Paco Núñez. Presidente del Partido Popular de Castilla-La Mancha.-El que hoy vivimos es, con toda seguridad, el 31 de mayo menos festivo de los que recordamos, el más atípico y en el que más dolor acumulamos en nuestros corazones. Pero también un 31 de mayo cargado de esperanza, de mirar hacia delante sin olvidar lo que queda atrás, de simbolismo y, sobre todo, de recuerdo. De recuerdo a todos aquellos a los que esta terrible pandemia nos ha arrebatado.
Si alguna Medalla de Oro de la Región hubiéramos de otorgar en esta fecha conmemorativa del 31 de Mayo, Día de Castilla-La Mancha, debiera ser, sin duda alguna, de la solapa de todos y cada uno de los castellano-manchegos, de nuestros paisanos que siguen teniendo muy presente el recuerdo y el homenaje a las 3.000 personas fallecidas en soledad durante estos meses de fatal y desesperante tasa de letalidad por el golpe que el Covid-19 nos ha asestado. Es por eso que mi primer recuerdo y mi primera referencia va para ellos, para toda esa gente que se ha ido y para sus amigos y allegados. Para todos nuestro recuerdo, nuestra cercanía, y las condolencias más sinceras de la familia del Partido Popular de Castilla-La Mancha.
Han sido meses de dureza emocional como no hemos conocido antes, en los que la sociedad castellano-manchega se ha rebelado espontánea y solidariamente contra la cruel adversidad de un virus que la desangraba. Desde la fabricación artesanal de equipos de protección individual para los sanitarios que carecían de ellos (batas, guantes, mascarillas….) a la desinfección de espacios públicos con maquinaria particular de agricultores y ganaderos, pasando por la rápida reconversión de pequeñas y medianas fábricas textiles y de calzado de nuestra tierra para compensar la falta de medios; la donación de material y alimentos por parte de empresas; la asistencia vecinal a personas mayores aisladas en sus domicilios; los gestos humanitarios por parte de asociaciones, cofradías, peñas, clubes deportivos y culturales y otras muchas.
Todos y cada uno de nuestros vecinos nos han dado una lección de amor y generosidad sin límites, y este virus, a pesar de su dureza, nos ha unido en torno a una idea, la idea de región, de comunidad autónoma y de pertenencia a una tierra de valientes luchadores que no se amedrentan ante los golpes que nos depara la vida.
Permitidme que en este punto haga una pausa, me ponga en pie y aplauda, una vez más, como hacíamos a las ocho de la tarde, a todos y cada uno de los profesionales de la Sanidad que han sido un ejemplo de superación y entrega durante estos meses, y no olvidemos que siguen siéndolo. Ellos han constituido la primera línea de ese frente de batalla contra el virus, en muchas ocasiones sin las armas necesarias, pero lejos de desfallecer se han cargado de valor y están doblegando este severo ataque. A todos y cada uno de ellos, gracias, tenéis toda mi admiración y gratitud.
Pero junto a ese ejemplo de profesionalidad de los trabajadores de la Sanidad hay que sumarles otros muchos, el del batallón que se ha constituido en los pueblos y ciudades de la región y de toda España en el que todas sus piezas han sido fundamentales, es por eso que hoy no puedo dejar de acordarme de los trabajadores del ámbito socio sanitario, las Fuerzas del Orden y Cuerpos de Seguridad, del Servicio de Protección y Extinción de Incendios, voluntarios de Protección Civil, Cruz Roja o del Banco de Alimentos, trabajadores del sector primario y de las cadenas de distribución alimentaria, de los servicios funerarios, financieros, limpieza, Emergencias, del sector del Transporte que han llenado nuestras autovías y carreteras en pleno Estado de Alarma, ellos han sido nuestro principal apoyo.
Tampoco puedo dejar de lado el trabajo de los alcaldes de la región, también de los primeros en formar ese auténtico escudo social que ha presentado batalla a un virus que, por momentos, desbordó nuestras infraestructuras y dotaciones asistenciales en las semanas más duras de la pandemia, su trabajo a pesar de no contar con todo el apoyo y la información que necesitaban de la administración regional, su gran conocimiento del terreno y de los recursos los han convertido en pieza clave durante estos meses. Algo que personalmente no me sorprende, soy un fiel defensor del municipalismo, y ellos son la base de Castilla-La Mancha, por ello hoy, el Día de la Región, no sería justo que no tuvieran un reconocimiento especial.
Hemos pasado larguísimos días de confinamiento, de fuertes restricciones de movilidad y de disciplina para buena parte de la sociedad, también para nuestros niños y jóvenes que tuvieron que dejar las aulas, días en los que los maestros y profesores, lejos de querer quince días de vacaciones, han dado la mejor versión de su vocación de enseñantes con mayúsculas ante sus alumnos. También es reseñable la labor de los servidores públicos en la Administración, que han evitado la paralización de los servicios esenciales a través del teletrabajo y de tantos otros sectores del tejido productivo de nuestro país y región que han visto paralizada de repente su actividad económica y que ahora luchan por reemprender sus vidas laborales.
En Castilla-La Mancha tenemos motivos suficientes para sentirnos orgullosos de nosotros mismos de sus paisanos, y muy especialmente de sus profesionales sanitarios y educativos. A partir de ahí, esta crisis nos obliga a poner los medios para hacer de las residencias de mayores, de los centros hospitalarios y de las asociaciones socio sanitarias que trabajan por la integración de las personas más vulnerables, unos lugares más y mejor preparados para luchar contra esta enfermedad o contra cualquier otro contratiempo que pudiera surgir. Los trabajadores de estos centros han cargado a sus espaldas el peso de sacar adelante un país y una región, tremendamente golpeada por la crisis sanitaria. Y ahora, nuestro deber es seguir garantizando que puedan trabajar en las mejores condiciones, tanto de protección como de seguridad, esas mismas que debieran haber tenido desde el primer momento.
La sociedad castellano-manchega en su conjunto, desde Almadén hasta el Señorío de Molina; desde el Corredor del Henares o La Sagra hasta las sierras de Alcaraz y Segura; desde la serranía de Cuenca a los Montes de Toledo; desde La Mancha, corazón de la región hasta las bellas Toledo y Cuenca, las dinámicas Guadalajara y Albacete, la cercana y amable Ciudad Real, nos ha dado su mejor versión a pesar de recibir un crudo y cruel revés. Por todas ellas, por nuestra tierra, por Castilla-La Mancha, es momento de que recuperemos la esperanza y no dejemos que nunca más camine sola.