Una obra nihilista y filosófica escrita por Harold Pinter, Premio Nobel de Literatura, sobre el sinsentido y el absurdo de la vida… Un “Esperando a Godott” en el que, en lugar de dos clowns mendigos y un árbol, hay dos sicarios y un montaplatos. ‘El Montaplatos’ de la compañía Montacargas, este viernes (21:00 horas) y sábado (21:30 horas) en el Teatro de la Sensación.
Sinopsis
Pinter. El dedo en la llaga. La profunda soledad ¿En compañía? Soledad que va más allá de la compañía, soledad en sociedad. Lo sucio, profundo ¿Y en la superficie, es más limpio acaso? ¿Quién está/estoy detrás? Pinter, Teatro del absurdo, como absurdo parece hacer teatro. Siglo XX, absurdo de ayer, que se repite y refleja y continúa hoy, como en un espejo deformante de Valle Inclán. Lo sucio, profundo, que no deja de asomar.
Notas de Dirección sobre El Montaplatos de Harold Pinter
Esta obra, escrita hace casi 60 años (1959), reúne una serie de ingredientes que aún no han dejado de inquietar. Dos asesinos a sueldo, Ben y Gus, de una extraña organización, que muy bien podría estar al servicio del Estado, encerrados en una habitación abandonada, que bien puede servir de almacén, o estar en un lúgubre sótano, esperan una orden, por medio de una llamada telefónica, u otra señal, que les indicará que han de hacer su trabajo. Se entiende que van a liquidar a alguien que no conocen, pero en eso consiste su macabra rutina. El ambiente es opresivo, el tiempo, muy en la línea de Pinter, es lento, el mobiliario es incómodo, la atmósfera enrarecida. Ahí metidos, como alimañas en un escondrijo, aguardan luchando contra los nervios y la impaciencia, teniendo que soportarse, con sus manías, creencias, mezquindades, y muy a su pesar, una enorme carga moral como consecuencia de lo infame de su trabajo. Pero no están solos, hay un elemento que permanece mudo durante casi la mitad de la obra; cuando se pone en marcha las circunstancias de los personajes no hacen más que complicarse.
El título original es The Dumb Waiter, literalmente, el camarero mudo, tal y como se denominan los montaplatos en los países anglófonos. Este artilugio cobra vida propia, interviniendo en el drama hasta llevarlo al delirio, no sólo de los personajes, sino también de los espectadores. La situación es incomprensible y, sin embargo, cobra sentido, hasta el punto que determinará el final fatídico de Ben y Gus.
Pinter juega con un realismo rayano en lo absurdo. Los elementos que vemos son cotidianos, las actitudes también, pero al mezclarse nos transportan a un mal sueño, a un micromundo insólito que se convierte en una ratonera, en la que la lógica ordinaria desaparece y el desenlace no augura nada bueno. Sin embargo, Pinter construye unos diálogos y unas situaciones impregnadas de humor. Podemos reconocernos en muchos momentos de la función, cuando nos suceden cosas inoportunas, irritantes, desasosegantes, y entendemos a los personajes queriendo salir con ellos del atolladero. Un juego teatral para dos actores hábiles y resueltos, un duelo en el que interviene un personaje que no es más que una simple máquina se sube y baja pequeñas cargas. Una máquina que cobra vida por sí misma, pues nada de lo que vemos cuando entra en acción nos da a entender que este siendo manipulada por un ser coherente, ni siquiera que pueda ser humano.
En este montaje pretendemos con el trabajo de los actores y la puesta en escena, transportar al público a ese espacio cerrado y hacerles vivir una experiencia chocante en una trama sorprendente, por lo básico de los elementos que entran en juego y el dinamismo de los diálogos. No es la risa el objetivo, aunque sea inevitable, sino transmitir la opresión que viven los personajes, opresión que a veces nos coge de improviso en algunos momentos de la vida.
FICHA ARTÍSTICA
Intérpretes: Manuel Fernández Nieves y Nacho Marraco
Diseño de iluminación: Jota Fernández
Maquinaria: Alejandro Fernández Navarro
Escenografía: Manuel Fdez Nieves y Javier Botella
Fotografía: Carlos Bandrés y Nohelia Velo
Producción: Aurora Navarro
Ayudante de dirección: Emma Alario
Autor: Harold Pinter
Dirección y traducción: Eduardo Fuentes