Días pasados, el diario Lanza en su oferta semanal en papel del día 14de agosto, daba cuenta de un captura extraña y extrañada del Patrimonio Industrial provincial, con un título tan largo y prolijo como confuso: “El Patrimonio Industrial, no quiere ser el gran olvidado y reclama su espacio para convertirse en un importante referente turístico”.
Cuando ya sabemos el tipo de olvido que se cierne sobre tales elementos, que se valoran cuando desaparecen; casi en clave de lo afirmado por Antonio Machado al decir que “se canta [o se cataloga y defiende] lo que desaparece”. Pues eso, se pone en valor lo que ya ha desaparecido y a lo que llegamos tarde. Porque, bien a las claras, no existe ni ha existido un catálogo específico de tales elementos que componen el referido Patrimonio Industrial y que hubiera permitido establecer el grado de protección aplicable a los diversos elementos inventariados.
Cuando asistimos impasibles al lento goteo de su extinción, en cualquiera de sus facetas y modalidades, como puede rastrearse en muy diferentes medios de comunicación desde hace años. Y ello, a pesar de contar –casi como una excepción– con las instalaciones mineras de Almadén, declaradas como Patrimonio de la Humanidad, circunstancia que pudiera haber abierto una línea de compromiso y tutela administrativa en otras direcciones del Patrimonio Industrial. Patrimonio Industrial en entredicho, donde las actuaciones últimas promovidas desde la Diputación Provincial con el llamado Proyecto Titanes –que actúa sobre la hipotética recuperación de silos de grano en desuso y abandonados, sin conocer su viabilidad y funcionalidad futura– han tenido más problemas de presente ‘decorado’ que de justificación patrimonial y con un importante desembolso que, más allá de la pretensión de integración social esgrimida, no ha contribuido a establecer un línea de compromiso patrimonial. Salvo que entendamos que la convocatoria de 2020 del Concurso de fotografía sobre Patrimonio histórico y cultural sea otro peldaño en esa singular escalera al cielo de las buenas intenciones.
Asistimos, por tanto, a la demolición de las torres de refrigeración de las centrales térmicas de Puertollanoque, por ser más recientes en su construcción, carecen de apoyos y reconocimientos significativos; a la extinción de construcciones ferroviarias en desuso, al haberse producido el cierre de muchas líneas y estaciones; al cierre de viejos puentes afectados por una variante como alternativa al nuevo paradigma del tráfico global; al abandono de harineras, alcoholeras y ladrilleras, como muestra de la transformación productiva que deja fuera de lugar a instalaciones fabriles e industriales de etapas anteriores. Como si el descubrimiento patrimonial tardío del Martinete de Los Pozuelos y de la fábrica de cerámica de Villar del Pozo –como ejemplos aludidos por Diego Peris y Javier Morales, dos de los expertos interrogados en la elaboración del texto periodístico referido– fueran un hallazgo similar a los hallazgos arqueológicos que, muchas veces, ocurren por ventura y azar, y raras veces como consecuencia de un proceso encadenado de estudios, análisis y programas concretos.
Cuando bien cierto es la secuencia de estudios, propuestas y catálogos que se vienen produciendo, al menos desde 1995, cuando se publica el trabajo Arquitectura para la industria: 1850-1936, por parte de la administración responsable (Junta de Comunidades de CLM) de la tutela patrimonial, de la declaración de Bienes de Interés Cultural y de su misma protección. En 1992 habían tenido lugar las Jornadas de Arqueología Industrial en Ciudad Real y nueve años más tarde, en 2003, se celebra en Puertollano el simposio Patrimonio Industrial: defensa, conservación y uso. Ese mismo año en que, por parte del Ministerio de Educación y Cultura junto al Instituto del Patrimonio Histórico Español (IPHE), se dio forma al Plan del Patrimonio Industrial de España. Plan que según se publicitó en prensa “Salvará 49 bienes históricos de una ruina segura”. De esos 49 bienes ‘salvados’, en Castilla-La Mancha, se contabilizaban la fábrica de Riopar, la fábrica de paños de Brihuega y la zona minera de Puertollano. En el inventario del DOCOMOMO industrial de 2005, aunque con la limitación de la temporalidad propia del MOMO, se introdujeron en la catalogación, elementos industriales como la térmica de REPSOL (Antigua Empresa Nacional Calvo Sotelo), la planta de fertilizantes de ENFERSA y la cementera de Asland en Villaluenga de la Sagra.Habría sido un buen momento –con todos los antecedentes citados– para que la Consejería de Cultura ampliara la nómina de los elementos de Patrimonio Industrial, sujetos a algún tipo de medida de protección y verificase una catalogación adecuada y habríamos evitado los actuales lamentos por la lenta extinción patrimonial. Aunque, finalmente, el tiempo pasado desde 1995 se nos antoja como un tiempo incapaz de poner en funcionamiento políticas patrimoniales –no sólo del patrimonio industrial– desde la administración regional. Como ya se verificaba en el trabajo que publiqué en 2005,Arquitectura, Patrimonio, Espíritu, dentro del número de la revista Formas de Arquitectura y Arte dedicado al binomio Arquitectura y Patrimonio. “Son estos misterios de la pervivencia de determinados valores culturales por encima del tiempo, los que no son compatibles con la gestión institucional del Patrimonio”. Quince años más tarde la incompatibilidad sigue siendo manifiesta. Pero por lo visto, y como muestra cabal del significado de batiburrillo (“Mezcla de cosas revueltas, sin orden e inconexas, que se desdicen entre sí”) seguimos en el mismo estado de espera y confusión, por más que se publiciten algunos logros de índole preferentemente arqueológica.
Si la visión de batiburrillo como amasijo y amalgama heteróclita se acopla perfectamente a la situación de las políticas institucionales delPatrimonio, algo parecido podríamos decir de las Políticas Culturales, y particularmente de las correspondientes a las Artes Plásticas. Políticas Culturales de las Artes Plásticas, que se han agudizado y licuado tras la pandemia, en una mostración de que los recortes culturales no sólo son reflejo del incremento de gasto sanitario, sino de la fata de ideas y de políticas creíbles. Compárese el apoyo otorgado al mundo de las Artes Plásticas, por una comunidad vecina –de carácter político contrario, por cierto– como la andaluza, capaz de intervenir en compras, adquisiciones y becas, con la endeblez y ausencia de los apoyos desplegados por la Comunidad castellanomanchega. Que, a lo sumo, según consta desde las peticiones formuladas por la plataforma Mancha Contemporánea, llega a promocionar un concurso de logotipos para los artistas jóvenes. Entre el debate de la falta de presupuestos en el campo de la cultura y la falta de ideas demostrada, cabe sospechar un futuro en caída libre a lo largo de ese abismo que llama a la puerta
Junto a esa evidencia, sólo aparecen esas propuestas insólitas –como el protagonismo otorgado al responsable del Proyecto Titanes, Okuda Sanmiguel, que le ha hecho viajar hasta el faro de Ajo en Santander– de enseñorear colecciones con piezas no contrastadas en su valor y mérito, y propias del universo recreativo, como las de D’ emo (Eladio de Mora-Granados), que se verán en la sede del Espacio Corpoen Toledo y luego, en el Museo de la Merced en Ciudad Real.O la pretensión del Coleccionista Antonio Ruíz de Castañeda responsable de la Fundación ARUCAS, de montar una colección itinerante de Arte Contemporáneo.
Aunque aquí, por lo visto y oído, la similitud de políticas institucionales no es por ello al batiburrillo patrimonial sino al abismo mismo, que anuncia una enorme caída y una posible extinción. Un abismo que hace visible la meseta-mesetaria, ostentosa –y ruidosamente sostenida y enseñoreada por las autoridades culturales– de la colección Corpo –como acrónimo oculto de la colección Roberto Polo–. Una colección instituida, en la anterior legislatura regional del gobierno de García Page, como polo de atracción cultural y turística (¿…?) que no ha visto cubierto sus fines y objetivos. Y ello pese a consumir buena parte de los recursos económicos, que distribuidos de otra forma darían curso a paliar todas las escaseces citadas. ¿Tan difícil es rectificar?
Periferia sentimental
José Rivero
Es cierto que el patrimonio industrial en España ha sido el gran olvidado en la legislación sobre bienes culturales……
De Page lo único que se puede esperar son titulares. Le encanta, le fascina vender humo. Esto es CLM, lugar donde gobiernan los más incompetentes del reino. Y donde sus ciudadanos aguantan lo que les echen. No le dé más vueltas, don José.