Rosario Arévalo (Consejera de Medio Ambiente)
Han pasado ya treinta y dos años desde que en 1972, las Naciones Unidas celebraran la Conferencia Internacional sobre el medio ambiente humano en Estocolmo y declararan el 5 de junio como Día Mundial del Medio Ambiente.
Años antes, en la década de los sesenta, la comunidad científica había comenzado a denunciar los primeros grandes problemas ambientales que afectaban al planeta, generados por un modelo de desarrollo agresivo con el medio.
Desde entonces se ha ido generando un interés creciente por desarrollar políticas, proyectos y programas de amplio alcance que fomenten la adopción de valores y comportamientos acordes con el respeto y la mejora del medio ambiente, así como reconsiderar determinadas orientaciones económicas y tecnológicas que pudieran tener un impacto ambiental negativo.
Veinte años después, en 1992, la Conferencia Internacional sobre Medio Ambiente y Desarrollo de Río de Janeiro supuso la constatación de la necesidad de afrontar un cambio en los modelos de desarrollo. Fruto de aquella reunión nacía la Agenda 21, un documento estratégico gestado con la pretensión de equilibrar y viabilizar la protección y conservación del medio ambiente y el desarrollo.
El deterioro que sufre nuestro medio ambiente, el derroche muchas veces inconsciente que hacemos de los recursos naturales, los usos abusivos de productos tóxicos, el volumen de residuos producidos…, en definitiva, el poco cuidado que mantenemos con el entorno en que vivimos han ido impulsado la necesidad de cambio.
Poco a poco, la sociedad ha ido reaccionando ante la necesidad de mantener un equilibrio, un desarrollo sostenible, sin deteriorar los recursos que hacen posible la vida en nuestro planeta.
Este camino que comenzamos a recorrer nos exige un esfuerzo profundo y continuo así como herramientas y medios adecuados que impulsen un cambio de actitudes, la adquisición de los conocimientos, valores, destrezas, experiencias y capacidades que permitan la participación activa, individual o colectiva, en la protección del medio ambiente y el uso prudente y racional de los recursos naturales.
Hoy, 5 de junio, cuando los actos conmemorativos se distribuyen por toda la geografía castellano-manchega, no sólo en este día sino a lo largo de toda la semana, podemos afirmar que la sociedad regional en su conjunto, ciudadanos, empresas, agentes sociales, instituciones… , trabajan por alcanzar nuevas metas de bienestar y parámetros de conservación ambiental que están indisolublemente unidos a una mejora de la calidad de vida.
Las conquistas alcanzadas nos están permitiendo abrir nuevos horizontes y nuevas sensibilidades que, a su vez, inducen un cambio en la visión que tenemos de nuestra relación con el medio, creando una corriente de retroalimentación cada día más fuerte y constante.
Quedan, sin embargo, asuntos pendientes por resolver y, ante ellos, mantenemos la guardia en alto y la tensión del trabajo diario. Trabajar por el medio ambiente es hacerlo por todos y cada uno de los ciudadanos de Castilla-La Mancha, que es lo mismo que hacerlo, por cada uno de los ciudadanos de España o del planeta Tierra, la «Casa Común».
Hoy, 5 de junio, quiero animar a cada castellano-manchego a trabajar un poco cada día, en un verdadero ejercicio de solidaridad, por sus conciudadanos.