Manuel Cabezas Velasco.- Resultaría dificultoso no generar cierto descontento cuando se lleva a cabo el ejercicio de una profesión como la política, penosidad que se agudiza si además uno no es oriundo de esta tierra.
Tal contrariedad parece que, en parte, fue sorteada por el personaje que nos ocupa en el día de hoy aunque su triste final estuviese vinculado a la defensa de sus ideas. Había nacido en el ocaso del siglo XIX y fallecido en los comienzos de la incivil guerra. Nos detenemos hoy en su figura, como es costumbre, a modo de entrevista.
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M.C.V.: Aunque actualmente andamos en tiempos revueltos en el ámbito político, nada es comparable a aquella época a la que nos remontamos – más de un siglo atrás – con el fin de recordar la vida del interlocutor que nos visita. Como es costumbre, invito a mi contertulio a presentarse y a que nos relate algún aspecto de sus orígenes familiares para entrar en materia. ¿Me haría ese favor?
J.M.S.: Con sumo gusto, joven. Mi nombre es José Maestro San José y vine al mundo en la ciudad de Salamanca a finales del siglo decimonoveno, un 30 de octubre de 1899 [1]. Mi humilde familia estaba integrada por menestrales como aquellos que se encontraban en las orillas de alguna de las albercas de la ciudad salmantina [2].
M.C.V.: Teniendo en cuenta orígenes tan lejanos del acomodo, supongo que la vida de su infancia y juventud estaría plagada de penurias o cuestiones parecidas. ¿Qué nos podría decir de aquella etapa?
J.M.S.: No cabe duda, pues está totalmente en lo cierto. Aquellos tiempos de comienzos del siglo XX tiñeron mi vida familiar de adversidades y miserias.
Cuando perdí a mi padre, un humilde sastre, con pocos años, mi madre encinta se vería forzada a regresar a su provincia de origen, Madrid, trasladándome junto con mis cuatro hermanos.
Apenas había finalizado la primera década de este siglo cuando ya sufrí tan triste experiencia. A ello se uniría mi modesta y esporádica escolarización por parte de un párroco, llegándome a emplear como su monaguillo.
Cuando llegó mi juventud, las carencias persistían y me vi obligado a buscar trabajo, recorriendo varias capitales de provincia. Solamente contaba con dieciséis años y ya me hallaba en Valladolid para más tarde encaminarme a León donde mejorar mi formación.
Mis sueños de juventud de entonces eran los de perfeccionar la técnica en Estados Unidos de los estudios que allí había realizado de odontología y que me habían llevado a convertirme en mecánico dentista. [3]
M.C.V.: Sin embargo, ¿qué le condujo, pues, a conocer la localidad de Ciudad Real?
J.M.S.: Precisamente fue por aquella época cuando la ciudad que menciona se convirtió en mi nuevo destino. El motivo no fue otro que el laboral, pues fui contratado en 1920 por un prestigioso dentista local. Esta oportunidad no la desaproveché, y aunque mi jefe era el dentista titular tuve que realizar diversos trabajos para los que aún no estaba cualificado y, sin alardear de falsa modestia, obtuve gran éxito entre la ciudadanía… Y ya sabe usted que no hay mejor publicidad que el “boca a boca”.
Además, dada la continuidad de mi trabajo, pude por fin mejorar mi educación estudiando el bachillerato en Ciudad Real. Más adelante me examinaría para la obtención del título en el Instituto de San Isidro de Madrid… Aunque, sin duda alguna, habría más aspectos positivos de aquella etapa.
M.C.V.: Perdone que le interrumpa, Sr. Maestro. Creo que sé en qué dirección va usted ahora y en este momento querría referirme a ello: esta siguiente fase tiene mucho que ver con su vida personal, ¿no es así?
J.M.S.: Cierto es, joven. Cuando obtuve el bachillerato cumplí un sueño por mis años de penurias, de buscarme la vida, pero lo que realmente coronó aquella etapa fue conocer a la mujer que se convertiría en mi esposa, Belén Víctor Cantos. A pesar de que era algo mayor que yo y con una posición más acomodada, no dudó en poner sus ojos en mí, contrayendo con ella matrimonio en el año 1925… aunque antes de todo aquello su familia, acomodada y de derechas, se quiso asegurar de quien era aquel forastero por el que suspiraba la muchacha, llegándose a realizar algunos informes al respecto.
Tuve la fortuna de contar con la aprobación de un tío suyo que ya ejercía casi de padre tras su pérdida, quien incluso se ofreció a apadrinar a mi futura esposa. [4]
Sin embargo, no tuvimos la suerte de engendrar ningún vástago.
M.C.V.: Siento oír eso y, sin duda alguna, ya hemos hablado de su faceta personal, de su labor profesional en el campo de la odontología, de su vínculo con Ciudad Real, pero ¿qué le condujo a entrar en el mundo de la política?
J.M.S.: Mis orígenes tendrían gran influencia en mi decantación hacia ese terreno. Cuando había obtenido el título de bachiller sentí una gran inquietud hacia los asuntos públicos y los de temática social. Por entonces, el sindicato al que me afilié – la Unión General de Trabajadores (U.G.T.) –, albergaba una facción que despertaba mi interés, el sector prietista, aunque yo nunca fui amigo de los bandos.
De esta forma me presentaría como representante municipal a las elecciones que darían lugar a la proclamación de la II República. La candidatura socialista de entonces estaba integrada por Manuel Noves, panadero, Fernando Piñuela, catedrático, Tomás Martínez Bravo, tipógrafo, Damián Garrido y José Moreno Costoso, ferroviarios, Francisco Romero, catedrático, Calixto Pintor, chauffeur, y el que le habla como protésico dental. Buscaríamos la mayoría en unión a otros ocho republicanos [5]. El destino me llevó, tras alcanzar el acta de concejal, a ser elegido alcalde ese año al sustituir al titular elegido – el director de la Escuela de Magisterio Masculino don Fernando Piñuela Romero – por haber obtenido él mismo un acta de diputado en Cortes que le obligaba a renunciar a la alcaldía [6]. Así desde este nuevo puesto que ocupé a partir del 31 de julio de 1931, de nuevo Ciudad Real me acogió como uno más a pesar de mis orígenes salmantinos, permaneciendo en dicho cargo hasta el 3 de agosto de 1934, cuando el gobierno de la CEDA disolvería los ayuntamientos.
M.C.V.: De nuevo le pido disculpas, don José, pues su fluidez de palabra le lleva a enlazar etapas y se me adelanta a la hora de plantearle nuevas preguntas. Agradecido quedo por ello, aunque aquí me querría detener un poco más y así centrarme en la siguiente cuestión relativa a sus años en la alcaldía ciudadrealeña. ¿Qué podría destacar de este trienio de gobierno municipal?
J.M.S.: Sin ningún género de dudas, la Ciudad Real que traté de gobernar en esos tres años tenía muchas carencias tanto en saneamiento como en infraestructuras de carácter educativo. Ello me obligaría a fomentar diversas obras que conllevarían que las tasas de desempleo disminuyeran.
Alcantarillado, saneamiento de barrios, traída de aguas, dotación de infraestructura hospitalaria y de primeras asistencias, creación de diversos grupos escolares, transporte ferroviario, obras públicas para luchar contra el paro forzoso, todo ello se concretó en diversas actuaciones durante los 20 meses de gestión que llevé a cabo. Mi lema, sin pecar de falsa modestia, era “Todo por Ciudad Real” y, siguiéndolo como uno más, me encaminé a abordar proyectos como los trabajos de abastecimiento de aguas procedentes del pantano de Gasset – mejorando el sempiterno problema que los suministros desde La Poblachuela se había generado con los continuos litigios –, alcantarillado, red de distribución de aguas y pavimentaciones. Igualmente fueron necesarias las reformas en la maltrecha Casa de Socorro y del entorno del Palacio de la Diputación Provincial – la entonces Plaza de D. Luis, posterior de la República y hoy en día Plaza de la Constitución según la conoce usted – o en la insalubre Cárcel de siglos atrás. Reformas que también se llevarían a cabo en el mismísimo Parque de Gasset (monumento homónimo, Glorieta, Biblioteca Popular y palomar), o la edificación de construcciones como el edificio de la<Emisora> y la antigua casa de García de la Rubia (más tarde Caja Rural), por citar algunas. [7]
Además, siguiendo mi propia forma de pensar, traté de evitar desde siempre que en mi toma de decisiones me influyeran los extremismos, no teniendo en cuenta los caciques y terratenientes me condicionaran. Todo ello me daría un gran apoyo por parte del pueblo, el cual era bien conocedor de mi labor como odontólogo y gracias a ello gocé de una gran estima por parte de todos aquellos que tuve que ayudar en las cuestiones dentarias.
M.C.V.: Precisamente aquí me quería detener, en cómo fue acogido por el pueblo ciudadrealeño y cómo gozó de su cariño, siendo incluso causa suficiente para que un grupo de vecinos solicitasen su reconocimiento dándole nombre a una avenida.
J.M.S.: Así ocurriría, como bien usted señala, con el escrito leído en la sesión del 28 de noviembre de 1932 donde se expresaba que “José Maestro ha sido el que de una forma decidida ha encauzado la transformación urbana de la capital” [8], algo de lo que me siento muy orgulloso. Creo que ustedes hoy conocen dicha vía como calle de Alarcos.
M.C.V.: Sin embargo, a pesar de la admiración que despertó entre sus conciudadanos y la honestidad atesorada que le condujeron a lograr la obtención de ayudas para acometer todas las reformas señaladas, tuvieron que pasar muchos años para que se le diera su digno homenaje.
J.M.S.: Cierto es, aunque todos aquellos que estamos dentro de la cosa pública somos presos de esta suerte de agradecimientos o descréditos, según se mire.
M.C.V.: Así es. Triste es reconocerle que los que un día fueran sus conciudadanos no reconocieran toda su valía, aunque según tengo entendido la ciudadanía sí que le recuerda no sólo con el nombre de un centro educativo sino por la suscripción popular que dio origen la erección de una farola diseñada por Gayá y al que se le acompañó posteriormente de un relieve con su retrato del escultor Fernando Kirico, en la que era conocida por entonces como Avenida de José Maestro. [9]
J.M.S.: Agradezco esa información que me llena de orgullo.
M.C.V.: Nada me tiene que agradecer, Sr. Maestro, pues hizo gala no sólo de una implicación como político en la ciudad sino, a nivel personal, siempre fue considerado como un hombre de gran amabilidad y desprendimiento, como ocurrió en numerosas ocasiones al pasar por alto para muchas personas las deudas contraídas por sus cuidados profesionales como odontólogo. Y no sólo me quiero referir con clases trabajadoras ni personas de su misma ideología. Muchos agradecimientos vendrían de los propios vecinos de derechas.
J.M.S.: Como ya expresé al comienzo de esta entrevista, mis orígenes estuvieron teñidas de muchas dificultades, lo que me condujo a conocer aún más si cabe las penurias de la gente. Si a ello sumamos mi inclinación ideológica, poco más queda que explicar que, de nuevo, sentirme profundamente agradecido.
M.C.V.: Siguiendo el argot taurino, cambiemos el tercio para la siguiente pregunta, tratando de hablar de algún episodio personal. ¿Me podría hablar de lo que le ocurrió a usted y su familia el 16 de agosto de 1933? ¿Y de lo acontecido meses antes en la Capilla del Hospital?
J.M.S.: Ciertamente veo que usted está muy informado de mi vida, aunque aquello no nos afectase más allá de los daños meramente materiales.
Lo que sucedió es que, como estábamos en las ferias, asistimos aquel día, mi señora y yo, a una corrida de toros acompañados de más personas.
En aquella coyuntura, mi casa del número 1 de la calle de Pablo Iglesias fue asaltada por algunos malhechores, destrozando parte de la casa, forzando la puerta de entrada con palanquetas, apropiándose de alhajas, dinero e, incluso, material de odontología.
Desgraciadamente, a pesar de poner las pesquisas en manos de la policía, no dieron con los causantes de tal destrozo. Y poco más le podría decir al respecto. [10]
Y, en cuanto al robo perpetrado en el Hospital, parece ser que unos ladrones sustrajeron de la Capilla mismo numerosas sagradas formas además de plata, aunque las pesquisas de la policía parece que sí llegaron a buen puerto en esta ocasión y encontraron aquello que la noche anterior había desaparecido y provocado cierto pesar entre las Hermanas de la Caridad. [11]
M.C.V.: Sin duda alguna, en el mundo de la política, no siempre todo son aplausos o elogios por parte de los electores. Incluso, a veces, resulta muy necesario salir de ella para volver a ser valorado. ¿Qué me puede decir de aquel tiempo en que fue alejado de dicho mundillo?
J.M.S.: Nuevamente, vuelvo a agradecer a todos aquellos que me apoyaron masivamente para mi reelección, a pesar de momentos tan adversos como el cese forzoso como alcalde tras la revolución de 1934, aunque fueron muy intensos. Además, con anterioridad había optado por presentarme como diputado a Cortes en 1933 por la circunscripción de Badajoz, aunque no gocé del apoyo necesario.
A pesar de este revés en agosto del año anterior había sido elegido vicepresidente de la Federación Socialista Provincial de Ciudad Real, cargo en el que me encontraría ocupado hasta un año después.
En aquella etapa, como ya he comentado, mi mujer y yo no gozamos de la dicha de tener una progenie que continuase nuestra estirpe. Ello me dejó, no cabe duda, con mucho tiempo libre para ser utilizado. Al fin y al cabo, no sólo podría disfrutar más de una plena vida familiar, sino de alguna de mis grandes pasiones como era la frecuente asistencia a las sesiones cinematográficas de nuestra época. Igualmente, pude al fin obtener un título universitario de mi especialidad, la odontología, por la Universidad de mi tierra natal, Salamanca. [12]
M.C.V.: Parecería, pues, que su luz en el mundo de la política estaba dejando de brillar cuando su partido, el P.S.O.E. – que formaba parte del Frente Popular –, no olvidó su prestigio en el ámbito provincial, presentándole como diputado nacional en las elecciones de 1936, a pesar de que usted siempre tendría la alcaldía como su mayor preferencia. De ese salto a la política nacional ¿qué recuerdos guarda?
J.M.S.: Tras el parón de los años anteriores y la imposibilidad de continuar como alcalde, la vida pública me volvió a reclamar, gozando de gran aceptación en las votaciones que me llevaron a la política madrileña: más de 80.000 votantes me prestaban aún su apoyo para ser diputado por Ciudad Real, aunque el representante de la CEDA, Rafael Melgarejo Tordesillas, superase los 100.000. Sin embargo, aquel mundo de sectores y capillitas no era lo mío. Pasé unos meses hasta la llegada del verano enfrascado en una Comisión de Hacienda, aunque siempre mis preferencias iban más dirigidas a la enseñanza primaria. [13]
M.C.V.: Para finalizar, su carrera política en el ámbito nacional se vería truncada con la llegada de aquel fatídico golpe de estado de julio de 1936. ¿qué me puede contar de aquellos momentos y de lo que más tarde tuvo que soportar?
J.M.S.: No cabe duda de que fueron aquellos momentos muy difíciles, pues me hallaba en el mismísimo Madrid.
Compañeros de partido de la circunscripción de Valladolid requerían de nuestra ayuda para contrarrestar la onda expansiva que propiciaría aquel golpe de estado. Fue así como en aquella aciaga fecha, tomamos un taxi en dicha dirección el ingeniero y diputado por Jaén Juan Lozano Ruiz, mi amigo y secretario del Subsecretario de Hacienda José María Sánchez Izquierdo y yo, como comisionados para auxiliar a Lavín, Landrove López o Garrote, que en tan arduas dificultades se encontraban para mantener la ciudad afecta a la República. La encomienda venía del mismísimo Indalecio Prieto, siendo transmitida por el diputado José Lamoneda.
Al carecer de escolta, en aquel auto que nos trasladó hacia la capital castellana nos encontramos a su entrada con militares sublevados del Regimiento Farnesio, los cuales nos detuvieron en el control que se había instalado en la carretera de Madrid. Eran las ocho de la tarde, si no recuerdo mal.
Nada pudimos hacer para ayudar a los camaradas vallisoletanos, al ser detenidos ese 23 de julio antes incluso de avisar a los ferroviarios de la zona para hacer frente a los golpistas. Todos nosotros fuimos sometidos a un consejo de guerra sumarísimo el 13 de agosto en el que seríamos condenados a muerte y absuelto el taxista. Al día siguiente se repitieron nuestras condenas, e igualmente fueron condenados Lavín, Eliseo San José, Lefler y varios más. Sólo varió el destino del conductor del taxi, que sufriría la condena de reclusión mayor de 30 años de prisión.
Muy duros fueron aquellos momentos, a pesar de los apoyos recibidos por la gente de derechas de la tierra manchega y, muy especialmente, por los redoblados bríos con que mi esposa trató de rebajar mi sentencia a una condena de cárcel. Verla allí en la antesala de esta y del consejo de guerra me llenó de gran pesar. Aunque tenía el consuelo que gozaba de la compañía de otra fuerte mujer que atravesaba por el mismo trance: la señora de Federico Landrove, doña Hortensia Caballero.
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Nada más se pudo hacer en aquellas circunstancias de guerra en que la saña teñía de sangre la tierra de aquella España que veía desaparecer su régimen republicano.
El condenado a muerte José Maestro San José, con apenas treinta y seis años, sería ejecutado un mes después de la sublevación militar. Era el 18 de agosto de 1936 cuando en el vallisoletano Campo de San Isidro su vida le era sesgada tras ser ejecutado. [14]
Su cuerpo fue enterrado en el Cementerio Municipal de Valladolid, permaneciendo hasta 1941 en que su viuda – que le sobreviviría cinco décadas más – pudo reclamar su cadáver para trasladarlo a un camposanto madrileño.
Para una mayor profundización en la figura de este personaje les invito a que, aprovechando estas fechas estivales, buceen por las páginas del libro José Maestro San José, un gran alcalde para Ciudad Real, de Federico Bello Landrove – sobrino de aquel Landrove López que acompañó en su suerte en las últimas horas de vida al mismísimo José Maestro – y Manuel López Camarena, donde se recuerda la figura del protagonista de esta publicación. [15]
MANUEL CABEZAS VELASCO
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[1] Reseña de Orosia Castán del libro José Maestro San José, un gran alcalde para Ciudad Real, de Federico Bello Landrove y Manuel López Camarena.
[2] MAÍLLO SALGADO, Sara: “FELIPE ESPINO, SEMBLANZA BIOGRÁFICA”, en SALAMANCA, Revista de Estudios, 33-34, 1994, p. 126.
[3] JIMÉNEZ VILLALTA, Enrique: “José Maestro San José”, en Un paseo por la isla verde (http://unpaseoporlaislaverde.blogspot.com/2013/09/jose-maestro-san-jose.html)
[4] “José Maestro, alcalde reformador”, en Mancha Ciudad Real. Revista de Información de la Provincia de Ciudad Real 12 / 1986, nº 23, pp. 12 – 15.
[5] El Sol, Madrid, 24 de marzo de 1931, p. 12.
[6] LÓPEZ PASTOR, Cecilio: Recuerdos de una vida (74 años de Periodismo activo). Excmo. Ayuntamiento de Ciudad Real. Ciudad Real, 2006, p. 9.
[7] RIVERO SERRANO, José: “Tiempo y Espacio: sobre la arquitectura de la II República en CLM”, pp. 26 – 31, en RIVERO SERRANO, José (dir.): FORMAS DE ARQUITECTURA Y ARTE, 7 / 2004, nº 8.
[8] A.H.M.C.R., 1932, Libros de Acuerdos, Caja 12, Sesión 28 de noviembre de 1932.
[9] “José Maestro, alcalde reformador”, en op. Cit.
[10] LA VANGUARDIA, 18 de agosto de 1933, p. 23. ABC. JUEVES 17 DE AGOSTO DE 1933. P. 30. El Heraldo de Madrid, 17 de agosto de 1933, p. 7.
[11] “Se ha cometido un robo sacrílego en el Hospital”, en El Pueblo Manchego, Ciudad Real, 2 de enero de 1933, p. 1.
[12] CASTÁN, Orosia: op. Cit.
[13] CASTÁN, Orosia: íbidem cit.
[14] RUIZ-MANJÓN, Octavio: “VIOLENCIA VS. REPRESENTACIÓN. LOS DIPUTADOS DE LAS CORTES DE 1936, VÍCTIMAS DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA”, en Historia y Política, núm. 32, Madrid, julio-diciembre (2014), p. 166.
[15] BELLO LANDROVE, Federico y LÓPEZ CAMARENA, Manuel, José Maestro San José, un gran alcalde para Ciudad Real, Diputación de Ciudad Real, 2010.
No me queda más remedio que felicitarte, compañero y amigo M.C.V., Manolo.
Que originalidad tan grande el transportante en el «Túnel del Tiempo» a esa época de nuestra historia reciente, para entrevistar a esa gran persona y regidor municipal que fue Don José Maestro.
Preguntas más bien hechas y respuestas más que lúcidas y todo acompañado de las correspondientes reseñas bibliográfica.
¡Da gusto leerte, Manolo y con más gracia en esta pequeña ficción literaria.
Quizá yo le hubiera preguntado cómo ve – desde su momento histórico y vivencial – el futuro de el PSOE… Quizá, recalco, quizá, se hubiera atrevido a pronosticar los cambios de su partido que le abocarían a lo que es realidad…
En fin, amigo Manolo. He disfrutado con tu «interviú».
¡Nos vemos!
Ah, me quedo con estas palabras suyas:
J.M.S.: Mi lema, sin pecar de falsa modestia, era “Todo por Ciudad Real”
Gracias por tus loas Luis aunque las aguas pantanosas de hoy en día para sí las hubiesen querido sus compañeros de partido de aquella época que rememoré.
Por no ser ni siquiera contemporáneos ni con ello exacerbar ánimos que seguro que estarían preparados en entrar en espirales más allá del contenido de este artículo, por ello no he visto ni necesario tocar dicho tema salvo en una frase del comienzo.
Gracias amigo.
Cabe destacar que ordenó la demolición de la muralla de Ciudad Real.
Gran artículo como todos los tuyos. El problema es que hubo pocos José Maestro…Y mucho asesino…
Gracias
De qué parte de ella, misterioso interlocutor?
Además, para el interlocutor que se oculta con personajes de la familia Marvel, he de decir que, por desgracia, cuando se levantó el Plano Censo de 1925 sólo sobrevivía la Puerta de Toledo y cito textualmente «en pésimas condiciones» (SÁNCHEZ LILLO, Jorge: El recinto amurallado…, p. 49), acompañada de algunos vestigios de la ruyn cerca, lo que no exime de responsabilidad a la corporación de 1931, pero no como única responsable. Aunque también habría que añadir que la demolición de ciertos tramos como el de la Ronda del Carmen (derribado para la construcción de la barriada del «Padre Ayala») o de parte de la ronda de La Mata frente a la tejera de «Céspedes», se hicieron con posterioridad.
Un ejemplo de superación personal que dio la vida por la República. Excelente ‘entrevista’….