Hasta ahora las formas políticas de eternidad, estaban vinculadas a las grandes dinastías del pasado remoto e inmemorial, que es casi como decir a las Grandes Religiones del pasado.
Dinastías que se conectaban entre herederos y sucesores y componían un trayecto interminable de parentescos familiares y de personalismos cruzados. Grandeza de la sangre: reyes, emperadores, faraones, dictadores, autócratas, sátrapas, mandarines, sultanes y emires, daban cuenta de esas cuentas del rosario del poder inmemorial e interminable. Que como las pilas del anuncio ‘nose acaban nunca’ o ‘duran, duran y no terminan jamás’. Por eso la justificación de los usuarios del poder eterno, de sólo explicarse y rendir cuentas ‘ante dios y ante la historia’, como sabemos y conocemos por nuestro pasado dictatorial y eterno. Eternidad políticade políticos que aspiran a cierta eternidad con olor a correajes marciales y sonido de música militar. Que es como obtener el salvoconducto a la eternidad del mármol y de las efigies acuñadas en monedas de curso legal. Y que además es la mejor forma de conectar la política con la religión, en la medida en que ésta última de suyo siempre ha querido gozar del tiempo eterno y verificar su administración y custodia.
Por lo que hablar de eternidad política en el siglo XXI, como herencia forzada de las eternidades políticas del siglo XX, pudiera considerarse ¡ay!, un contrasentido histórico. Las formas democráticas –por imperfectas que sean, y de hecho lo son– cuenta con la fórmula de la renovación del poder que dictan los procesos electorales. Procesos que –por imperfectos que sean, y de hecho lo son– impiden esa legitimación del tiempo de la política eterna y de los políticos de mármol y bronce que convierten a los ciudadanos en súbditos de sal.
Y ese dinamismo aparente de las modernas sociedades es el que impide, consecuentemente, el quietismo amodorrado de formas de poder que quisieran prolongarse hasta el final de los tiempos –como daba cuenta el Reich hitleriano de los 1000 años y su proyecto arquitectónico del Berlín eterno–. Pero a veces, ocurre que las modernas sociedades –que, obviamente, no serán ni tan modernas ni tan dinámicas–generan súcubos que adquieren la taumaturgia y el gusto del poder eterno. Digo todo esto, leyendo los titulares recientes que se derivan de la reforma constitucional que propone el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin: Las claves de Putin hacia la eternidad política.
Las claves de Putin y los clavos de los ciudadanos rusos. Que tienen tantos problemas como la unificación improbable de las diferencias. Diferencias tales como las 22 repúblicas autónomas, más la invadida Crimea, las 37 lenguas estatales y de ellas, las 15 lenguas oficiales. Reforma constitucional rusa que entre otras cualidades tendrá el inconveniente –para los ciudadanos rusos del presente y del futuro de esas 22 republicas atónitas y atómicas– de prolongar su posible mandato hasta 2036, donde Putin estará más cerca del abismo que de la eternidad. Un mandato que se remonta, cuando menos, a 1999 y que tiene una larga escuela de aprendizaje en el desaparecido KGB y en la academia de policía Andropov de la desaparecida URSS. Putin, un disciplinado marxista-leninista del manual de la Academia de Marxismo de la citada URSS, capaz de sacar, no leche de una alcuza, sino poderes regios y eternos de un llamada República Federativa heredera de una República Socialista. Y donde hay tendencia a la eternidad, hay proclividad al totalitarismo.
Aunque, claro, mirando alrededor uno descubre que las tentaciones de eternidad política son más actuales de lo que se podría creer, y no expresan tanto un pasado atufarado y polvoriento, como un inquietante presente fosilizado. Se aposentaron en la Cuba castrista –desde 1959 hasta 2018– en manos de la familia Castro, sin más alternativa que la línea familiar y la vindicación de Sierra Maestra, de Bahía Cochinos y toda la mitología de la revolución de tabaco y azúcar caribeño. Igual que en la Venezuela actual, Maduro se prepara para realizar una hipotética transmisión familiar de poder y mando de Nicolás a Nicolasito; como él que recibiera las consignas de la continuidad bolivariana y libertadora, escuchando a un pajarito chavista que le revelaba los secretos de la eternidad, por más complejos que fueran los tiempos revueltos. Pura reencarnación como vida eterna.
Por no hablar de esa monarquía socialista y tan cerrada y hermética como la Albania alucinada de Eber Hoxa de Corea del Norte, donde los Kim –que es tanto como designar los galones del mando interno, eterno e imperial– pasan de Kim-Jong-Il a Kim-Jong-un o al precedente del abuelo Kim-Il-Sung y a la hermana del actual líder y futura lideresa, Kim-Yo-jong. No sólo la transmisión familiar sino la acumulación de liderazgos: presidente de la República Popular Democrática, comandante en Jefe de los Ejércitos Populares y secretario general del Partido de los Trabajadores. No superaría el conclave y el mandarinato ni el Egipto faraónico, sólo reconocible en sus excavaciones y en sus momias y sarcófagos.
Hay casos como los Nicaragua donde Daniel Ortega ejercita formas de eternidad desde 1985, con su primera llegada al poder. Reeditando el aterrizaje en 2007 y vinculando su ejercicio con formas de parentesco. Forma de parentesco y formas de totalitarismo, aunque no se visibilice el nepotismo, salvo con Mao Ze Dong y la revolución Cultural, como acontece en la República Popular China, que desde 1949 en que se instaura la nueva forma política de RPC, no ha tenido procesos electorales, merced a la existencia del Partido Único.
Los más llamativo de todo ello es que las formas eternas de poder en el presente ¿eterno?, proceden de países que han tenido su proceso de modernización social e histórica de la mano del marxismo-leninismo, como fuente de abastecimiento ideológico y como fuente de construcción ilusoria. Ciertamente el capitalismo es tan detestable como miserable, pero las formas políticas que lo amparan y sustentan no entienden el ejercicio eterno del poder como un salto mortal hacia la eternidad del gobernante.
Periferia sentimental
José Rivero
Le añado varios ejemplos más: el frente nacional de Francia, el partido socialista de Grecia, los Bush, kennedy y Clinton en USA, los ghandi en la india.
Aunque cada caso tiene tu idiosincrasia, es verdad que hay estirpes políticas que se van subrogando en su propia sangre. Por que? Pues creo que es, básicamente por esa especie de simbolismo totémico (en términos freudianos) por la cual la estirpe hereda lo que significó el primer lider en cuanto a valores e ideología.
Y con respecto a Putin, también hay que decir que la actual rusia es menos centralizada de lo que parece. A veces pensamos que Rusia es Moscú y no es así. Es casi un continente… en cualquier caso, muy interesante sus reflexiones
Hay otras eternidades que me preocupan mucho, en España:
Altos cargos de las administraciones, sobre todo la Central; altos cargos en el ejército, en la Sanidad, en puesto clave de los poderes como el Judicial.
Si miramos los apellidos que se eternizan en estos sitios, podemos pensar que ahí solo se accede por igualdad, mérito y capacidad…pero cuando los apellidos se repiten tanto…podemos pensar que…
Y ahí no hay elección, reelección…ahí hay nepotismo puro y duro. Y ninguno de ellos suele ser de izquierdas. Los de izquierdas-socialistas son más de dar el PER.
Mientras tanto, Trump quiere ser como Putin. «Trump forever»….
Pedro Sanchez fue echado de tu partido por tonguero y sinvergüenza y volvió. Comparten genes.
Pero al menos Trump defiende los intereses de su país. No como Sánchez que solo se ocupa de sí mismo.
Tu preferirías tener de presidente a Donald Trump que a Pedro Sánchez. Todo dicho. Has probado ya a seguir los consejos de tu oráculo rubio y beber lejía para desarrollar inmunidad frente al coronavirus?
No era necesario usar mascarilla. No hacía falta solo hacer caso de Trump. Eso lo dijo el gobierno aquí en España. Yo preferiría tener a Trump si. Un idiota que se hace con vacunas para su país y hace bajar el paro.
El tiempo es relativo: largo para la gente, corto para los políticos.