Luis Rodríguez Pradas.- He visto lugares que no creerías que existieran y que sospecho que muchas personas no reconocerían como parte de su país. Ojalá sonara a una suerte de ficción, a una adaptación nostálgica del monólogo final del replicante Roy Batty en la película Blade Runner.
Por desgracia son palabras textuales y actuales de Philip Alston, relator especial de Naciones Unidas sobre pobreza extrema y derechos humanos, compartiendo con la prensa sus conclusiones preliminares tras la visita oficial realizada a España del 27 de enero al 7 de febrero. Una visita que no ha dejado indiferente a nadie, tanto por la fotografía que nos devuelve de nuestra propia realidad social, como por las reacciones que ha propiciado en muy diversos ámbitos.
Como ciudadanía preocupada y comprometida con la justicia social escuece acercarse al objetivo y descubrir con tanta nitidez y crudeza las consecuencias del escaso desarrollo, cuando no desmantelamiento, de nuestro sistema de protección social en los últimos años. Es cierto que el señor Alston no nos descubre nada nuevo. El rostro de quienes luchan por sobrevivir, barrios en peor situación que campos de refugiados, personas y comunidades con sentimiento de abandono por parte de los poderes públicos son lugares comunes que conforman el contexto de labor cotidiana de gran número de profesionales del Trabajo Social en nuestro país. La cruda realidad de cientos de miles de personas, muchas veces invisibilizada, constituye una atalaya privilegiada que hace que no nos sorprenda en absoluto la fotografía que nos muestra el relator. Más aún, ratifica internacionalmente las denuncias que en la última década hemos hecho públicas a través de nuestras plataformas y colegios profesionales y que en tantas ocasiones han sido ignoradas de puertas para adentro.
No es fácil reconocer que el estado general de tu país, boyante en términos macroeconómicos, encierra demasiadas zonas oscuras de exclusión social y sufrimiento para tantas personas, pero el análisis de la realidad es una herramienta necesaria. Diagnosticar las causas estructurales que generan la exclusión, identificar los nuevos riesgos sociales y analizar el impacto de las políticas implementadas debería formar parte fundamental de nuestra labor profesional.
La recuperación después de la recesión ha dejado a muchas personas atrás. Los grupos menos privilegiados, olvidados por los formuladores de políticas, han de lidiar ahora con servicios públicos fragmentados que sufrieron serios recortes después de 2008 y nunca se restauraron. La comunidad gitana, las mujeres, quienes habitan en zonas rurales, los migrantes, las trabajadoras domésticas y las personas con discapacidad están extremadamente desatendidas por las políticas actuales y se ven injustamente afectadas por la pobreza.
El diagnóstico está hecho y no deberíamos agotar nuestras fuerzas en reflexiones y críticas autorreferenciales que no nos conduzcan a ningún lugar. Es el momento de dar un paso adelante y seguir las pistas que el propio informe nos marca. Incidir a través de nuestra acción profesional es condición prioritaria para intentar revertir el abandono de tantas personas y comunidades por parte de los poderes públicos. Resultará vital desarrollar estrategias integrales de incidencia política, que vayan más allá de las leyes y profundicen en sus reglamentos, en sus planes y de manera fundamental en sus presupuestos y calendarios. Sólo así estaremos en condiciones de evitar que esta fotografía de nosotros mismos que ahora observamos con cierto espanto se pierda en el tiempo, sin posibilidad de cambio, como lágrimas en la lluvia.
Luis Rodríguez Pradas
Diplomado en Trabajo Social y Master en Sociología de las Políticas Públicas y Sociales por la Universidad de Zaragoza.
Coordinador del área de animación comunitaria de Cáritas Diocesana de Huesca y Vocal de Formación del Colegio Profesional de Trabajo Social de Aragón.
Colegiado nº 2619