Pedro Antonio Rodríguez Menchén. Párroco de San José (Puertollano).- Queridos amigos, comenzamos el mes de Mayo, que está especialmente dedicado a la Virgen María. El Papa Francisco nos ha escrito una carta invitándonos a rezar cada día la preciosa oración del Santo Rosario, donde contemplamos los misterios de la vida del Señor con la repetición de la oración del Ave María. Os invito a todos y a mí mismo a que lo recemos, buscando el momento mejor del día. Podemos ayudarnos de muchas propuestas que nos ofrece internet, por ejemplo.
También, estamos de feria en Puertollano, la feria de Mayo. Una celebración que posibilita que podamos reunirnos como pueblo. Las circunstancias han hecho que este año la vivamos de otra manera, en casa. Pero no olvidemos que estamos de feria, que esta nos identifica como pueblo, recordándonos que tenemos que caminar unidos.
Por último, hoy es 1 DE MAYO, FIESTA DE SAN JOSÉ OBRERO, FIESTA DEL TRABAJO.
En nuestro pueblo de Puertollano cobra un significado especial este día, ya que esta es una población eminentemente de trabajadores y trabajadoras.
En la homilía de esta mañana, el Papa Francisco habla, teniendo como referencia la Palabra de Dios, del tema del trabajo, diciendo en primer lugar que este dignifica a la Persona. Dios crea en el Génesis, siendo lo último la persona humana, diciéndole que utilice todo lo creado para el bien. El ser humano tiene capacidad para crear, haciendo cosas nuevas, construyendo. El Papa dice que en esto somos semejantes a Dios. El trabajo tiene en sí mismo, por lo tanto, una bondad, creando belleza. Dios vio que todo lo que había hecho era bueno.
Tenemos como referencia a San José, Titular de nuestra Parroquia, que hoy lleva el apellido de Obrero. Él, con el trabajo dignificó a los integrantes de la Sagrada Familia de Nazaret. Ellos ganaron el pan con el sudor de su frente, honradamente, dando gloria y alabanza a Dios por los bienes recibidos, por esas manos que podían elaborar cosas únicas, nuevas. Es la actitud humana que teniendo referencia al Creador reconoce que todo es un regalo inmerecido.
Por lo tanto, ambos creadores, el que origina todo y el que recibe la capacidad para hacerlo, dan vida sacando a la luz la originalidad de cada cosa, de cada descubrimiento, en el trabajo bien hecho, donde la persona tiene que poner a disposición de los demás las capacidades recibidas.
Por eso, EL TRABAJO DIGNIFICA A LA PERSONA. Porque en él, uno saca lo mejor de sí mismo, los talentos; porque posibilita llevar el sustento familiar, haciendo que la familia tenga estabilidad; porque es origen de relaciones sociales; por la creatividad que puede originarse; por tantas y tantas cosas.
Desgraciadamente, hoy en día hay muchas personas que por diversos motivos no tienen dignidad en el trabajo.
Un motivo es la destrucción de puestos de trabajo. Puertollano puede hablar de ello, cuando en pocos años se han cerrado empresas (“Solaria”, “Silicio Solar”, “Sevillana”, “Elcogás”, Encasur”, por citar las más grandes). El paro es una lacra que repercute en todos los ámbitos de la sociedad. Lo sufre en primer lugar la persona trabajadora, pero al mismo tiempo tiene repercusiones en el ambiente social de la ciudad.
Otro motivo es el de la esclavitud. Puede parecer muy fuerte esta palabra, o trasnochada, porque la podemos asociar a las películas de esclavos negros. La realidad es la que es. Hoy en día se dan formas de esclavitud en países del tercer mundo y en nuestro pueblo, en realidades lejanas y cercanas, que las vemos en los medios de comunicación y en la puerta de al lado. Hay muchas formas de ejercerla: maltratando a los trabajadores en países subdesarrollados, no pagando la seguridad social a trabajadores de nuestro pueblo, o solo unas horas, ofreciendo trabajos precarios ante la necesidad de encontrar uno, y más ejemplos que podemos describir. Todo ello son formas de quitar la dignidad en personas concretas.
Ante esta situación, ¿Qué podemos hacer los cristianos?
Pienso que tres cosas: una, tener conciencia de este tema, el del trabajo, con todo lo que conlleva, teniendo muy presente lo que nos dice el Magisterio en la Doctrina Social de la Iglesia; también, denunciando las injusticias, aunque soy consciente de la dificultad que conlleva eso; y en tercer lugar, llevando todo esto a nuestras vidas, porque podemos ser trabajadores o empresarios, empleadores o empleados, cada uno en su puesto, y ahí tenemos que ejercer la justicia, teniendo siempre presente a la persona, única e irrepetible. En definitiva, siendo coherentes.
Los cristianos tenemos que dar testimonio de ello. Recuerdo que mi padre, que ha sido agricultor, cuando había que contratar a jornaleros para la recolección de la cebolla, la uva o la aceituna, me decía que si no se les podía pagar no había que contratarles, porque lo que más vale en la persona es el trabajo con el sudor de su frente.
Realidades que no podemos eludir, al mismo tiempo que tenemos que generar mensajes de esperanza en el nombre del Señor.
Pido al Señor por los trabajadores y trabajadoras de nuestro pueblo, especialmente, y de todos los rincones del mundo, para que siga siendo el trabajo la dignificación de la persona.
Pido por los empresarios. Por quienes se comportan mal, para que cambien sus corazones. Por quienes tratan a los trabajadores como a sus hijos (así lo dice el Papa), para que no tengan que destruir ningún puesto de trabajo.
Pido por la institución de Cáritas y otras eclesiales, al mismo tiempo que por la administración local que ofrece sus recursos en los servicios sociales, en la atención a las familias que están pasando necesidad ante la ausencia de ingresos.
Pido por los gobiernos y sindicatos, para que trabajen siempre por el bien común, en el que tienen que estar en un primer puesto los más vulnerables. Para que un objetivo primordial sea el de la creación de puestos de trabajo y por unos salarios y condiciones de trabajo dignos.
Pido por la erradicación de este virus con el descubrimiento de la vacuna que lo combata.
Pido al Señor para que con responsabilidad volvamos a abrir nuestros Templos, celebrar la Eucaristía. Lo haremos a su debido tiempo, teniendo en cuenta las medidas adoptadas por la Conferencia Episcopal Española y las que nos marque nuestro Obispo, D. Gerardo. Todo con precaución y sin precipitarnos. Ojalá que cada día valoremos y necesitemos más el regalo de la Santa Misa.
Pido al Señor que la situación especial que estamos viviendo cambie nuestros corazones, que posibiliten un comportamiento que humanice, teniendo siempre presente a los más vulnerables de la sociedad.