Cuaderno de pandemia (22)

Manuel Valero.Yo reivindico la vieja normalidad, la de la calle, la que te permite sobar al prójimo, restregarte en los conciertos de rock, vociferar en el bar aullando por los goles del Madrid, la que plaga parques y calles de seres humanos, cada uno con su afán, sus virtudes públicas y sus perversidades privadas.

La del jolgorio navarro en sanfermines, la turística devoción de la Semana Santa sevillana o el descenso del Sella, la que te reúne en la consulta del médico de Atención Primaria con otros pacientes que preguntan por qué hora va sin necesidad de apartarse el trapillo de la cara porque no hay trapillo. Reinvindico la normalidad de antes para seguir siendo los mismos, buscar una mesa en una terraza repleta o ir a otra hasta encontrar el pequeño oasis de asiento donde tomarte una pinta de cerveza solo o en compañía de otros o de otras. Reivindico la normalidad humana, simplemente. Porque lo que dicen los estupendos con s líquida en el famoso comunicado interestelar de actores, trices y tal y premiados de Estocolmo a rebufo del Covid 19 es otra cosa. 

Hacemos por eso un llamamiento solemne a dirigentes y ciudadanos a sustraerse de la lógica predominante para trabajar en una reforma profunda de los objetivos, los valores y las economías”, dicen y de entrada lo compro porque suena muy bien, suena a nuevo orden florido a propósito  de una pandemia. Pero esto, ahora, hoy,  es coronavirus cuyo nacimiento aún no se sabe a ciencia cierta –¿la hay de otro jaez?-si es legítimo, azaroso o putativo.  La vieja normalidad es mucho más prosaica y vulgar que las aspiraciones comprensibles de un mundo mejor si viene  voceada por millonarios.  He leído el comunicado en El País, el mismo diario donde Juan Luis Cebrián especuló con la presunta y alevosa oscuridad original del bicho, y lo que expone la rutilante plantilla de famoseo capitalista la hago mía. ¿Quién no va a desear un mundo más habitable, menos pútrido, de ciudadanos libres e iguales (en derechos y oportunidades que es en lo único que podemos ser iguales), irrigado en sus tripas por aguas cristalinas y en sus costas de mares indómitos  sin plastificar? Supongo que la inmensa mayoría de los terráqueos bien nacidos. Sin embargo me sofoca la impostura, porque quien empercude el mundo es el Poder del dinero, en cuya proximidad viven algunos firmantes. 

El consumismo nos ha llevado a negar la vida misma: la de las plantas, la de los animales y la de una gran cantidad de seres humanos. La contaminación, el calentamiento y la destrucción de espacios naturales han puesto al mundo al borde del precipicio. Por esto, ante el crecimiento continuo de las desigualdades, nos parece impensable ‘volver a la normalidad’. La transformación radical que se impone a todos los niveles exige audacia y coraje y no tendrá lugar sin un compromiso masivo y determinado. ¿Para cuándo vamos a dejar la acción? Es una cuestión de supervivencia tanto como de dignidad o coherencia”.

Perfecto. ¿Pero no se está hablando de otra cosa a rebufo de la pandemia?  ¿Ha sido por eso que se ha desatado? ¿Por el inmenso basurero en que estamos convirtiendo el Planeta sobre el que se entoldan las isobaras de un clima loco? ¿Hay alguna relación científica de causa-efecto? No lo sé, pero el comunicado de marras por muchos Nobeles veteranos que lo hayan suscrito exuda un oportunismo que tira de espaldas.  No en su loable mensaje sino en el intragable postureo.  Es admisible que si tuviéramos un poco de cerebro dentro del cráneo aprovecharíamos para bien las experiencias que nos está enseñando esa cosa bastarda en forma de cagarruta de cabra, pero para predicar hay que dar mucho trigo y ser muy coherente, primero. La coherencia es lo que da credibilidad y admiración a un líder político, de opinión, social o cultureta. Se me viene a la cabeza un señor que no hace tanto pisó sobre la Tierra y que se llamaba Gandhi. En comparación, su impronta quedó grabada por toda la existencia que le quede al Planeta. Visto desde la distancia del tiempo, su ejemplo, sigue siendo admirable. No pasa lo mismo con la protesta contra la belicosidad humana de John Lennon que se metió en la piltra con la señora Yoko en el Hotel Queen Elizabeth de Montreal,  donde eran visitados como santones por periodistas y jóvenes hippies. Era la época y la trasgresión fue insólita,  directa pero con el tiempo se ha convertido en  un monumento descomunal de la impostura. Tristemente las guerras no cesaron, pero afortunadamente John sobrevive en su genialidad a todo aquel circo de protestones acaudalados.

Yo quiero volver a la normalidad de antes porque la normalidad social de antes no está reñida con las desigualdades ni el consumo compulsivo ni con los polos haciéndose agua. Son dos cosas bien distintas que se pueden  maridar: una sociología sureña de los afectos y unas pautas de conductas cívicas y conservadoras en lo que respecta a la riqueza de la Tierra en todos sus órdenes , una arquitectura social menos contradictoria no riñe con los viejo apretones de manos y los besacos y el griterío hostelero. Hay que cambiar sí, pero si se incluye uno en la plantilla de los conductores y supervisores  de los nuevos valores deberá demostrar primero que lo avala un intachable ejemplo personal.  Yo quiero un mundo mejor pero con la normalidad de la calle de cuando éramos pandilleros. Lo que genera fatiga planetaria y colapso global es más responsabilidad de poderes de umbría que de la luminosa rutina de Juan Español, Jean le francais o John the englishman.

Reivindico la cordura del clima, las aguas puras, los bosques amplios, la justicia universal y el hombre mejorado, el de la calle, pero no me vendan vainas de pasarela de colores. Y menos quienes driblan al fisco con sicavs sicariasPedro Almodóvar-  ni quien se va a hacer reportajes árticos –Javier Bardem-, mientras la señora Penélope Cruz publicita cruceros contaminantes en mares tórridos. A veces pienso que si algún día supiéramos  realmente qué es lo que está pasando y porqué y para qué, se nos pondría el bello de la carne como cortafríos. Está muy bien aparecer entre los focos para solicitar un nuevo paradigma, que es lo mismo que un nuevo sistema: pues ya saben que empiecen por los mercados financieros, las multinacionales, las grandes cadenas de alimentación y su vericuetos,  las fábricas de armas, el zoco farmacéutico, por los apellidos de las sombras sorianas de las sociedades abiertas y demás caterva.

Que me dejen con lo viejo, con la paleta, pegajosa, tocona, sobona, gritona y sureña normalidad. Que también pagaré mis impuestos, atenderé a su subida si está justificada, no ensuciaré las calles de mi ciudad, y felicitaré todos los días a los sanitarios públicos, los pú-bli-cos , vamos lo que no hay en USA, sanidad publica universal. Mira un buen frente para empezar a cambiar el mundo.

Que disfruten ellos del invento y de las nuevas masas recluidas en casa, abducidas por las TIC,s. ¡SI dicen que a la nueva normalidad le interesan programas como Sálvame!

Seguimos resistiendo en Fase Cero, jodidos pero contentos. Salud y saludos.

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2 COMENTARIOS

  1. D. Manuel Valero dice: Yo reivindico la vieja normalidad…

    D. Rafael Nadal dijo: No quiero la nueva normalidad, quiero la normalidad de antes.

    D. X ( español medio): ¿ Qué hay de lo mío?

    Centralita de Colchones «Lo Mónaco» contesta: Felices y placenteros sueños. En breve se harán realidad con un suplemento de 200 €.

  2. Está claro que estamos en un escenario perfecto para construir una nueva realidad. Para un capitalismo distinto, donde la economía no sea el único factor y adquiera relevancia la ética social y el planeta. Ciudadanos responsables y sostenibilidad deben ser los motores de la ‘normalidad’ hacia la que nos dirigimos…..

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