Recientemente, un médico que pertenece a un grupo de médicos cubanos (semejante a nuestro Médicos sin fronteras) que ha venido a Italia para ayudar a controlar la pandemia del COVID 19, dijo que “solidaridad no es dar lo que te sobra, sino compartir lo que tienes”.
Si uno lo piensa despacio, no puede quedar impávido ante una verdad tan rotunda expresada en tan pocas palabras, porque en situaciones de emergencia como ésta (un virus que solo discrimina por causas biológicas) no cabe otra respuesta.El grado de acercamiento hacia los necesitados, en función de lo que tenemos y podemos, es lo que nos da la medida del grado de solidaridad de cada uno.
Nadie entiende el propio dolor como uno mismo, salvo aquellos que se reconocen en idéntica o similar situación. Tampoco es preciso sufrirlo para tener una empatía hacia el semejante que lo padece, cuando ese semejante te importa de verdad. Más aún, cuando sabes que el azar ha querido que sea otro, y no uno mismo, quien lo esté padeciendo.Esta circunstancia crea entre las personas vínculos de proximidad… de hermandad, incluso. En los momentos peores, uno espera la comprensión y la acción de su hermano; y cuando eso no sucede, resulta un desengaño traumático. De cualquier otro, uno se espera cualquier respuesta, pero no de su hermano.Para sentir este nivel de empatía, uno ha de apartar prejuicios que diferencien uno u otro caso en virtud del sesgo o la condición previa del prójimo.Desgraciadamente, estos prejuicios siguen demasiado presentes.
La llegada prematura del coronavirus a Europa por el norte de Italia, y su rápida transmisión a España (sobre todo a la metrópoli madrileña), ha sido de tal magnitud, que otros países (como Marruecos, que tardó bien poco en cerrar sus fronteras con nuestro país) ya no se han fijado tanto en aquel paisaje exótico en China como en lo que parecía inconcebible en España; entonces se han tomado en serio la previsión de la OMS de que esto es una pandemia mundial y han reaccionado a tiempo.Esta crisis sanitaria – que algunos listos ya la anticiparon hace diez minutos – ha actuado con virulencia con extremada rapidez; me parece que las personas que hubieran podido prever anticipadamente este nivel de devastación, no tuvieron credibilidad suficiente ¿Recuerdan la perplejidad generalizada por la suspensión del Mobile WorldCongress? A los japoneses, que fueron los primeros en alertar, les ha costado lo suyo suspender los Juegos Olímpicos de este año. De los estadounidenses, con Trump a la cabeza, para qué hablar.
Algunos de nuestros países hermanastros de la Unión Europea acusan implícita y explícitamente a España – no se confundan, no al Gobierno español, sino al país – de merecer lo que nos ha sucedido por irresponsables. Detrás de esta respuesta humana, algunos señalan que cabe un pensamiento divino, y ya se habla de la dicotomía entre el pensamiento puritano protestante de los países del norte, y el catolicismo del sur. Podría ser, pero no creo que convenga entrar en ese debate si no queremos desviarnos demasiado del tema, para hablar de lo que la Iglesia Católica puede y tiene para ayudar a cubrir las necesidades perentorias en nuestro país.
Volvamos pues al mundo terrenal. En la Cumbre europea celebrada en la madrugada del viernes 27 de marzo, se aplazó un acuerdo para que la Unión Europea actuase solidariamente con los países afectados (en realidad, todos)con una inyección económica para paliar el enorme gasto sanitario y social sobrevenido. Alemania y Holanda fueron los países que mostraron mayor disconformidad con esta solicitud. Holanda exigió a Bruselas que investigase a países como Españapor no tener margen presupuestario para luchar contra el coronavirus,aunque la zona euro haya crecido en los últimos siete años. Antonio Costa, primer ministro de nuestro país hermano, Portugal, le dijo en toda la cara a Mark Rutte que su posición era “re-pug-nan-te”.Los países del norte dicen no actuar solidariamente con nuestro país por nuestra economía: el nivel de crecimiento de España, el nivel de deuda y el paro. Y de nuevo, Alemania saca a relucir, y a restregarnos, el estallido de la burbuja inmobiliaria de 2008, que no tiene nada que ver con esto. Tampoco creo que convenga desviarnos en este otro debate:como veremos más adelante, esta posición no es sino populismo barato que esconde otros problemas en países como Holanda.
No se nos olvide JAMÁS:Alemaniase benefició de un rescate económico, en las mejores condiciones que haya tenido nunca ningún otro país.No solo fue beneficiaria del célebre Plan Marshall, con1.170 millones de dólares (equivalentes a 12.000 millones actuales), sino que en 1953, EE.UU., Reino Unido y Francia acordaron condonar a Alemania un 62,6 % de su deuda externa, montante que ni siquiera tuvo en cuenta lo que se derivaba de la destrucción de la II Guerra Mundial. “Solo” tuvo que pagar 14.500 millones de marcos. Fue autorizada a invertir en deuda no más del 5% de sus ingresos por exportaciones, a un interés entre el 0 y el 5%, en su moneda nacional (no en dólares). En cuanto a sus grandes empresas, aquellas que se significaron por su apoyo al nazismo, no solo no fueron repudiadas, sino económicamente incentivadas.
En 2012, la Unión Europea no dio dinero a los bancos en crisis, sino a España; o sea, a toda la población. Buena parte de ese crédito(“un préstamo a la banca que va a pagar la propia banca”, un “préstamo en condiciones muy ventajosas”, como diría el entonces ministro de Economía, Luis de Guindos) – 40.000.000.000 € – se perdió para siempre… Y menos mal que el Banco Central Europeo intervino para rebajar la insoportable Prima de riesgo de España (los intereses que había que pagar por la deuda) asomada al precipicio registrado en Grecia e Italia, con los “hombres de negro” por delante, y los especuladores de todo el mundo por detrás. Cierto, nuestros números rojos son muy superiores a los de Francia, Holanda, Austria o Alemania. Pero nuestras cifras más recientes de crecimiento venían siendo superiores, aunque tampoco nos faciliten soluciones a problemas tan graves como el que sufre el campo español.Y aunque la crisis catalana(y en menor medida la larga incertidumbre política de 2019) haya afectado negativamente al crecimiento, no lo ha hecho al aval de compromiso y capacidad que viene demostrando España en los últimos años. En resumen, la crisis económica que se va a derivar del gasto desproporcionado del Estado para paliar esta crisis humanitaria, no se deriva de un problema de gestión económica previo, sino de una atención de alarma sanitaria, humanitaria. Mientras que otros no han cerrado su espacio económico; a nosotros no nos ha quedado más remedio.
En cuanto al desempleo ¿La reforma laboral ha propiciado un mercado laboral activo, con empleos más estables y mejor retribuidos? Ahí están los datos. Las cifras macroeconómicas se recuperaron, a costa del sacrificio de la inmensa mayoría de españoles, pero según el informe de Intermon Oxfam de 2019, “Nuestro país sigue siendo el cuarto más desigual de la UE, y ni el empleo ni la protección social han logrado la reducción de la pobreza y la redistribución de ingresos”. Hay distintas formas de atender prioridades para salir de una crisis.Y distintos niveles de responsabilidad.
Se achaca el control de afectados en Alemania al hecho de que hubieran invertido mucho – bastante más de lo que hizo, o podía hacer, nuestro país – para disponer de gran cantidad de tests. Para qué hablar de la homologación europea, la más solvente del mundo civilizado, que avala a una empresa china que nos ha timado al vendernos tests que no son fiables ¡A nosotros y a Holanda, que han tirado 600.000 tests – según el diario nos.nl! Para qué hablar de la victoria y marcha atrás en la compra de material a China que anunció la Comunidad de Madrid. Y aunque Alemania duplique nuestra población, la “curva” alemana no es muy diferente a la de todos los países afectados. Cabría insistir en que la política común de la UE para problemas comunes a todos ha brillado una vez más por su ausencia ¿Si tan listos eran, por qué no ayudaron a prevenirlo al resto de países de la Unión, en vez de precipitarse a cerrar fronteras? En España, algunos parámetros económicos están todavía hoy en niveles por debajo de 2008, como la inversión en investigación (¿recuerdan?) o en sanidad. No puede hablarse de la gestión actual de la crisis, y a la vez obviar la limitación de gasto presupuestario de las comunidades autónomas en sanidad, y hasta qué punto ha afectado la privatización de la sanidad a su eficacia, como en Cataluña o como en Madrid, con empresas como HM que, en plena crisis, han recomendado a sus trabajadores pedirse vacaciones. Solidaridad. Pero permítanme objetar algo más sobre estas lecciones de moralidad que nos llegan desde los Países Bajos (nunca mejor dicho lo de bajos). Según una noticia del diario Expansión, de 27 de marzo, “Diferentes provincias holandesas han solicitado este viernes a los países vecinos confirmar si acogerían a pacientes holandeses en susUCI, en previsión de la posible saturación de los hospitales por el coronavirus, algo que ha aceptado Alemania, pero no Bélgica” ¿Cuánto personal sanitario de nuestro país – por no hablar de otras profesionales igualmente expuestos – ha sido contagiado o ha fallecido por atender a personas afectadas? Holanda no comparte deuda, sino que reparte enfermos.Re-pug-nan-te.
Pares y nones
Antonio Fernández Reymonde