Manuel Valero.– La narrativa sobre el tiempo más terrible de nuestra historia reciente, la guerra civil, tiene el estigma añadido de la corrección política y la interpretación de los acontecimientos que la originaron desde apriorismos culturales y sobre todo emocionales.
Un experto en asuntos de la II Guerra Mundial sostenía la tesis de que Hitler se convirtió en lo que fue porque electrizó a sus compatriotas con una sacudida emocional de tal calibre que rayó en el paroxismo. La razón se combate con otras razones, la emoción con más emoción, o sea, el caos. Por eso no es tarea fácil abordar cualquier proyecto literario no hagiográfico de los tres años de negrura y sangre que supuso la guerra. El autor se expone al filtro ideológico del lector que espera satisfacer así su posicionamiento en uno u otro bando. Pero ninguno sale bien parado.
Es el caso de Cuando sopla la canícula, el último trabajo de Manuel Tabas Arias, que ha publicado recientemente Ediciones Puertollano, una novela dura, a veces con detallada recreación en la violencia, ambientada en dos lugares diferentes –Argamasilla de Calatrava y Brazatortas-pero iguales en la orgía de muerte que se desató el verano infausto de 1936. La provincia de Ciudad Real fue territorio republicano hasta el final de la guerra pero su condición de retaguardia no la exoneró del festín que alimentó un súbito vacío de poder que duró lo que ese año antes de que el Gobierno legítimo y, sobre todo, los consejos municipales, tratasen de atemperar el odio desatado. Es el tiempo en el que Tabas Arias ubica la novela. En una localidad, Argamasilla de Calatrava, son los milicianos quienes se arrogan la depuración fascista a punta de pistola; en Brazatortas son los fascistas quienes masacran a los milicianos. Y así entre el médico rabanero, don Remigio Castro, testigo de la barbarie en sus propias carnes y el falangista cojo y sanguinario, Evaristo García pululan un buen número de personajes que Tabas retrata con descarnado costumbrismo.
La novela es un relato de horror, de tiros en la nuca, de ojos que saltan de las órbitas, de inocentes que pagan, de jóvenes sin alma, de humillaciones que alcanza a veces un realismo tan crudo que sofoca. Él mismo define esos días como un aquelarre de sangre y fuego en el que la única razón válida era la sinrazón de la muerte.
Por eso, tal vez, la novela de Tabas Arias no sea fiel al canon de las narraciones políticamente correctas. No hay equidistancia y está toda la equidistancia explícita a la vez en el relato descarnado de las salvajadas que unos y otros hicieron durante los primeros meses de la guerra.
Con pulso ágil y prosa limpia, reforzada con los diálogos desafectos de los personajes y la jerga casi animal del pueblo enfrentado, logra una atmósfera sofocante como la que se respiró el verano del 36, puesto a hervir por el sol, las armas, la venganza, el odio y el desquite.
En cierta ocasión, alguien que fue incluso represaliado por los nacionales me dijo no hace mucho que la guerra civil no resistía una historiografía rigurosa e imparcial porque se había destilado demasiado dolor. Y al final, concluyó que unos mataron gallardamente en el frente y cobardemente en la retaguardia, y los otros mataron más en el mismo frente y durante años siguieron matando mediante la implacable causa general que se llevó por delante, sin piedad, más de un inocente y honraron a los suyos durante cuatro décadas, e implantaron la doctrina del vencedor hasta que en 1978 pareció zanjarse el pasado, con comunistas, socialistas, liberales, centristas y neofranquistas sentados en el mismo Parlamento .
Tabas no hace una tesis historiográfica sino que pone en el retablo de los acontecimientos a la gente del pueblo atrapada en una espiral de violencia bajo el calor inmisericorde de un verano letal.
Cuando sopla la canícula
Manuel Tabas Arias
Ediciones Puertollano
Tapa blanda, 262 páginas.
El sufrimiento de dos poblaciones sin una lógica aparente más allá de la del miedo, el odio y la venganza.
Un conflicto en el que todos perdieron. Muy recomendable…..
Y sin embargo hay una obra, A Sangre y Fuego escrita por un republicano en el exilio, Manuel Chaves Nogales que sigue en el ostracismo cultural y que es la que mejor ha reflejado las tropelías y heroicidades que se dieron en ambos bandos.
Una lectura que debería ser obligatoria en los institutos y que no lo va a ser porque no interesa a la izquierda…
Demasiado imparcial y realista.
Una crónica periodística subversiva para una manipulación de la Historia que se lleva perpetrando durante décadas por interés partidista.
Cualquier intento de mantener una actitud intelectualmente honesta sobre la guerra civil y la II República tiene escaso eco mediático.
La política está envilecida. Y con su mal ejemplo el resto de la sociedad.
Novela muy recomendable y muy dura, engancha desde el primer momento.
Un libro que merece la pena leer de un gran autor