IFrancisco Trillo.- El Ministro de Universidades publicó hace unos días un artículo de prensa de recomendada lectura. Entre los contenidos y reflexiones más edificantes destacaría la urgente necesidad de imaginar y pensar de forma colectiva cómo será el día siguiente al fin del confinamiento.
Y ello, sin serle ajeno las dificultades que entraña “pensar en el día después cuando estamos sumidos en la angustia, confinados, enmascarados, sintiendo enfermedad y muerte alrededor. No obstante, el esfuerzo y la dificultad que esto supone se ha de convenir que de ello depende nuestro presente. Pensar -o no- en el día después de forma colectivo determinará, en palabras del Ministro, que transitemos alguno de los siguientes escenarios: “ir a una crisis económico-social o a una nueva cultura del ser, que es necesaria para sobrevivir”.
Pensar el día después no es tarea sencilla. No solo por las circunstancias entre las que las reflexiones deben tener lugar, sino por el modo mismo en el que como sociedad pensamos pasado, presente y futuro. En nuestro caso, mirar de frente al futuro sin darnos cuenta de “que el futuro está detrás porque no lo vemos, y el pasado está delante porque es lo único que conocemos”. Si aceptamos este planteamiento, el propuesto en el cuento La tía Clío y la máquina de escribir, habría que pensar el día siguiente con el pasado de frente. En los tiempos actuales, ello significaría mirar de frente a todo aquello del pasado que ha delimitado la posición de extrema debilidad en la que nos encontramos frente a Covid-19. A nadie se le escapa que mirar de frente al pasado implica hoy impugnar el papel atribuido al Estado, a lo público, en la década previa a la crisis sanitaria en la que nos encontramos. Y ello, al menos en tres ámbitos muy concretos, relacionados entre sí.
El primero, haber dado preferencia a lo privado antes que a lo público en la satisfacción de servicios públicos tan esenciales como la Sanidad, la Educación, la Investigación…. Eficiencia económica y mayor efectividad social han sido los argumentos blandidos por las derechas, entonces unificadas en un solo partido político, hoy diferenciadas al menos en tres partidos, en la puesta en marcha y desarrollo de la austeridad como sistema económico-empresarial y de control social.
El segundo, íntimamente relacionado con el anterior, reservar en exclusiva al sector privado la capacidad de crear de riqueza, atribuyendo un papel peyorativo al Estado, a lo público, como obstáculo al crecimiento económico y al progreso social. Bajo esta clave de lectura, el Estado solo podría disponer de una cierta capacidad de redistribución de la riqueza como instrumento de corrección de desigualdades sociales tan insoportables como amenazantes, por conflictivas. Lo cual, se ha traducido en esencia en parches de política fiscal que no han enmendado, siquiera mínimamente, las desigualdades creadas y acrecentadas en la década precedente.
El tercero tiene que ver con el polinomio Estado-Trabajo-Empresa. La relevancia económica, social y política conferida al espacio empresa durante, en la última década otorgándole la cualidad de único agente económico capaz de crear riqueza y progreso social, se desmorona a velocidad de vértigo. Ejemplos tan esperpénticos como el de las residencias privadas de personas mayores cuestionan esta atribución de méritos a una parte del empresariado. Pero también, aparece en cuestión la relación que el poder público ha trabado con el trabajo asalariado, reduciéndolo exclusivamente a su expresión como factor de producción con el que, a través de su degradación -devaluación salarial, se ha denominado-, ajustar el crecimiento económico.
Como se puede imaginar, son muchos más los ámbitos que reflexionar para pensar el día después mirando de frente el pasado. Y algunos de ellos tienen que ver con el presente, leído en esta ocasión en sentido positivo. Es decir, prestar atención a qué ámbitos de la vida desarrollada en los tiempos de confinamiento están arrojando efectos alentadores que, a modo de brújulas, indican la dirección que transitar el día después desde el punto de vista socioeconómico. Solo se mencionan dos ejemplos, o uno si se entienden en relación causa efecto, los modos de consumo y el estado de la Naturaleza. Pero el futuro, situado detrás nuestra porque no lo vemos, depende de las acciones del presente en lo referido estrictamente a la emergencia sanitaria que vivimos. Esto es, a las respuestas concretas ofrecidas por el poder público en los diferentes ámbitos territoriales. No confiando únicamente al ámbito estatal la responsabilidad de luchar y hacer frente a la emergencia sanitaria creada por Covid-19. Sin lugar a discusión, los ámbitos autonómicos y municipal gozan de amplias posibilidades de actuación, en un escenario político de suspensión de las limitaciones presupuestarias (techo de gasto).
Por lo que al ámbito municipal se refiere, el más próximo a las ciudadanas y a los ciudadanos, su responsabilidad resulta vital para el momento presente y decisiva para pensar el día después. Para ello, resulta prioritario desterrar la electoralista y/o de espectáculo, para dar entrada en ella a cualidades como la responsabilidad, el esfuerzo, la creatividad, esfuerzo, la generosidad… Si bien, hoy lo más importante para la entera ciudadanía es quedarse en casa, también los representantes políticos, ello no debe impedir dar entrada a cuantas iniciativas sean necesarias para paliar y aliviar el sufrimiento social y económicos que la pandemia del Covid-19 está provocando. Con ello, ensayar fórmulas novedosas de colaboración público-privada que atiendan estas necesidades y que se puedan proponer como alternativas de creación de riqueza el día después que contribuyan lo más eficazmente a la reconstrucción de nuestros municipios.