Hay casi un juego de palabras deslizantes entre Casa y Ciudad. Incluso podía ser el nombre hermoso de un libro esperable, que buceara entre esas dos realidades como caras de lo mismo.
Casi a la manera del Palladio del siglo XVI, cuando fijaba conceptos paralelos entre Villa y Cittá, esto es, ataba sentidos entre Casa (que eso era para él las Villas y la Villegattura) y Ciudad. De tal suerte que decía que la Cittá, era una grande Villa; mientras que la Villa era una piccola Cittá.
Y ahora nos desayunamos con la inauguración de un concepto novedoso con la llamada pomposamente como Casa de la Ciudad.
Reciente adquisición del sentido metafórico del pasado, desde un viejo barracón sindical, superviviente de todas las transformaciones sufridas por los antiguos terrenos ferroviarios. Donde ha habido establecidos diferentes servicios municipales, el último de ellos el IMPEFE.
Bien cierta es la tradición de dotar de sedes, potentes en lo visual y novedosas en los usos nacientes, a toda una legión de Casas Sociales o de Casas Populares.
Casas Sociales; Casas de Grupos; Casas del Partido en el primer franquismo; Casa Sindical en el posterior franquismo; Palacio de los Soviets en la Rusia soviética, y dejando claro que un Palacio es una casa superlativa.
En los ayuntamientos catalanes Casas de Villa; Casas del Pueblo en la tradición ugetista y socialista española; y hasta en la Italia mussoliniana las Casas del Fascio, que en algunos casos como en la ciudad de Como, llegan a contar con una arquitectura sobresaliente y excepcional obra de Giuseppe Terragni.
Con ello quiero dar a entender que un edificio emblema, como el repetido y pretendido de la Casa de la Ciudad, debería de contar con una arquitectura de empaque y de visibilidad, y no esconderse en un remedo de edificación destemplada.
Que es lo que, finalmente ha ocurrido, por mucho que el director provincial de la Consejería de Urbanismo y Vivienda, Casto Sánchez, considere que con esta apertura “se valoriza el patrimonio municipal que de otra manera hubiera quedado condenado al derribo o al ostracismo. Así se utiliza un edificio histórico, y el uso para el que se destina es un uso social que dará dinamismo y posibilidades a los movimientos asociativos y creativos de la ciudad”.
Quien acepte que el edificio en cuestión es un edificio histórico y de valor patrimonial, debe de padecer una enorme confusión de conceptos y categorías, por muchas dirección provincial que ostente.
Puestos a recuperar patrimonio, habría habido otras muchas opciones de verdadero carácter patrimonial.
Algunas de ellas, palpitantes y calientes.
Por ello que no confundan o lo pretendan.
Otra cosa diferente será su uso y su contenido. El uso posterior de la Casa de la Ciudad.
Cuyo logo se debate entre la caligrafía y el juego literario que nos proponía el Oulipo, como taller de literatura potencial.
Cuyo logo se debate entre una C gigante y otras diez menores.
Y así son visibles hasta diez conceptos temáticos que aclaran y explican su contenido, a la manera de los Diez Mandamientos de una nueva Ley municipal.
Y que todos ellos comienzan por esa letra de misterio central.
Co, Casa, Centro, Ciudad, Cultura, Conexión, Compartir, Colectividad, Cooperación, Ciudad Real.
Un Caligrama también, a la manera de Apollinaire.
O, por qué no, un Crucigrama a resolver al final.
Un Caligrama y una Crucigrama que sólo sirve en ciudades cuyo nombre empiece por la letra C.
Córdoba, Cuenca, Cifuentes, Corral de Calatrava.
Y en ese juego de figuraciones y sombras, la alcaldesa de Ciudad Real daba la bienvenida a todos los asistentes “a su casa, porque esta es la casa de toda la ciudad”.
Y es que la Casa de la Ciudad “es un espacio asociativo de autogestión. [donde] Queremos que las asociaciones ocupen los espacios. Lejos de otros tiempos en los que no daban las llaves de los espacios municipales o había que contratar un seguro”.
Llaves, espacio, seguros.
Otro enigma. Otro Crucigrama.
Y es que, finalmente, todo ello es saldable con un final equívoco.
“Ponemos a disposición de la ciudadanía lo que es suyo”.
Pero si es nuestro ¿por qué nos lo dan otra vez?
José Rivero
Divagario
Chapeau!! Nada más.
Nos lo dan otra vez porque antes estaba hurtado……