El hogar de la esperanza

Isabel Redondo Salazar.– Recuerdo el 10 de marzo… Como otros muchos días iba a visitar a mi madre y hermana a la Residencia de Argamasilla de Calatrava. Pasábamos ratos inolvidables charlando, merendando, jugando, riéndonos de cosas que ahora me resultan tan lejanas como relevantes.

Éramos todos una gran familia. Al despedirnos una voz conocida, David, me dijo:»Vamos a restringir las visitas». Un escalofrío recorrió mi cuerpo y no entendí al principio por qué, pero siempre pensé que era por algo que nos beneficiaría.

Ya el día 12 de marzo, las puertas se cerraron y sentí como si una profunda grieta se abriera entre ellos y yo. He de admitir que no entendí al principio la decisión de una medida tan drástica. Ahora me doy cuenta de que gracias a esa determinación tan acertada la vida y la salud de todos nosotros dependían de ello.

Ha transcurrido un mes ya y los días se han hecho eternos, inciertos, llenos de angustia en muchos momentos… Pero a medida que pasan los días también llenos de esperanza. El personal, con el director al frente de esta residencia, nos está demostrando la profesionalidad y calidad humana que encierran sus paredes. No dudaron en ningún momento en dedicar todos sus esfuerzos en velar por la salud de nuestros padres, abuelos y hermanos.

Los días transcurren y el trabajo, nos consta, es agotador para todos ellos. Nunca fue tan difícil luchar contra un enemigo tan desconocido como cruel, pero siguen sin descanso librando una batalla que estoy convencida de que van a ganar. Solos, inmersos en una labor tan altruista como humana. Es cierto, héroes que sigilosamente trabajan día a día sin respiro y sin pausa.

La falta de energía en muchas ocasiones ocupa un segundo plano porque para ellos el bienestar de sus residentes es lo primero. Hoy, a través de esta carta quiero, en nombre de todas las familias, darles las gracias por la labor que realizan, por la decisión tan acertada que tomó su director (anticipándose a todo lo que está ocurriendo) por arriesgar sus vidas a cambio de luchar por la de ellos, por dedicarles el tiempo y cariño necesarios para que no noten la ausencia de sus seres queridos, por la humanidad demostrada a diario sin exigir nada a cambio… Por transmitir a las familias a diario la situación anímica y sanitaria que reciben cada uno, por darnos ánimos (vosotros a nosotros, qué paradoja).

No se puede hacer mejor una labor. Gracias de nuevo a todos por vuestra dedicación, profesionalidad, humanidad, sensibilidad, altruismo y consideración hacia todos. «Sois los mejores guardianes de la vida de una generación tan castigada como olvidada».

Y cuando todo esto acabe nos abrazaremos y seremos de nuevo esa gran familia que siempre hemos sido, pero con más fortaleza y solidez que nunca. «Fuerza a todos para seguir luchando».

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