Manuel Cabezas Velasco.- En fechas no muy lejanas se acaba de celebrar con algarabía una época en que don Carnal ha hecho de las suyas. Una de aquellas poblaciones siempre tuvo a gala celebrar entre chanzas y máscaras tal festividad, aunque las prohibiciones hubiesen de ser saltadas.
Hablamos de aquella a la que se le otorgó el pasado año la Declaración de Interés Turístico Nacional: Miguelturra, que ya en algo más de un siglo (1898) había quedado atestiguado documentalmente cómo gozaba de continuidad tal celebración. [1]
En aquellos tiempos vivía como abanderado de muchos menesteres – regeneracionismo, periodismo, política, etc. – el personaje que hoy nos ocupa. A él pocas cosas se le escaparon en su dilatada carrera con ocupaciones tan diversas. Fuertemente preocupado por su población de origen, aunque también por otras causas, hoy – habiendo transcurrido más de un siglo desde que se presentase a unas elecciones por el Partido Regionalista Manchego por el distrito de Ciudad Real – Piedrabuena con el objeto de defender sus ideas, apoyado por personajes tan relevantes como el inventor piedrabuenero Mónico Sánchez Moreno o el general Francisco Aguilera, allá por 1918 – tenemos el honor de conversar con él para que nos desglose algunos aspectos de su extensa vida.
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M. C. V.: Agradeciendo su valioso tiempo, sin más dilación y con objeto de no romper el hechizo, desearía que usted mismo se presentara, para que así los lectores conozcan al contertulio de hoy, que nos hable de la época y las circunstancias en que nació.
F. R. M.: Buenos días, Sr. Cabezas, es para mí un gran honor poder responder a pregunta tan sencilla. Mi nombre es Nicanor Francisco Rivas Moreno, pues así fui bautizado, y, como usted bien ha introducido en líneas precedentes, nací en la localidad de Miguelturra, más concretamente un 10 de enero de 1851. Mi familia, siendo mis padres José Rivas Fernández – Pacheco y Cecilia Moreno Salcedo que habíanse casado canónicamente un 4 de febrero del año anterior, gozaba de una privilegiada posición gracias a las rentas percibidas por mi padre de la explotación agrícola que regentaba y de su profesión como agrónomo. Era el mayor de cuatro hermanos. Aquella privilegiada posición me ayudaría a formarme y poder llevar a cabo una dilatada carrera tanto en el ámbito periodístico como en la política, además de las numerosas publicaciones en las que participé. [2]
M. C. V.: Cierto es que su currículum es extenso y, dadas las vicisitudes de la época, muy envidiable, pero ¿dónde estudió Sr. Rivas y qué tipo de educación recibió para alcanzar tan altas cotas de polivalencia?
F. R. M.: Como era de esperar, aunque fue mi población de origen donde me inicié en los estudios y mi estrecha vinculación con el mundo de la agricultura, la capital de la provincia de Ciudad Real sería mi destino matriculándome en 1863 en el Instituto de Segunda Enseñanza, hasta conseguir con 19 años el grado de bachiller en junio de 1870. Más tarde, encaminaría mis pasos en el mundo universitario en la Central de Madrid, en el año de 1875, donde obtendría la licenciatura tanto en Derecho Civil como Canónico. Aunque mis inquietudes irían mucho más allá…
M. C. V.: Cierto es que sus anhelos no permanecieron solamente en la mera formación y estuvieron vinculados tanto con el periodismo como con la política, ambas ya puestas de manifiesto en su etapa universitaria, pero ¿cómo fueron sus comienzos en cada una de estas áreas profesionales?
F. R. M.: Apenas me había licenciado cuando me convertí en periodista de la Diputación Provincial de Ciudad Real y en director – propietario de “El Pasatiempo” (1876). Al año siguiente, dentro de la institución provincial ocupé el puesto de Diputado – Secretario, coincidiendo con Ceferino Saúco y Díez como los más jóvenes del momento dentro de la Mesa de edad en la que resulté electo aquel 21 de marzo de 1877.
M. C. V.: Sin embargo Sr. Rivas en los años siguientes de su vida creo entender que tuvo tanto grandes aciertos como alguno que otro revés. ¿Nos podría hablar cómo su espíritu cooperativista chocó con la sociedad de la época y, por supuesto, de uno de sus grandes logros, el periódico “El labriego”?
F. R. M.: Bien cierto es como apunta usted que el año de 1880 fue muy contradictorio para mi persona, pues como miembro de la Diputación Provincial propuse en una sesión del 5 de febrero la creación de unas cajas de ahorros agrícolas con el fin de favorecer algunos posibles beneficios para los trabajadores y así combatir la usura bancaria que se daba en aquella época. Sin embargo, mi gran pesar fue que la burguesía no gozaba de un espíritu emprendedor que apoyase tal iniciativa, ni tan siquiera, siguiendo mis propias creencias católicas, gocé de la ayuda solicitada a la Iglesia a través de mi amigo el Cardenal Antolín Monescillo. Como se suele decir, “no fui profeta en mi tierra” aunque lo volvería a intentar participando en proyectos de cajas de ahorros y montes de piedad en lugares tan dispares como Santander, Murcia, Granada o Santa Cruz de Tenerife, por citar algunos ejemplos. [3]
En cuanto al periódico, sin duda alguna gozó de una existencia mejor de la esperada, durante casi medio siglo (1880 a 1924), aunque desgraciadamente siempre estaría sometido a los avatares políticos y económicos que encontró a su paso. Así hacia 1882 era más política, para 5 años más tarde definirse como reformista. La economía y otras circunstancias le condujeron a tener varias interrupciones llegando a encontrarse entre sus directores a Ceferino Sauco, Augusto Mediero, Juan Salgas o Arturo Sauco, por mencionar algunos que vienen a mi cabeza. Eso sí, la publicación fue en unas épocas de periodicidad semanal y en otras diaria y políticamente podría definirse dentro de la esfera liberal. [4]
Sin duda alguna en esta etapa también tendría que añadir mi responsabilidad dentro de “El contribuyente” (1885), “La reforma arancelaria” (1890) y de “El Progreso Agrícola y Pecuario” (1895), recordando en todos ellos mis orígenes y mi entorno familiar que siempre giraron alrededor del mundo de la agricultura.
M. C. V.: Nuevamente, Sr. Rivas, su espíritu inquieto y emprendedor, a pesar de formar parte del entramado político de la época, le llevaría a tener numerosas responsabilidades desde la presidencia de la Diputación Provincial en 1891 hasta su salto a la política nacional en el siguiente año, prolongando su actividad hasta la llegada de su jubilación en 1917. ¿Qué me puede resaltar de aquel período?
F. R. M.: Aquellos fueron convulsos momentos de la historia de nuestro país. Por lo que a mí se refiere, me multipliqué en diversas facetas que trataré de resumirle lo mejor posible.
En el terreno político, gracias a mi responsabilidad como presidente de la Diputación Provincial pude encargar el proyecto para edificar la sede de la institución que aún hoy en día usted conoce, gracias al arquitecto Sebastián Rebollar. Esto me serviría para entrar en la esfera de la política nacional cercano a Práxedes Mateo Sagasta, aunque mis nuevas responsabilidades como gobernador civil en Guadalajara me apartarían de ello. En años sucesivos sería gobernador civil en Oviedo y Toledo, para quedar adscrito como funcionario del Ministerio de Hacienda al finalizar el siglo. Fue entonces, gracias a la ocupación de sucesivos cargos de Delegado de Hacienda en diversas provincias, cuando pude encauzar mi antiguo anhelo de las cajas de ahorros y montes de piedad, creando la correspondiente a Santander, Murcia, Alhama de Murcia, Granada, Huelva e incluso en las mismísimas islas afortunadas, ya en el comienzo del siglo XX.
Esta incesante actividad pública no menoscabaría mi actividad con la pluma, pues debido a los problemas existentes que vi en numerosísimas ocasiones, detecté diversos problemas en el ámbito agrario que quise reflejar de puño y letra en cuestiones tan diversas como la plaga de la langosta (“Juicio crítico del proyecto de ley de Extinción de langosta” de 1885, “La plaga de la langosta: sus estragos y medios para combatirla” de 1890), los problemas agrícolas (“La crisis agrícola: sus causas y remedios” de 1888, “La sequía, la filoxera y la usura” de 1910), las cajas rurales (“El crédito agrícola y el ahorro” de 1895, “Las cajas rurales” de 1902, “Las cajas rurales, el crédito agrícola, la cooperación y el ahorro” de 1904, “Cajas rurales y Sindicatos agrícolas” de 1910, “Cómo se funda una caja rural” de 1921, entre otros), el cooperativismo (“Lecherías y queserías cooperativas. Seguro del ganado” de 1905, “La Mutualidad y los asalariados. Farmacias cooperativas. La revolución desde abajo” de 1908 y 1909, “Panaderías cooperativas” de 1910, “Las cooperativas de consumo” de 1913 o “Propagandas cooperativas” de 1925), o el regionalismo (“El regionalismo castellano” de 1917, “El regionalismo en La Mancha” y “Propagandas regionalistas” de 1918). Por citar algunas de las publicaciones, que seguramente no desconozca, Sr. Cabezas.
M. C. V.: Muchas de estas publicaciones hacen gala de los diversos intereses que mostró, teniendo como punto de partida sus propios orígenes, el mundo agrícola que le rodeó desde niño y la labor de agrónomo que igualmente llevaba a cabo su padre. Deteniéndonos en este aspecto y, recordando a otro ciudadrealeño contemporáneo suyo, don Agustín Salido y Estrada, respecto a la problemática acaecida con la plaga de la langosta ¿qué me podría decir al respecto?
F. R. M.: Me refería en una de mis publicaciones a aquel asunto en cuestión llegando a plantear ya en su prólogo que el problema no era propio de los tiempos que corrían sino que cabría remontarse mucho tiempo atrás, todo ello teniendo en cuenta que al sempiterno inconveniente agrícola siempre se le adjudicaba como causa el ser un castigo divino y no se atajaba el problema de raíz: eran los propietarios los que no mostraban interés en ponerle solución ni tampoco realizar mejoras para ello. Esta problemática se atacaría en el plano personal con los ingenieros agrónomos y peritos agrícolas necesarios al respecto, además del acopio de gasolina que se hubo dispuesto de forma previa para que no nos pillase de nuevo. Aun así, tal y como también refería Salido [5], las partidas presupuestarias que se destinaron a acometer los estragos de este devastador insecto, no serían suficientes. [6]
M. C. V.: Sin embargo, tras una dilatada carrera en el sector público, llegó el año de 1917 y su jubilación. Otros, en su lugar, se habrían dedicado a disfrutar de la vida, a pasear y evitarse problemas, pero no fue su caso. ¿Nos puede hablar de ello?
F. R. M.: Allá por el año 1914, yo seguía con mi particular lucha por fundar Montes de Piedad y Cajas de Ahorros, habiéndolo hecho en aquel año para Las Palmas de Gran Canaria. Sin embargo, continuaba ejerciendo como delegado de Hacienda. En aquella época mi destino fue La Coruña, ciudad que vio cómo llegaba la edad de jubilarme. Aunque también por entonces escribía textos relativos al cooperativismo y otras cuestiones, como fue el caso de 1916 en que publiqué “El problema de subsistencias en La Coruña”. Al año siguiente me correspondió el merecido descanso en el sector público, aunque no sería así.
M. C. V.: Cierto es que habría que dedicarle más de una entrevista para desarrollar todos los aspectos que su vida contempla, aunque como acaba de señalar, Sr. Rivas, su espíritu infatigable no le hizo frenar ni siquiera con la llegada de su jubilación, y de nuevo daría otro giro a su vida, embarcándose en un nuevo proyecto, de carácter más político en este caso, sin menospreciar el resto de sus ocupaciones. ¿Qué nos podría decir al respecto?
F. R. M.: Justamente en el año de mi jubilación y el siguiente me embarqué en un proyecto regionalista cuyo reflejo fueron mis publicaciones “El regionalismo castellano” (Diario Palentino, 30 de mayo de 1917), “El regionalismo castellano” (1917), “El regionalismo en La Mancha” (1918) y “Propagandas regionalistas” (1918), y, principalmente, en este último año, me embarqué encabezando la candidatura del Partido Regionalista Manchego representando al distrito de Ciudad Real – Piedrabuena, con la inestimable ayuda del general Pancho Aguilera y del piedrabuenero inventor Mónico Sánchez, dos personas de gran renombre.
El regionalismo lo entendía a modo de la obra del progreso nacional por medio de la división del trabajo, es decir, la prosperidad económica y cultural del estado debía tener como base el fomento de los intereses peculiares de cada región, buscándose el interés común derivado de la unidad de esfuerzos y pasiones particulares. Todo ello debería estar fundamentado en la cultura, la libertad de acción y el espíritu de asociación. [7]
M. C. V.: ¿Qué pretendía con la creación de dicho partido? ¿gozó de todo el apoyo necesario o se encontró con algún obstáculo para ello?
F. R. M.: Principalmente mi gran objetivo era el de fomentar ciertos lazos solidarios entre las provincias implicadas: Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo [8]. Además de los apoyos recibidos por mis amigos, siempre existen personas que no están de acuerdo o tratan de menoscabar un proyecto como este. Así ocurrió con un tal Aviceo (Isaac Antonino Vicente de nombre) que en una publicación ponía en cuestión no sólo el proyecto regionalista para esta tierra sino también mi vertiente regeneracionista. [9]
M. C. V.: Sin duda alguna, ha citado algunos personajes muy importantes de la época. Otros seguramente también gozarían de su amistad. Fiel reflejo de aquello es, entre tantas publicaciones realizadas, aquella que tiene por título “Los grandes Hombres de mi Patria Chica” [10]. ¿Qué puede decir de ellos?
F. R. M.: Sin duda alguna, cómo ya habrá advertido en la publicación, la referencia ya la realizo en el mismísimo prólogo al señalar que el origen ni condición de uno muchas veces no debe ser impedimento para alcanzar los mayores designios, a pesar de la humildad o precariedad familiar.
Así ocurría en los casos de Baldomero Espartero y, a pesar de las circunstancias, su más que consabida carrera militar, o el Primado Antolín Monescillo, por citar algunos ejemplos.
Otros como el General Conde de la Cañada o el referido don Agustín Salido – que ya era gobernador de la provincia cuando yo estudiaba en el Instituto de Ciudad Real -, gozaron de una posición más privilegiada, aunque igualmente llegaron a alcanzar grandes logros.
M. C. V.: Por último, no nos podíamos olvidar, pareciera que usted tuvo la suerte de ser profeta en su tierra, su pueblo, Miguelturra. De hecho, muchas vidas se salvaron gracias a algunas de sus intervenciones como Diputado. ¿Qué diría de ello?
F. R. M.: Sin duda alguna, mi población de origen, a pesar de la distancia, siempre estuvo en mi punto de mira. En cuanto podía me desplazaba para conocer su situación, aunque la prensa de la época me atribuía poderes curativos que no poseía, como dijeron en el caso de la epidemia de cólera que decreció por el interés mostrado por mi persona. En aquellos años como el 1885, sólo me limité a hacer aquel papel que mi condición de Diputado requería, aunque agradecido estoy por la suscripción voluntaria que se inició y por contemplar las caras de satisfacción de mis paisanos. [11]
M. C. V.: Dando las gracias al Sr. Dn. Francisco Rivas Moreno, damos por finalizada la entrevista de hoy.
F. R. M.: Ha sido un auténtico placer mostrar algunos de mis recuerdos, Sr. Cabezas.
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Sin duda alguna, el Proyecto Rivas Moreno rescató casi del olvido – dándole un merecido homenaje – a un hombre adelantado en su tiempo que merece la pena sea hoy recordado. Aquí solamente realizado un pequeño bosquejo de su legado.
Aquel que falleciera un 16 de marzo de 1935 en Madrid había llenado su vida de multitud de logros: en el periodismo, en la economía, en la política y como reformador social desde una perspectiva regeneracionista, esto último mejor desarrollado en la publicación de José López Yepes: “Francisco Rivas Moreno. La obra de un reformador social. Miguelturra (Ciudad Real) 1851 – Madrid 1935”.
MANUEL CABEZAS VELASCO
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[1] Proyecto Rivas Moreno, en página web: https://www.uclm.es/centros-investigacion/ceclm]
[2] VALERO, Federico: “Francisco Rivas Moreno”, en BIM de Miguelturra, Nº 124, Abril de 2003.
[3] ALÍA MIRANDA, Francisco: Biografía de Francisco Rivas Moreno en la Real Academia de la Historia, en http://dbe.rah.es/biografias/72813/francisco-rivas-moreno
[4] ORTEGA OLMEDO, Ricardo y SÁNCHEZ SÁNCHEZ, Isidro: “De las gacetas al .com. La prensa en la provincia de Ciudad Real (1812 – 2007)”. Centro de Estudios de Castilla – La Mancha. Gráficas Garrido. Ciudad Real, 2007, p. 97. CASADO CORRALES, José Antonio: Lanza. Cincuenta años de empresa informativa. Diputación de Ciudad Real. Imprenta Provincial. Pp. 36 y 37.
[5] SALIDO Y ESTRADA, Agustín: “Noticia de los pueblos y provincias invadidos por la langosta y memoria sobre el estado general de la plaga en 31 de diciembre de 1875”. Est. Tip. De La Paz. Murcia.
[6] RIVAS MORENO, Francisco: “La plaga de langosta. Sus estragos y medios de combatirla”. Tomo V. Imprenta de José Quesada. Madrid, 1890, p. 3 y ss.
[7] ALÍA MIRANDA, Francisco: Biografía de Francisco Rivas Moreno en la Real Academia de la Historia, en http://dbe.rah.es/biografias/72813/francisco-rivas-moreno
[8] JIMÉNEZ VILLALTA, Enrique: “Oposición de los pueblos de La Mancha al trasvase de aguas de Ruidera a Levante, 1913 y 1933”, en ALÍA MIRANDA, Francisco y ANAYA FLORES, Jerónimo (dirs.): I Congreso Nacional “Ciudad Real y su provincia”. Tomo I. Instituto de Estudios Manchegos. Ciudad Real, 2015, p. 290.
[9] “Vida Manchega”, 10 de junio de 1917, en JIMÉNEZ VILLALTA, Enrique: op. Cit., p. 293.
[10] RIVAS MORENO, Francisco: “Los grandes Hombres de mi Patria Chica”. Vol. I. Imprenta del Real Monasterio de El Escorial, 1925.
[11] EL ECO DE DAIMIEL, 15 SEPT 1885.
Una interesante entrevista histórica a uno de los más tenaces publicistas del cooperativismo español de entonces. Creo que es necesario una segunda entrevista. Enhorabuena….
Agradecido estoy por tu comentario Charles. Habrá que ceder el protagonismo a otro contertulio la próxima vez, aunque seguro que el Sr. Rivas Moreno volverá a aparecer en esta sección dentro de un tiempo.
Un saludo