Ponle cara

Fermín Gassol Peco. Director Cáritas Diocesana de Ciudad Real.– Se llama Sara, tiene cuarenta y un años, un mal día perdió el trabajo, el banco la desahució y se quedó en la calle. Sara es una de las cuarenta mil personas que carecen de hogar. Su mirada lo dice todo.

Un año más y van veintisiete, Cáritas y otras organizaciones quieren “poner cara” a esas cuarenta mil personas que como Sara carecen de un hogar donde vivir con lo que ello supone de alienación personal. Como señala el Manifiesto de este año, “no tener hogar es más que no tener una casa… se trata de un cúmulo de aspectos que engloban un espacio físico pero también otras dimensiones que son fundamentales para nuestro bienestar y el de todo ser humano.

El lema de este año nos invita a poner cara a esos hombres y mujeres, seres humanos, hermanas y hermanos que carecen del bien más básico, un lugar donde dormir, donde pensar, reírse o discutir, un lugar donde amar y ser amado, un lugar donde vivir.

Carecer de un hogar es carecer del único sitio desde donde se pueden afrontar con serenidad los momentos felices y difíciles de la vida. Carecer de un hogar supone no tener acceso siquiera a la posibilidad de acertar o equivocarse, porque es permanecer en la antesala de la vida, sin saber por tanto en qué consisten son sus sonidos y sabores. Pues como dice Sara, “una vez en la calle parece que dejas de existir, ya no me importaba nada”.

 Cuarenta mil son las personas que lo están pasando mal, muy mal, según ellos mismos dicen,” somos personas que sufrimos y lloramos, personas que amamos y perdonamos, personas que, en definitiva, queremos ser felices. Cuando somos capaces de superar nuestros miedos, estereotipos y prejuicios y acercaros a nosotros, podréis observar que representamos una realidad tan plural, en la que podéis descubrir, como en todo ser humano, hombres y mujeres que estamos llenos de miserias, de riquezas y de posibilidades”.

Hoy vivimos en una situación de emergencia residencial resultado de las políticas de vivienda no inclusivas, basadas en la inversión económica. La vivienda es desde hace décadas, un bien de inversión y no un derecho básico para poder realizar en plenitud la dignidad que todo ser humano tiene. Esta opción ha tenido como resultado la aparición de un numeroso grupo de personas y familias en situación de exclusión residencial y social que nunca ha podido acceder a ese derecho o bien se les ha despojado de él.

El Manifiesto hace por último una llamada a la concienciación de las distintas administraciones, pues las grandes soluciones al problema del sinhogarismo no pueden venir sino de los poderes públicos que para eso están y tienen los medios económicos, técnicos y mediáticos necesarios para atajarlos.

Pero si los ciudadanos y ciudadanas no nos involucramos y tomamos conciencia de su gravedad e importancia, no lo hacemos nuestro, estas soluciones nunca acabarán interiorizadas, ni por tanto asumidas por la cultura social. Por eso el manifiesto lanza una pregunta a cada uno de nosotros de manera muy directa: Y tú qué dices? Di basta, Nadie Sin Hogar.

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