Nadie puede sentirse engañado, y menos el ministro de Sanidad, Bernat Soria. Venimos anunciando, por activa y por pasiva, el malestar existente entre la profesión enfermera debido a su difícil situación laboral y profesional en el día a día de su actividad.
{mosgoogle}El primer aviso lo dieron los profesionales de Enfermería en su Día Internacional. Miles de enfermeros se concentraron en los centros hospitalarios y de Atención Primaria por todos los rincones del país protestando por sus condiciones de trabajo y respaldando la plataforma de sus reivindicaciones. El segundo viene avalado por la Permanente del Comité Ejecutivo de SATSE, que apuesta, ante la gravedad de la situación en la que se encuentran los profesionales enfermeros, por un calendario de movilizaciones para el otoño, que será ratificado en una próxima reunión por su Comité Ejecutivo. Si esto continúa así, pronto el ministro Bernat Soria tendrá el privilegio de haber roto la paz sanitaria por el incumplimiento de sus promesas preelectorales sobre el verdadero papel que deben tener las enfermeras en el sistema sanitario, siguiendo las recomendaciones de organismos internacionales de la salud, como la OMS.
La gota que ha colmado el vaso de la paciencia enfermera ha sido la mala gestión del ministro sobre la prescripción enfermera. Se tiene la impresión de que el Ministerio está a la deriva, sin importarle a sus responsables ni las políticas sanitarias ni las políticas enfermeras a desarrollar a corto plazo. Así se entiende el rapapolvo que le acaba de dar el Consejo de Estado a Bernat Soria, por la endeblez de su planteamiento a favor de la prescripción. Confiamos en que esto sirva de ejemplo. Se tienen que buscar vías alternativas, quizá a través de una norma específica que dé respuesta a las necesidades asistenciales y a las reivindicaciones de los profesionales enfermeros, que piden poder prescribir aquellos medicamentos y productos sanitarios derivados de la valoración y juicio clínico de Enfermería.
Si ésta es una reivindicación histórica de SATSE, igual lo es el desarrollo efectivo de las especialidades, que anda en una nebulosa burocrática desde su aprobación en 2005, perturbando el buen funcionamiento del sistema sanitario y la calidad del mismo; sin olvidarnos de otras como la jubilación voluntaria anticipada y parcial de los enfermeros, así como mejoras en sus condiciones de trabajo, aumento de las plantillas de Enfermería, nueva clasificación y reconocimiento del desarrollo profesional.
El malestar enfermero, al igual que viene ocurriendo con otros colectivos de la Sanidad, va creciendo y nutriéndose de la ineficacia gestora de un ministro envuelto en un aura investigadora – sin investigación– incapaz (¿hasta ahora?) de resolver su falta de liderazgo para poner en orden el desajuste del Sistema Sanitario y acometer la gran reforma enfermera que necesita el país, para adaptar a esta profesión –una de las mejor formadas de Europa y con un gran capital en talento– al devenir de las necesidades sociales debido al envejecimiento de la población, a los cambios demográficos a causa de las inmigraciones o al desarrollo de las nuevas tecnologías en el sector sanitario.
Consideramos que ni éste ni ningún otro ministro, de cualquier gobierno o ideología, podrá frenar el impulso enfermero. Somos una profesión hecha a sí misma, con la piel curtida en mil batallas y desencantada de políticos que no ven más allá de sus propios intereses personales o de partido, sin tender la mano al interés general, al de una profesión como la de Enfermería, tan comprometida con el bienestar sanitario, su calidad y su futuro.