Las dos orillas

Casi podríamos calificar así el panorama visible de la opinión nacional en estos días de largo confinamiento por la crisis sanitaria. Unas opiniones que parten de una diversidad política previsible en cualquier sistema democrático, pero que han llevado a la exteriorización extrema de filias y fobias.

Como si todo pudiera simplificarse a la diversidad de lo blanco y del negro; olvidando la enorme gama de grises y tornasoles, que por cierto son los colores que dan profundidad auténtica a la vida, frente al esquematismo polarizado y simplista de esos colores revestidos de atributos morales y simbólicos y que nos remiten al viejo cinematógrafo. Pero claro atributos morales y simbólicos cambiantes, según quien lo exprese y asuma. El que determina la frontera cromática–aquí la bondad, allí la maldad–, otorga para sí y los suyos la valía del blanco, y para los otros –los de la otra orilla–, la minusvalía del negro. Y al revés para los habitantes de la otra orilla. Como si el río Arno, tuviera su contrapartida en la denominación del Oltrarno, como si el Tejo portugués, tuviera la necesidad de evidenciar el Alem-Tejo, como otro río y otra orilla. Como si el Guadiana tuviera su Tras-Guadiana.

Casi como la canción de Iva Zanicchi, de 1972, La orilla blanca, la orilla negra. Que por cierto daba cuenta de la reciente y movida guerra del Vietnam. Otro extremo de polarización y de enfrentamiento, aunque aquí fuera con la masacre de un pueblo por medio. “Y por el Rio pasa la frontera/la orilla blanca la orilla negra/y sobre el puente veo una Bandera/más no es la misma que está en mi Corazón”.

Digo esto como colofón y como explicación a las respuestas obtenidas por el sondeo del CIS sobre el grado de confianza que los ciudadanos españoles otorgan al gobierno en la presente crisis Ya se sabe por publicado y conocido, un 47,8% de la población muestran Poca/Ninguna confianza en la política seguida; frente al 46,5% que se expresan en grado de Mucha/bastante confianza. Lo dicho, dos orillas, blanca y negra, y un río paralelo en medio. Para algunos todo ello, toda la programación del CIS y sus sondeos raros, desde las manos poco neutrales y enguantadas –por no dejar rastros y  huellas– de Tezanos, más parece un referéndum sobre Sánchez que un sondeo al uso demoscópico.

Otros culpan a la metodología del sociólogo de cámara–y no neutral– en este empeño de preguntas con respuesta de obligado cumplimiento. Pero en todo caso, y dando credibilidad a la divisoria que refleja, estamos instalados en un panorama que hace difícil el entendimiento social tan necesario –hoy más que ayer y menos que mañana–, y que nos lleva, continuamente, al atolladero del frentismo, a la polarización y al maniqueísmo de la política cotidiana.

Un fangal que nace de la vieja práctica sostenida hace años por los partidos mayoritarios del ‘Y tú más’. Que justifica la acción errada del gobierno hoy y mañana, porque la hoy oposición, había errado tanto o más cuando gobernó. Y toda crítica realizada, con mayor o menor fundamento, quedaba neutralizada por el ‘Detente’ del ‘Y tú más’, por esas hipotéticas responsabilidades diferidas, pero de vencimiento postergado que generaron la práctica de poner el ventilador en el fangal, para embarrar a todos. Como si entre el antes y el después no hubiera existido la sanción correctora de las urnas, que ya habrían penalizado loas desviaciones y los errores.

Y así del ‘No es no’ de Sánchez en la investidura de Rajoy –con el sarcasmo de ‘¿Qué parte del No, no ha entendido Sr. Rajoy?’– ala moción de censura de mayo de 2018, derribando al gobierno de Rajoy y elevando a Sánchez a la gobernación con un grupo parlamentario exiguo (84 diputados), se pudo llegar a las manifestaciones ante el Parlamento andaluz, el 3 de diciembre de 2018, protestando por ¡Los resultados! de las elecciones del día anterior, que desalojaban virtualmente al PSOE de la Junta de Andalucía tras 37 años de mando- Y se pudieron comenzar a trazar los  cordones sanitarios de unos contra otros, como si fueran trincheras bélicas y campañas militares. Líneas rojas, líneas negras y líneas blancas, cual línea Maginot.

Y desde ello, desde estas aversiones primarias y desde el ascenso de fuerzas más polarizadas como VOX y Podemos y su juego indudable en el tablero político del enfrentamiento, se ha construido la retórica de Blancos contra Rojos y de Negros contra Blancos. O lo que es igual en el paso del Fascismo frente al Social-comunismo. Que es lo que unos dicen de los otros y lo que otros dicen de los unos. El bloque de la investidura de Sánchez atribuye a los que no la apoyaron, y por extensión de todos los demás, la calificación de Fascistas, Trifachito, Las Tres derechas y denominaciones parecidas y simplificadoras, al unificar a VOX con Ciudadanos. De igual forma que el bloque retratado en esa rúbrica excesiva e imprecisa de Trifachito (Todo Fascismo históricamente, aspira a ser uno y único, no triple que eso queda para los misterios trinitarios), devuelve la pelota y tilda de Social-Comunistas, Social-Bolivarianos, Frente Popular a los de las orilla contraria. Sin entender las diversas sensibilidades que han existido en el PSOE de antaño y las dificultades de unificar las ramas históricas del Socialismo con la del Comunismo, como sabe cualquier estudioso de la historia.

Para cualquier observador de medios de comunicación diversos –incluido este digital y sus aportaciones últimas, de los lectores y de los articulistas al debate que nos ocupa– la respuesta del CIS no representa ninguna novedad y entra dentro de lo previsible y de lo criticable. Como si toda respuesta tuviera que ser forzosamente polarizada y escorada y nos devolviera la implacable rudeza del enfrentamiento. Y nos devolviera a los viejos fantasmas de la España que no pudo ser, como decía Trapiello de los años republicanos en su trabajo Las armas y las letras. Años esperanzados, tirados por la borda de la polarización del Fascismo contra el Comunismo. Pues eso, las dos orillas. Y con estos mimbres pretenden reeditar lo que fueron los Pactos de La Moncloa.


Periferia sentimental
José Rivero