ideología.

        • No, no te da lo mismo, porque no pides responsabilidad para los políticos de derechas que estuvieron en la cena de PedroJ. Allí estaba medio PP nacional

          De todas formas se les puede pedir una responsabilidad ética, porque la cena era absolutamente legal y cumplía con las normas.

          Y cuanta con que el ministro Illa no se quedó a cenar y Armengol estaba allí con la policía porque a no sé quién de su gabinete le dio un mareo.

    • Mi estimado Charles, mi duda no está en la existencia o no del SARS COV 2. Personalmente no tengo las competencias necesarias para afirmar ni una cosa ni la otra.

      Mi duda razonable es sobre el estado mental de los políticos que asistieron al evento si, como ellos mismos afirman, estamos ante una pandemia con severas consecuencias para nuestra salud. Dime ¿Qué te sugiere a ti su comportamiento?

      Un cordial saludo

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