Ayer paseando por la ciudad me encontré casi de repente ante un gran escaparate de una tienda de textil, allí descubrí que una de las maniquís era negra. Me asaltó un gran temor, si Arias Cañete viniera a pasearse por la Ciudad en los próximos días podría exclamar eso de ¡Es difícil encontrar una maniquí como las de antes!
{mosgoogle}Intenté tranquilizarla explicándole que estamos en campaña electoral y un partido político de derechas anda metiéndole el miedo en el cuerpo al personal, aunque somos un país democrático y por eso muchas personas pensamos que la democracia no es una manera de elegir representantes, sino ante todo un modelo ético donde debe primar la libertad, el respeto y el cumplimiento de la ley, la palabra libertad, y respeto, y ley, no pueden ser una amenaza permanente. Para Cañete si. De tal manera que con él no es que encontremos un camarero como los de antes, lo que encontramos es un político como los de antes de la democracia.
Aunque la noche era fresca decidí seguir charlando un rato más con la maniquí inmigrante. Le expliqué que tener miedo a lo diferente puede ser habitual, lo que claramente es censurable es que un partido político lo explote con el fin de sacar más votos. La población extranjera en España supone un 10% del Censo, de todos los desempleados sólo un 10% son inmigrantes, contribuyen al crecimiento del PIB español en casi un punto anual, además de ingresar 8.000 millones de euros cada año a la Seguridad Social. Cumplen la ley española y tienen derecho a los derechos de nuestro sistema público.
Necesitamos a los inmigrantes para la hostelería, para vendimiar, para otros trabajos duros que ya no quieren hacer los españoles, incluso para defender a la Patria los que lo hacen desde las filas de nuestro ejercito. Por cierto, algunos de los que Cañete puede confundir con inmigrantes son, o van a ser, ciudadanos de la Unión Europea, compartiendo nuestros valores y unidos en un futuro común.
Despidiéndome de la maniquí me pose los auriculares de la radio y escuché al Presidente Zapatero decir: “no me callo ante quienes quieren practicar la xenofobia en nuestro país y me siento al lado de todas las personas que quieren dignamente trabajar. No me callo ante los propietarios del miedo”.
A unos metros del escaparate en voz alta transmití a la maniquí que siguiera haciendo su digno trabajo. No ganarán los que exalten una campaña del miedo sino los que trabajen por una campaña del optimismo.
España se merece ser optimista.