En las manos de Luzbel

He leído el artículo más claro, directo y demoledor contra el PSOE (El Mundo, 28-11-19). No lo ha escrito un adversario político; su autor es uno de los suyos: César Antonio Molina, exministro de Cultura y exdirector del Instituto Cervantes, aparte de su conocida faceta de escritor.

El primer latigazo lo sacude Molina al referirse a (…) “los –una vez más- defraudados votantes a quienes se les ha vuelto a engañar vilmente”.

Cuando un artesano de la lengua utiliza determinados verbos, sustantivos o adjetivos hay que prestarles especial atención. Seguramente no son fruto del azar; son consecuencia de la reflexión. No es lo mismo engañar a secas que hacerlo con vileza –vilmente-, pues la persona vil es aquella que incumple la confianza en ella depositada. Pedro Sánchez es, para el exministro, alguien que reiteradamente “–ha vuelto-“ falta a la confianza que sus votantes han depositado en él. Este PSOE se caracterizaría por la utilización del engaño de manera reincidente y vil, nos viene a decir el antiguo ministro de Cultura.

“Sánchez va ganando batallas pírricas pensando que quizás algún día gane la definitiva, pero no es así”

“Sánchez va camino de llevar a su partido a la destrucción y fenecer él mismo”

César Antonio Molina se hace varias preguntas; todas ellas absolutamente necesarias.

“¿Cómo alguien puede aliarse con el mal y toda la corte celestial de ángeles caídos?”

“¿Cómo se puede hablar con los partidos secesionistas que tienen en la cárcel a dirigentes y militantes que han llevado a cabo graves delitos? E incluso pedirles el apoyo para la investidura. Y extender esta petición a quienes tienen las manos manchadas de sangre, de la propia sangre de muchos socialistas en el País Vasco?”

“¿Cómo el agredido puede ponerse en manos del condenado agresor?”

“¿Cómo se puede utilizar el referéndum o la amnistía en beneficio propio?”

En esta pregunta el autor del artículo se refiere sin decirlo a lo que desde esta columna he venido denunciando repetidamente: la profunda corrupción institucional de alguien que en vez de velar por la salud del Estado lo ataca de forma inmisericorde. Esta corrupción no está tipificada en el Código Penal, pero es mucho más grave que cualquier otra.

“(…) vivimos en la deriva del Estado y en el absoluto desgobierno en Cataluña, donde quienes deberían imponer el orden son quienes manejan a su antojo el desorden”.

“(…) de facto Cataluña ya es independiente porque allí desde hace tiempo las leyes no se cumplen y los dirigentes de la Generalitat han impuesto el miedo sobre (…) la población que no es adicta a sus ideas, sin que este Gobierno haya acudido en su ayuda”

“Quienes allí permanecen fieles al Reino de España es por lealtad propia, no porque cuenten con la ayuda de este (…) gobierno”

Molina  vuelve a referirse, una y otra vez, a la corrupción institucional, tanto del gobierno catalán como del español.

Manuela Carmena tuvo el apoyo del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid. Aún hoy, la exalcaldesa cuenta con simpatías en amplio sectores de los votantes de aquél. Por eso es muy importante la advertencia que hace Molina:

“Y si la cartera de Cultura cayera en manos de estos furibundos espartaquistas y odiadores del genio creador, los escasos fondos del ministerio irían a parar a sus asociaciones de piqueteros (…)”

“El ayuntamiento de Carmena asoló y desertizó a la cultura de la capital a favor de colectivos que ni siquiera tenían estructura jurídica. Pero, eso sí, eran totalmente afines.”

“Esa reunión de partidos con un relator, saltándose al Congreso de los Diputados, sería el principio del fin.”

“¿Y cómo se puede hablar de una mesa de iguales entre una comunidad y el Estado?” “(…) la situación es gravísima. Nos jugamos la pervivencia de nuestro país”.

“¿Por qué el Partido Socialista prefiere estar con los anticonstitucionalistas que con quienes (…) comparten el credo principal, que es la Carta Magna?”

“Hoy en Cataluña, como antes en el País Vasco, el miedo se ha instalado.”

“Esa inclinación hacia Luzbel es terrible”

La descalificación de César Antonio Molina hacia los apoyos del PSOE es tan contundente que no duda en echar mano del peor de los calificativos que nuestra cultura ha utilizado siempre –siendo creyente o no- para referirse a las personas más pavorosas y depravadas: Lucifer o Satanás –Luzbel- Dado las características del autor del artículo, me atrevo a afirmar que no es casual la elección del término.

La sabiduría popular dio a luz un refrán antiquísimo: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. El PSOE, en su inclinación a Luzbel, utiliza la luz no para indicarnos el buen camino. Como Lucifer, hace uso de ella para confundirnos y señalarnos el que nos conduce inexorablemente hacia el despeñadero; hacia nuestra propia destrucción.

Nadie, desde el interior del mundo del PSOE, había sido tan categórico, incluso con la elección de las metáforas.

Los votantes socialistas han recibido un mensaje de enorme transcendencia sobre la verdadera naturaleza de Pedro Sánchez y el Partido que comanda.

En ellos está que España no acabe en manos de Luzbel

Sin tapujos
Marcelino Lastra Muñiz