La Historia estaba coja desde que se cayó el Muro de Berlín, una de las fuerzas del par que equilibraban el mundo. El sistema capitalista y sus voraces neocon se frotaron entonces las manos ante los bastos mercados que empezaban a vislumbrarse, mientras China seguía -y sigue- con su propio proyecto neocom y el difuso fundamentalismo islámico se preparaba para ocupar el puesto del peligro comunista. (El nuevo orden necesita el caldo del miedo para sahumar el ambiente).
{mosgoogle}En el término medio está la virtud: ni Estado hasta en la sopa, ni mercado libre a su libre albedrío. Es la hora de la Tercera Vía, el hallazgo económico, social y político que procure permanecer en el punto 0 entre intervencionismo y desregulación selvática, de modo que pueda activar medidas de corrección si el hito del equilibrio amenaza con dar un bandazo peligroso.
De la misma manera que se regulan las libertades individuales cuya frontera es la libertad del otro, así debería ponerse orden en el mercadillo global de modo que la riqueza de uno termine antes de que empiece la ruina del otro.
Curiosa paradoja la del señor de la guerra, George Bush. De EEUU llegó el tsunami de las hipotecas basura y de EEUU ha llegado el tratamiento de choque, pero con una diferencia: la crisis la provocaron los bancos, la pasta privada; en cambio la solución es una decisión política que toma prestado dinero público del Tesoro. Bush se va a marchar por un guiño del destino como el presidente que casi nacionaliza la banca para evitar el colapso general. Sin saberlo, ha dado un paso importante hacia la globalización de la tercera vía sobre los escombros de la parte más descarnada del sistema capitalista: la codicia ciega a la que nada importa salvo los beneficios ante la pasividad inexplicable de los gobiernos.
De modo que comprobados ya los dos derrumbes es de suponer que los sesudos economistas y los dirigentes políticos del mundo reflexionen sobre la preciosa oportunidad que brinda la nueva experiencia y el panorama resultante: si el comunismo ortodoxo ha sido superado por la Historia, la misma suerte deberá correr el capitalismo ultra.
La Tercera Vía llama a las puertas de la globalización y apela a los gobiernos de uno u otro signo a meter en vereda a los sangrientos tiburones del sistema, dándoles en el hocico con la adecuada regulación e intervención cuando pidan más carnaza. Sobre todo si como suele ocurrir, los desaguisados de los avariciosos acaban pagándolos los Estados.
Entre socialdemocracia y liberalismo debe andar el juego que consiga también que los golfos especuladores paguen de su bolsillo todos los desperfectos. Llevan razón quienes afirman que la crisis puede ser positiva. A poco, podemos inventar la socialdemocracia liberal de mercado público-privado (como las viviendas) y libre, claro, pero no delictivamente… libérrimo.