«La historia se repite, pero que pare ya» decía uno de nuestros más lúcidos ciudadanos realeños (digámoslo así, por no repetir ciudad o escribir anos ciudadrealeños), con el humor de sus siempre memorables escritos, que antes daba a la prensa o a las paredes de una redvista.
Es un ingeniero del que no daré más datos. En un artículo lleno de razonamientos siempre útiles, ya que se limitaba a sumar datos para extraer resultados y no meras especulaciones, formulaba un argumento puramente matemático para indicar que España no es un estado político de derecho, sino un estancado político de desecho (de aguas tan corruptas como las de los pantanos franquiles). Estudiaba la egipcia pirámide de población que había el año que se votó la Constitución y, comparándola con la de ahora, llegaba a la siguiente conclusión:
El país en el que vivimos hoy se rige por una Constitución que, con sus cosas buenas y sus cosas malas, se aprobó hace casi cuarenta años por 11 millones de personas aún vivas de los 46,5 millones que vivimos ahora en él. Es decir, por el 23,6%. ¿No es ya el momento de plantear una reforma constitucional de calado?
Ese porcentaje, el 23%, ya es mucho menor del que se necesita en el Congreso para no reformar la Constitución (el 41 % dos veces: en las dos cámaras, o por comisión), y no va a ir a más sino a menos. A esto se suma que el 60% de los españoles se declara no monárquico, ni siquiera con casa en Suiza, y que esa pantomima o plebiscito (esto es, el referéndum que pregunta sí o no, sin quizá y de qué modo) sin alternativas visibles, pero sí factibles, que ni siquiera permitía elegir la forma del estado y cerraba el pasado sin abrir el futuro, para parecer democracia y que entráramos en Europa), ha quedado ampliamente desacreditada desde hace mucho por su profunda conexión con el sector más arcaico y corrupto del franquismo remozado, ese que solo era partidario de su propio beneficio. ¿Qué dirían ustedes si tuvieran que usar en 2020 un procesador de texto jurídico Friden Flexowriter en un obsoleto ordenador Altair e introducirlo con tarjetas perforadas? Y eso, operado con gentes tecnófobas, con exgobernadores civiles acostumbrados a dejar sus runas con pluma y tintero. Pues usamos una Constitución (al principio quise poner Continuación) todavía más antigua; mientras que todas las demás constituciones europeas no las reconocen ya de tanta mutación ni las madres de la patria que las parieron.
Solo hay que ver a los neorrancios de Casado o a su excelencia, mio Çid Abascal, al que le dan siempre por donde amargan los pepinos y pepunos, el que a cada minusculilla verdad que expele pega diez mentiras, veinte vivaspañas y treinta silencios sepulcrales de cuneta: Vox audita perit, littera scripta manet. Y Vox culi, vox diaboli. Parar una historia que se repite, es querer que avance, cambie y deje de ser farsa o tragedia, como quería Marx, o deje de ser pasado para ocuparse de lo verdadero, como quería George Santayana. Así, ya ocurrió con Companys lo que con el caganer de Waterloo; demasiada memoria es mala para resolver problemas nuevos; solo hemos mejorado en que en esta época ya no hubo cincuenta muertos. Ahora los muertos los ponen los virus y la falta de previsión del Instituto Nacional de Previsión que creó Maura en 1908.
Cierto, todavía hay mucha de esa gentona cantacataluñas y cantaespañas (incluso cantamanchas). Pero yo recuerdo un fresco soneto de libérrima métrica compuesto antes de las crisis del XXI por una poetisa prematuramente fallecida, Carmen Jodra, que obtuvo el premio Hiperión en 1998 con Las moras agraces y solo dieciocho añitos. En él usa la mozalbeta un lenguaje que traduce al significado el lenguaje político de la heroica generación tapón a la lengua de sus jovencidas víctimas:
–¡Democrad! ¡Libertacia! ¡Puebla el vivo! ¡No dictaremos más admitidores! Pro lometemos, samas y deñores, nuestro satierno va a gobisfacerles.
Firmaremos la gaz, no habrá más perra,zaperán juntos el queón y el lordero, y quieto promerer y lo promero, vamos a felicirles muy hacerles.
(Y el horimento bajo el firmazonte, o el firmazonte bajo el horimento –ye ca no sé–, brillaba, grona y aro). –
Que se me raiga un cayo si les miento:fumos soertes, y, mo lás pimtortante, ¡Blasamos hiempre claro!
Y es que en el tiempo de los funcionarios, / los hombres eran barbaros, / se subian a los arboles / y se comian los pajaros.
Nuestros conspicuos y reputados próceres y prohombres, ínclitos y egregios, envidiados por todas las instituciones internacionales de la tierra entonces como ahora, nos peroran, por usar la expresión de Alex DeLarge, el rehabilitado drugo de La naranja mecánica, «más claro que el sol radiante de un luminoso día de verano».
Contornos
Ángel Romera
http://diariodelendriago.blogspot.com.es/
Es tremendo que en el Siglo XXI aún haya gente que tenga grabado a fuego unos principios tan viejos y tan oscuros como El cerebrillo de Fernando VII.
La reforma de la Constitución debería ser motivo de alegría y esperanza para este país.
Es que parece que la gente joven no se quiere dar cuenta de que esa Constitución se hizo con las pistolas aún calientes de los ultraderechistas y sus nefandos militares a sueldo. Que la España actual ha evolucionado y no quiere ni un Monarca, ni leyes que atrapen a robagallinas, pero dejen a los grandes del Ibex campar por sus respetos.
Y no se dan cuenta que eso no es romper el orden Constitucional. Es acabar con la mal llamada transición, que no fue sino el enraizamiento del «todo atado y bien atado».
Los jóvenes actuales deben articular un país que les responda cuando acaban sus estudios, que les responda con una Sanidad y una Educación para ellos y sus hijos acorde a las necesidades del XXI.
Una Constitución que recoja correctamente el hecho territorial, las relaciones entre comunidades, el Federalismo. Cosas que NO rompen España, sino que la cohesionan mejor y la hacen mucho más operativa.
Una Carta Magna que le quite a los malos políticos el monopolio de la política ramplona y rastrera y les impida gobernar de espaldas al pueblo, que haga aún más fuerte la participación ciudadana en caso de una mayoría parlamentaria tan nefasta como la de Aznar o Rajoy, o Felipe al final de su reinado (lo siento pero aquí si que soy ideológico).
Que se acabe con esa distribución de poder que da tanta alegría al nacionalismo y combustible al nazionalismo. Que impida que haya partidos que no asuman la democracia interna como única forma de trabajo y que impida bloqueos infantiles a normas fundamentales para la convivencia.
Y, sobre todo, una Constitución que sea votada por quienes viven hoy y que no tienen nada que ver con quienes la votaron CON MIEDO en 1978 y que en su mayoría ya no están.
Así es que REFORMA CONSTITUCIONAL: SI, y sin miedo. Porque somos maduros y lo haremos bien. Y, antes de la reforma, un referéndum para ver si queremos un Felipito, heredero del dictador de Mingorrubio o un Presidente de la República elegido democráticamente cada cuatro años, sea del partido que sea.
Y, me adelanto a los cenizos: Quiero una reforma, no romper la Constitución ni romper mi país. Una reforma constitucional y que los españoles digamos si queremos un felipito o no. DEMOCRACIA.
..Felipito, o Leonorcita…. Quiero decidir ..¡libertad¡ ¡libertad¡ ¡libertad¡ ¡libertad¡ ¡libertad¡ ¡libertad¡ ¡libertad¡ ¡libertad¡
En el poema me he perdido. Estoy mayor, Romera
Más allá del dilema sobre monarquía o república, hay otras cosas que considero más importantes de revisar. Incluso aceptando que España siga siendo una monarquía, creo que se podría regular mejor el papel de la Jefatura del Estado y corregir la inviolabilidad, que tan mal uso le ha dado el actual rey emérito.
En mi opinión se perdió una oportunidad tras las elecciones de abril del año pasado. Para que haya reforma, debe haber un amplio consenso, y no lo hay. Tampoco sirven las victorias pírricas.
Sin ánimo de ser recurrente, creo que si sacamos a Franco del Valle este año, también hay que sacarlo de la jefatura del Estado. Una institución denostada, anodina, arcaica y fundamentada en el deseo de un fascista que destrozó nuestro país en dos y ejecutó a miles de demócratas por puro placer.
A los españoles se nos arrebató en 1978 la posibilidad de elegir modelo de estado y de jefatura del Estado por aquello del «todo atado y bien atado».
Hay que hacer una reforma, de la que he puesto varios puntos, y me faltan muchos más, que deberían comenzar con un referéndum sobre el modelo de Estado.
Yo no propongo reformar y punto. Quiero que se pregunte en las urnas primero y que se deje de callar un secreto a voces: los españoles NO queremos a Felipe VI ni en pintura.
Por eso, antes de reformar la Constitución, que nos llamen a urnas y verás como no va a ser una victoria pírrica. Además, si sale lo que espero, será una reforma con buenos cimientos.
No le tengamos miedo a la Democracia real. Tengámosle miedo a la «Democracia representativa que tanto gusta a la derecha. Y tengámosle miedo a esos que no quieren que nada se mueva para seguir viviendo de la mamandurria.
Por qué somos tan reacios al progreso? Miremos un poco más allá del ombligo.
La monarquía constitucional es lo mejor que podría haber a día de hoy. Felipe VI le da mil vueltas a cualquiera que se os ocurra, por formación, prudencia y capacidad de intermediar.
Un presidente de la república no lo sería por elección. No hay tradición como en EEUU o Francia, es decir, se propondría por los desprestigiados gremios políticos que buscarían ensalzar una vieja gloria del propio gremio, tipo Javier Solana, por no hablar ya de que el coletas metiera el moco, y dijera que tiene que ser chica y de las suyas, o el de la motoreta, pongamos por caso. Vamos a dejarlo como está y grito con canano: ¡libertad! ¡libertad!, ¡libertad!, ¡libertad! ¡libertad frente a un gobierno que de boquilla se llama progresista y de facto es tiránico y recorta derechos fundamentales y libertades individuales! ¡libertad!
Mira, perdona pero formación? Prudencia? Capacidad de intermediar?
Dónde estabas cuando lo del procès? Ahí Felipito se enterró solo y nos jodió a los que queremos una España diversa con Catalunya incluida.
La Monarquía sigue ahí porque es una marioneta del poder. Si fuera por efectividad ya estaba más que cerrada. Un gasto inútil.
Solo fíjate en quienes la apoyan. Entre ellos V.O.X.
De todas formas, dices libertad varias veces, pero no te parece bien que se vote en referéndum si queremos República o Monarquía. No sé, no te entiendo.
Hay que afrontar la reforma constitucional sin miedo, con ilusión y con esperanza. Y también, y sobre todo, con voluntad de diálogo y acuerdo…..
Sobre todo porque la realidad se ha transformado tan profundamente que necesitamos extender y garantizar con suficiencia los derechos fundamentales, singularmente, los derechos sociales básicos…..
Con la ruina que tenemos encima y ahora se sacan de la chistera la reforma constitucional. Despistar y enredar para no avanzar.
Venga ya, Alpino. Pasa ya a la fase I Constitucional, que sigues en 1974.
Siguendo la argumentación del «injiniero», se deberían de «reformar» el Teorema de Pitágoras, el Principio de Arquímedes, el Álgebra de Boole……porque como tienen más de 40 años…
Según los «progresistas», en la nueva Carta Magna, se ha de dar cabida y mucha cancha, a los golpistas, a los xenofobos, a los pro-terroristas, a los bolivarianos, a los anti-monárquicos…y montamos de nuevo esas Repúblicas que tanta riqueza y progreso dieron al país antaño.
Y puestos a hablar raro….»sepe dipicepe quepe epen epestepe papaipís hapaypi mapás topontopos quepe bopotepellipinepes»
Bueno, en esa Constitución se dió cabida a asesinos y torturadores ultraderechistas, a empresarios estafadores, a curas delatores etc etc que han muerto en la cama con sus medallas.
Ahí te lo dejo.
¿Hablas de Paracuellos del Jarama?, ¿de Joaquin Grimau?, de los del «Terror rojo»…sí, a todos esos se les dió cabida en el 78. Pasando página. Era lo mejor para todos.
Pero mentes retorcidas y con intereses oscuros estáis tratando de revivir aquel horror.
Actualícese algo, hombre; si usted tuviese que seguir con la física de Newton no podría seguir usando el móvil, y mucho menos con la de Arquímedes.
Claro está que, como a buen español, incluso como a buen natural de Tomelloso, innominado señor, a usted le basta la alucinante invención del botijo, la portentosa innovación de la fregona y la del todo abracadabrante del chupachup. España no ha ganado nunca una medalla Fields ni un premio Abel de matemáticas. De todas formas, considero que usted es apropiado para ingresar en la real academia manchega, la Hermandad de Cabezones, con título honorario y gran acompañamiento de calabazas por cierto.
Por demás, véase este programa de La clave, cuando los debates no eran a gritos:
https://www.youtube.com/watch?v=cYAkqiiYBWY
Dices que me actualice y envías un link, del programa La Clave en el 92, donde BTW Julio Anguita tuvo que pedir calma al recalcitrante Antonio García-Trevijano, porque no dejaba hablar a nadie y solo quería hablar de «su libro», rebatiendo a diestro y diestro (nada de siniestro).
Por supuesto que todos tenemos derecho a defender nuestras ideas y sistemas políticos. Los que creamos mejores, pero no es el caso que nos ocupa. Yo personalmente pienso que los políticos no son los que deberían gestionar nuestras vidas.
El tema se trataba de la actualización de la actual Constitución, de poner al día nuestras Normas, de cómo entendemos qué ha de ser en la actualidad la base escrita que nos guíe.
Si con ese upgrade se pretende dar más privilegios a las «regiones singulares», el «derecho a decidir» (no por deseos del pueblo, sino de los políticos que los manipulan), crear una España Federal (ya están las Autonomías, que no tienen parangón con las de ningún otro país), cargarse la «estabilidad presupuestaria» (no nos prestaría dinero ni el Tato)…..prefiero la Constitución que ya conocemos.
Si por el contrario lo que se contempla es que «un español… es un voto», suprimir el Senado, supresión de los aforamientos, exigir responsabilidades civiles y penales a los políticos….por mí adelante. Aunque pienso que con Leyes anexas se podría regular todo ello sin cambiar la Carta Magna y evitarnos gastos de votaciones.
En resumen, desde mi punto de vista no hay que cambiar la Constitución del 78; en todo caso, añadir lo que nos proteja de los que quieren destruir el país.